XXVI

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— Roier, despertaste.

Podía volver a morirse en este momento.

No es como si el hecho de que estuviese hecho trizas fuese un problema, sino la exposición invasiva que sentía por estar...en paños menores.

No ayudó a que Spreen ni se inmutara.

Roier podía darle un puñetazo. Por desgracia, no podía decir si el contrario estaba mirándolo a él o estaba mirando...

Sus ojos bajaron, y bajaron...

Roier sintiendo como la ira se enroscaba  en su garganta, formando un nudo por las palabras que diría Spreen con un aire burlesco.

— Lindos bóxers.

Sí, definitivamente iba a matarlo.

Conservando la poca dignidad que le quedaba —y de cubrirse con una sábana—, su cuerpo estaba en muy mal estado gracias a los múltiples vendajes y el hecho de haber estado inconsciente por dos días.

No iba a tapar toda su vergüenza con una sábana, pero podía fingir que sí.

Así que intentó seguir la conversación pasando por alto ese comentario tan gratuito.

— Gracias...creo. ¿Tú estás bien?

Lastimosamente, sus intenciones quedaron expuestas sin mucho miramiento.

Spreen era bastante observador, notaba su semblante nervioso, su ceño fruncido sobre sus ojos inquietos, mientras estos se movían a varios lados de la habitación, seguramente estaba buscando algo qué ponerse.

Podía fingir que lo ignoraba a propósito, si en verdad estaba incómodo.

— Sí, yo me curo rápido. Tipo, ayer estaban más preocupados por vos que por mí igual.

— ¿Ah sí? Ya veo...

Dando esa respuesta, Roier parecía estar más concentrado en su descenso a la histeria, se exprimía los sesos intentando recordar dónde dejó sus mudas de ropa, que no aparecían dónde él las había dejado.

De hecho, no había ninguna prenda suya en este lugar. ¿Ya las habían sacado a mudarlas a la otra casa? Roier sabía que no debía confiar en esos traidores hijos de...

— Ayer...

Spreen continuó hablando. Roier apenas cayendo en cuenta que no le había respondido nada más.

— Aldo y Mariana casi que me caen a trompadas cuando te traje —continuó con un suspiro.

— ¿En serio? —ahora fue momento del castaño de desviar la mirada de otro lado para mirar al chico.

Bueno, se lo esperaba.

— Sí, me vieron, Aldo gritó algo y casi que se me avienta encima, Mariana fue más de chill.

Roier ladeó la cabeza, intentaba ser lo más comprensivo posible, pero no podía negar que algunas expresiones que usaba Spreen le eran extrañas.

— ...¿De chill? ¿Los separó? —intentó adivinar.

Esta vez fue turno de Spreen de tardarse en responder.

— ...Sí. Se podría decir.

Extraño.

— ¿Se pelearon o algo? —arqueó una ceja, el pelinegro ahora era el que parecía pensar mucho en que responder, se rascó la nuca y solo negó con la cabeza.

— Igual creo que ellos te contarán.

Roier entrecerró los ojos, seguro podría hablar con Aldo y Mariana para saciar su curiosidad. Después de todo ya tenía tiempo...

Möbius [Sproier]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora