Pov. Elizabeth
Ambos estábamos solos, en esa habitación silenciosa. Bajo la luz de las velas, como un ambiente romántico. Los dos estábamos cenando en total silencio. Sentados frente a frente.
Mis manos temblaban y tomaba torpemente las cosas. El hecho de estar solo y en silencio me ponía nerviosa.
Pude observar que Arthur estaba en total calma y en silencio.
Yo... yo solo temblaba.
Yo solamente tenía un pequeño vestido para dormir. Encima de este llevaba una bata para poder taparlo.— oye - Arthur me saco de mis pensamientos - ¿Esta todo bien? —.
— ¿si por qué? —.
— Desde que nos sentamos a cenar, ni le has dado ni una sola probada a tu plato - Arthur la observó —.
— Disculpa, es que estoy tan inmiscuida en mis pensamientos que me pierdo por unos instantes —.
— ¿Estás nerviosa por qué los quedamos solos? —.
hubo un silencio incómodo alrededor del comedor.
— Un poco - Elizabeth miro hacia otro lado.
— Elizabeth, no voy a hacer nada de lo que tú no quieras. Yo te respetaré a ti y a tu espacio —.
— Agradezco tu comprensión. Yo realmente estoy muy nerviosa. Espero no lo tomes a mal —.
— Elizabeth, no voy hacer nada de lo que tú no quieres. Te lo repetiré una y otra vez, sin parar. Estoy aquí para cuidarte y protegerte y si te sientes sola puedes dormir en mi habitación. Yo dormiré abajo —.
— y si no quiero... únicamente...dormir —.
Los ojos de Arthur calleron directo al rostro rojo de Elizabeth.
— Entonces.... ¿Que quieres haces? —.
— Quiero.... estar contigo... quiero que me hagas tuya —.
Arthur estaba sorprendió ante las declaraciones de Elizabeth. Sabía que en ese momento el podía hacer lo que quisiera con ella, al encontrarse completamente solos. La libertad de poder ejercer su sexualidad sin ataduras.
— Eso... es peligroso para ambos —.
Elizabeth lo miro confundida — ¿Por qué será peligroso? —.
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𝐃𝐞𝐬𝐭𝐢𝐧𝐨 𝐢𝐧𝐦𝐨𝐫𝐭𝐚𝐥
FantasyArthur Havisham ansiaba poder y riqueza. Tal vez era una cara bonita, pero su codicia era grande, Tal vez llegó a sentir amor pero fue lo más minimo pero poder le hacia perder la cordura. Yo mori injustamente acausa de su avaricia. Pero el recuerdo...