XVI

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En algún momento Roier llegó a pensar, que nunca se podría acostumbrar a la sensación que era regresar.

— Oye Aldo, pásame las cebollas.

Quizás no estaba tan equivocado.

Mientras picaba los vegetales para saltear el pescado recién traído por Mariana, estaba inusualmente silencioso.

Hundido en sus pensamientos de lo que había ocurrido la vez anterior, se vió orillado a apuñalarse para poder escapar.

Podía sentir en ese momento como su cuerpo gritaba en contra y los hilos que lo controlaban se apretaron hasta casi matarlo ahí mismo.

¿Era eso lo que había sentido Spreen y lo que podía haber causado que Shadoune lo matara en la otra ruta?

Era un sentimiento horrible el tener a ese muñeco del demonio enlazado y la única manera de zafarse del control era suicidarte o ser asesinado.

Estabas prácticamente condenado.

Los cortes de la tabla fueron detenidas cuando Roier parpadeó, mirando hacia su lado derecho repitió;

— ...¿Aldo? La cebolla...

Estiró la mano ante la ausencia de su amigo, pero éste parecía más distraído en otra tarea.

— ¿Mmm? Ah, disculpa Roier, si quieres yo lo hago. Puedes ayudar a Osvaldo con las mesas.

El susodicho arqueó la ceja pero no cuestionó.

— Okay.

🐻🕸️

— Este pescado está delicioso men, ¿qué le pusiste? Que bueno está.

Mariana parecía disfrutar mucho de la comida improvisada recién preparada, Aldo le comentaba igual de contento mientras Roier...bueno, él estaba un poco en una sintonía diferente, pero no era culpa de sus amigos precisamente.

Él mismo estaba en su propio mundo.

Un mundo donde él estaba en un laberinto interminable, que solo tenía una salida.

Ya estaba consciente de que muchos acontecimientos habrían pasado mientras él había estado en tranquilidad con Aldo y Mariana. Pero, ¿no era lo más sensato ir de a poco?

Tampoco es como si ganara en absoluto si se apresuraba, ya lo había comprobado.

Las decisiones correctas había que probar y descartar.

Roier suspiró.

— ¿Hm?

Aldo y Mariana le estaban mirando, su conversación igual de incesante ahora estaba silenciosa.

— ...¿Te pasa algo, bro? —preguntó Osvaldo.

— ¿Porqué lo preguntas?

— Has estado distraído desde que despertaste. ¿Te duele la tripa? —secundó Aldo, realmente se veían preocupados.

Por un segundo, se detuvo a saber qué responder.

Hasta hace poco se había arrepentido de haberles ignorado abruptamente cuando ellos eran sus mejores amigos.

Ahora mismo solo estaban compartiendo una comida, no compartiendo postres en un funeral.

Carraspeó, un poco avergonzado.

— No, es solo que...¿alguna vez, sintieron como si intentaran ir a contracorriente, pero igual la marea los empuja?

Sonaba a algo que sacaría de un libro de poesía barata, y esperó risas ajenas.

Möbius [Sproier]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora