XXVIII

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Spreen dudaba que los ruidos raros vinieran de un oso, pero no quiso cuestionar cuando dijo lo contrario.

Podían ser unas ratas, o monstruos pequeños.

Si no daba problemas entonces no debía de preocuparse.

— Mm.

Le dió un mordisco a su manzana mientras Roier igual de relajado le tocó acomodarse sobre la manta del picnic.

— Entonces, ¿dónde nos habíamos quedado?...

Roier quedó un poco descolocado cuando observó a Spreen.

Mientras hacía la pregunta, el chico había sacado la lengua, no podía leer su expresión, pero si notaba que sus cejas se habían fruncido y estaba mascullando entre dientes.

Y eso que ni siquiera había hablado.

Tampoco le dió tiempo de preguntar cuando Spreen ya había abierto la boca.

— No me gustan las manzanas rojas.

Ah.

Bueno, ese dato Roier no lo sabía.

— ¿No hay manzanas verdes por ahí? —Spreen señalaba la cesta de picnic mientras intentaba quitarse el sabor de una fruta que obviamente no le gustaba.

Pero según Roier, ya lo había visto comer manzanas rojas antes.

Estaba confundido.

— Osea, ¿las odias?

— No las odio —enfatizó —pero prefiero las verdes.

— ...Ajá.

Spreen sacó una manzana verde de la cesta y comenzó a comérsela bien a gusto mientras Roier intentaba llenar algún hueco en su memoria.

Debía verse muy gracioso desde fuera, porque el chico soltó una risilla y fue más directo que antes.

— Tipo, cuando como manzanas rojas es que no tengo más opciones o debo hacerlo, ¿entendés? —le dió un mordisco a su manzana verde —prefiero más las verdes porque tiene un toque ácido, me gusta más.

— ¿En serio? Para mí las dos saben casi igual.

Es que Roier tampoco prestaba mucha atención a esas cosas.

Y entonces cayó en cuenta de algo.

— Spreen, puede ser que seas...¿mañoso al comer?

Cuando el otro dejó de masticar la fruta y tragó grueso supo que le había atinado.

— No soy mañoso.

— A poco. No hay de que avergonzarse.

Para Roier esa información era completamente inútil, pero no iba a escatimar en molestarlo gracias a eso.

— Está bien, bro. Yo también soy algo mañoso con la comida, no te hará daño admitirlo.

— No soy mañoso —repitió Spreen.

Roier se tapó la boca para disimular su risa mientras el otro le hacía un gesto claramente desaprobatorio bajo las gafas.

Chasqueó los dientes y volteó los ojos hacia otro lado, moviendo su cuerpo para acomodarse mejor, el oso sintió un fuerte dolor proveniente de su tobillo.

Un recordatorio de que aún estaba curándose.

A simple vista no se notaba, pero Spreen hace días tuvo que improvisar un torniquete y sacar veneno ese día de la cueva, era normal que el proceso de curación fuese más tardío.

Möbius [Sproier]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora