Capítulo 4: El que juega con fuego...

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POV Rose


-Ves, te dije que eras perfecta para esto.


Dimitri y yo estábamos de vuelta en nuestra habitación, después de vivir uno de los días más largos que he tenido. Tuve que enfrentarme a 4 grupos diferentes de moroi adolescentes, la mayoría de los cuales eran parte de alguna de las familias reales, chicos engreídos y, lo peor de todo, acostumbrados a no derramar una sola gota de sudor.


-       ¿Bromeas? Quise asesinarlos prácticamente todo el día, no puedo creer lo malos que son, tal vez no es tan buena idea que aprendan a luchar, si en las prácticas están a punto de morir o asesinar a alguien, imagínate ahí afuera, con 1 o 2 strigoi a su alrededor.-

La primer clase, tal y como mi ruso favorito me había aconsejado, la utilicé para comenzar a preparar físicamente a los moroi, los mantuve corriendo prácticamente las 2 horas alrededor del gimnasio. No pude evitar sentirme nostálgica y un tanto divertida al recordar cuando yo estaba en su lugar y Dimitri en el mío, claro que había marcadas diferencias, ni en el peor de mis días tuve un rendimiento tan bajo, me obligué en múltiples ocasiones a recordar que ellos eran neófitos en todo esto de la lucha así que les daba prolongados descansos entre una y otra vuelta.

En uno de esos descansos del último grupo del día, una de las insípidas moroi, Danielle Ivashkov, prima lejana de Adrián, tuvo la fascinante idea de poner en práctica lo aprendido en su clase anterior de "Magia ofensiva con aire" e intentó derribar a su compañero, Jonathan, del que no recuerdo el apellido, con una ráfaga, pero ¿a qué clase de estúpido se le ocurre lanzar una tromba de viento cuando apenas si eres capaz controlar un suspiro y, por si fuera poco, en un gimnasio cerrado lleno de armas e inútiles moroi?

Pues la respuesta fue, a Danielle que obviamente fue incapaz de controlar aquello y sólo provocó que sus compañeros salieran lanzados hacia las paredes y que el ventilador que colgaba encima de su cabeza cayera directamente en su dirección. No quiero ni pensar lo que habría sucedido si no llego a tiempo para apartarla de su trayectoria, sin duda, habría puesto fin a la carrera más corta como profesora de toda la historia, además, podía escuchar la risa ensordecedora de Adrián al saber que no pude evitar que su prima sufriera semejante accidente en la primer clase.

-       Es el primer día, no seas tan dura con ellos, recuerdo a cierta dhampir con el mismo instinto rebelde.-


-       Una cosa es ser rebelde, y otra muy diferente, es ser idiota.-


-       Esa boca, Roza, ahora eres mentora, deberías moderar más tu lenguaje.-


-       Sí, sí, como digas Camarada.- Discretamente, volteé a ver el reloj de la mesilla, las 7:00 a.m., madrugada en nuestro mundo, perfecto, era hora de recomenzar con el juego.


-       Dimitri, recuerdo levemente, cierta promesa sobre no dejarme marchar de la habitación, ¿o estás demasiado cansado?-


Lo senté sobre la cama y me puse a horcajadas sobre él, lo miré directamente a los ojos mientras jugueteaba con mis labios y acariciaba sensualmente su espectacular torso, le quité la sudadera y, lentamente, la lancé al piso, luego me acerqué a su cuello y comencé a besarle justo donde y como sabía que a él lo enloquecía, soltando suaves mordiscos por aquí y por allá. Su respiración estaba a mil por hora, podía sentir como se le escapaban leves gemidos ante el contacto de mis labios.


-       Roza, mi Roza.-


Me tomó por la barbilla y, como si fuera la más delicada de las flores, levantó mi rostro hasta que estuvo a la altura del suyo, su mirada, llena de excitación y de amor, me cortó la respiración, cuánto amaba y necesitaba a este condenado ruso. Tomé su la mano que tenía sobre mi rostro y la acerqué a mis labios, uno por uno bese esos dedos perfectos que habían resultado ser tanto armas letales como transmisores de amor y placer. Cuando terminé, él acercó su boca a la mía, pude saborear su aliento y justo cuando iba a besarme, ocurrió lo que había estado esperando.

-       ¡Knock, Knock! ¿Rose? ¿Rose, estás ahí?


-       Es Mia, olvidé que quedé con ella, Jill y Karp para una noche sólo de chicas.-


-       ¿Qué? No puedes, no en este momento, ellas pueden esperar.-


Intentó atraparme entre sus brazos pero yo estaba preparada para ello así que logré esquivarlo, y qué bueno que lo hice porque no podría haber reunido el coraje suficiente para dejarlo de haberme visto de nuevo envuelta en sus besos y caricias.


-       ¿De qué hablas Camarada?, no puedo hacer algo así, sabes lo mucho que odio el quedar mal con mis amigos, eso de romper compromisos no va bien conmigo, pero no te preocupes, date una ducha, duerme bien y quizá mañana podamos continuar donde nos quedamos.-


-       Está bien Rose, nunca más volveré a engañarte para que te levantes de la cama, aprendí la lección, pero no puedes hacerme esto, por favor, te quiero, te necesito.-


Todo en mi interior me gritaba que me quedara, al diablo la revancha, qué más da, yo también lo quiero y lo necesito, pero, si hay algo que odio más que ser engañada, es parecer débil, empecé el juego y voy a terminarlo.


-       Lo siento, créeme, esto me duele más a mí que a ti.-


Y ante su mirada de incredulidad mezclada con frustración, abrí la puerta de la habitación y me dirigí a pasar la noche de chicas que le había prometido a Mia, odié el ser tan testaruda, el orgullo se me apetecía demasiado amargo en estos instantes pero lo dulce de haberle demostrado, utilizando sus mismas palabras y artimañas, que conmigo no debe jugar o se va a quemar, me reconfortaba en cierta medida aunque, realmente, yo también iba a necesitar esa ducha.

Nada es eternoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora