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— Entonces...

Era turno de Roier de estirarse sobre la manta extendida en el césped. El dolor de cabeza ocasionado por el pitido se había atenuado, así que mínimo podía relajarse un poco.

El cielo estaba claro, aunque un poco ensombrecido por las nubes grisáceas y los vientos levemente fríos.

Esperaba que no cayera lluvia ácida.

No habían disfrutado por completo del picnic como se tenía planeado originalmente, tenían la comida fuera de la canasta, y los paquetes de frutos secos sin usar, estaban desparramados por toda la manta.

Sería una pena el desperdiciarlos.

Bastante conveniente en ese momento, que Spreen tomó una de las tostadas a medio untar con mermelada y se la llevó a los labios, algo pensativo sobre lo que iba a decir.

Parecía verse mejor después del pitido repentino también.

El castaño dejó escapar un suspiro que no sabía que estaba guardando y cerró los ojos por un momento, dejándose llevar por la brisa fresca de la tarde.

Cuando sintió como el chico sentado a su lado se volteó hacia su dirección, y se quedó así por un rato.

— No te duermas —le dijo.

— Estoy descansando los ojos, no me voy a dormir.

Siguió sin cambiarse de posición, en su lugar, Roier escuchó como una bolsa de frutos secos era abierta y Spreen comenzaba a comer de a poco lo que contenía el paquete.

Eran dulces crocantes.

Entre masticar y tragar, con Roier más allá que acá, descubrió que Spreen tenía el mal hábito —además de insultar—, de a veces tomaba pausas muy largas en cada conversación, sin saber si era adrede o inconsciente.

Cuando pensaba que no diría nada, diría algo, como ahora;

— Roier, volviendo a lo que estábamos hace un rato.

— ¿Sí?

Roier se puso las dos manos atrás de la cabeza, acomodándose mejor en su posición acostada. El ruido de la bolsa de frutos secos aún sonaba.

— ¿Qué me ibas a decir? —Spreen se llevó unos cacahuates a la boca.

— ¿Sobre qué? —Roier se hizo el desentendido.

El ruido de la bolsa se atenuó un poco, y de nuevo, siguió una pausa no tan larga donde en vez de que Spreen hablase, Roier sintió como le tiraba algo a la frente.

¿Era...un maní?

Abrió levemente uno de sus ojos.

— ¿Qué estás haciendo? —Roier se pasó la mano, y confirmó que sí era un maní.

Si estaba bueno o no, igual se lo metió a la boca.

— No te hagás el pelotudo. Hablo de lo del PvP.

Ah, eso.

Spreen ya se había acabado una de las bolsas de frutos secos, ya buscando otra para abrirla, Roier sopesó sus posibilidades.

— Ah, eso...digamos que Rubius tuvo algo que ver...

Vio de reojo como Spreen dejó de comer sus frutos secos y bajo sus gafas sus cejas se contorsionaban, dudosas.

Esto estaba entre sus posibilidades.

— ¿Rubius otra vez? ¿Que hacía ahí?

— No lo sé. —se encogió de hombros, intentando actuar desentendido.

Möbius [Sproier]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora