1. Introducción.

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Frank conoció a Gerard en el jardín de niños. El pelinegro jugaba con una muñeca Barbie en el patio de la escuela mientras un par de niños molestos lo fastidiaban por detrás, sin embargo a este parecía no molestarle en absoluto. Él era nuevo, se había mudado desde Italia con sus padres hacía una semana y recién lo habían integrado al curso. No era muy platicador, tampoco tenía buena cara y, a pesar de que su madre le dijo que hiciera amigos, es lo que menos quería en ese momento. No respondió al saludo de unas niñas que intentaron sentarse a su lado en clase, no respondió a unos niños que intentaron pasarle la pelota en la cancha. No respondió a los que trataron de sentarse a comer con él, por lo que rápidamente huyó del sitio hacia donde estaba la caja de arena, y es ahí cuando lo vió. No pidió su ayuda, duda que siquiera lo hubiera visto, pero, por primera vez en días, sintió la enorme iniciativa de acercarse a alguien.

– ¡Déjenlo en paz!– admite que como le recuerda, se ve demasiado ridículo. Sin embargo, no se arrepiente cuando recuerda de igual modo empujarlos y tirarles arena en la cara–. Si vuelven a molestarlo, se las verán conmigo.

Tenía una naríz muy respingada, con los ojos verde en tinte esmeralda, los cuales le miraron con sorpresa, regalándole una sonrisa.

– Soy Gerard–se presentó él. Recuerda decirle su nombre sin mucho ánimo–. Ellos siempre me molestan, ahora lloran como niñas. Seguro te acusarán con la maestra... ¡tranquilo!, tengo una idea, la maestra me creerá–. Le miró poco convencido pero no dijo más, solo asintió–. ¡Hey!, ¿quieres ir a mi casa después de la escuela?, mamá podría llevarte de vuelta a tu casa al terminar. Podríamos jugar videojuegos, mi hermano Mikey y yo tenemos una gran colección–. Alzó una ceja dudoso mirando hacia un lado por donde había dejado tirado las muñecas–. Oh, si, también tengo de estas, si quieres igual podemos jugar con ellas.

– No... yo prefiero los videojuegos– Gerard le miró un par de segundos antes de sonreír.

– Videojuegos será.

~

Actualidad.

Despertó con una horrible jaqueca, algo que no le pasaba desde la preparatoria. Una ligera brisa hacia su nuca le hizo replantearse su entorno. Su mirada repasó la cama en la que estaba, el tono coral de las sábanas le indicaron que era la habitación de Gerard. Alcanzó a mirar, de primera instancia, una de sus piernas, que se enroscaba en una de las suyas. Subió la vista logrando apreciar su piel, que siempre había sido tan blanca, casi al color de la leche.

Estaba desnudo.

Le abrazaba con cuidado, con su rostro delicadamente puesto encima de su hombro. Las imágenes de la noche anterior empezaron a explotar en su cabeza: Un Gerard despechado por que su novio le había dejado por una chica, compró una botella de tequila y como dos docenas de latas de cerveza. Había decidido tomar hasta morir y recuerda un par de pucheros en su rostro al despedirse de él cuando iba de salida al cine. Resopló con hastío cancelando sus planes y tomando el primer caballito con limón. Gerard saltó como un conejo hacia él empezando a cantar "love is a battlefield" de Pat Benatar. Era su canción favorita desde que tiene memoria.

Recuerda mirarlo cantarla a todo pulmón mientras lloraba vagamente en esos trapos rosas satinados que se atrevía a llamar pijama. Le miró pasar por todas las fases del duelo de un momento al otro para después, al tiempo en el que prendía un cigarrillo, sacaba de su armario ese maldito juego con el que sentenció esa noche.

Habían jugado antes "Concept", este era un juego de mesa el cual consistía en explicar un concepto, película, o cualquier otra cosa para adivinar al final la palabra secreta de la tarjeta. Casi dice que no, pero Gerard ya le había puesto ojos de huevo mientras batía las pestañas de ese modo desconsideradamente encantador. Sin otro remedio que jugar, perdió la cuenta de los caballitos que el pelinegro sirvió en frente suyo cuando fallaba alguna respuesta, bebiendo hasta el fondo. Bueno, él también era muy malo adivinando en su estado, por lo que los tragos que tomó fueron en cantidad similar a la suya y, cuando el tequila se terminó, las latas de cerveza le sabían a agua.

Fue entonces cuando el karaoke empezó, en su estado ya era inútil negarse, con balbuceos extraños, incoherencias en las letras, apostaron sus prendas a la canción perfecta. No recuerda con cual canción perdió la mayoría de las suyas, quedando en ropa interior, pero puede vagamente rememorar que Gerard no pudo terminar el coro de "Call me" de Blondie cuando lo único que le quedaba era ese cachetero satín en las piernas. Se miraron largo rato con la música de fondo haciéndoles compañía, sus manos tomando la prenda de los pliegues, bajando esta lentamente. Tragó duro, queriendo decirle que parase, que era suficiente, que no tenían que llegar a ello. Que podían simplemente apagar todo e ir a dormir. Ya habían bebido suficiente.

Pero no lo hizo, no dijo nada. Solo lo miró, completamente desnudo frente a él. Delicado, pulcro, con la piel blanca, la cual parecía brillar aun en la semi oscuridad de la habitación. Recuerda pensar en la incógnita de la suavidad de su desnudez, acercándose lentamente con la mano extendida hacia él, tocando entonces su pecho. Gerard solo miraba sus manos, sin nada que decir, más que respirar y seguir sus movimientos.

Lo había impulsado hacia la cama, él lo tenia entre las piernas, pareciera un espacio perfecto creado para él. Love is a battlefield volvió a sonar de fondo y sus labios ya estaban en los suyos. Sus brazos lo aprisionaron desde la espalda, acariciando su pelo. Claro que recuerda su tacto, sus dedos se retorcían entre él. Besó su cuello, sus hombros, mordió su clavícula, escuchó una queja de su parte pero Gerard estaba tan duro que no le importó. Se sorprendió que él igual lo estaba, tanto que le iba a explotar dentro de la ropa interior.

Se la bajó como pudo y no pudo pensar en nada más. Los recuerdos que siguen quedan a la imaginación. Los enumera borroso en su mente, pero se aturde ante el recuerdo de sus gemidos.

Se levantó con cuidado de no despertarlo, recogiendo su ropa de todo el desorden causado, saliendo de ahí enseguida. Se encerró en su habitación casi como un cobarde, metiéndose a la ducha, dejando que el agua se llevase el tacto de sus manos que aún podía sentir en la espalda. Era como despertar de un coma. Aturdido.

Y bueno, podría catalogarlo como una noche de sexo casual en sus contables 28 años, con la única cuestión de que, y recapitula en uno: Gerard es su mejor amigo, abiertamente homosexual, con el que cohabitaba y, dos: él no era gay. 

Amigos~ Frerard.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora