6. La felicidad es una mariposa.

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Su mente estaba hecha un desastre, trataba de analizar lo que acababa de pasar, pero simplemente no podía. Es decir, tenía que decirlo, ella tenía que saber. Él no era...

— Gay — Jamia apretó los labios con fuerza. La noche era fría y estaba acorralada.

— Lo estabas besando, Frank.

— Se que se veía de esa forma, pero —

— ¿Desde cuándo? — Frank respiró profundo, negando.

— Es, yo no, no lo sé, un par de meses.

— ¿¡Meses!?, oh no, no, no, no. Me estás viendo la cara de estúpida.

— Jam —

— ¡No me toques! — su mirada era acusadora, mordaz, tan despectiva que se dio asco así mismo —. Además de Gerard, tú...

— ¿Qué?, Jamia ya te dije que no soy gay. No me gustan las pollas, ¿okay?, no me apetece nada de eso — señaló el bar tras suyo y se relamía los labios con desesperación. 

— ¿Y que era lo que ocurría entonces con Gerard?

¿Qué ocurría con Gerard?, era la pregunta más ensordecedora que le habían hecho en mucho tiempo. Los minutos pasaron y no pudo responder, por lo que la chica terminó por irse lejos de él. No lo impidió. En cambio, tomó las llaves de su camioneta, se subió a ella y condujo lo más lejos que pudo al otro extremo de la ciudad. Entró a una cantina de mala muerte y sin fijarse en nada más, pidió tantas cervezas como pudo, hasta que amaneció. Un par de chicas se acercaron a hacerle compañía y él sólo sonreía negando.

— Vamos a cerrar, hijo — le dijo el cantinero. Un viejo llamado Ralph que había intentado hacerle platica toda la noche sin éxito. Sin embargo había sido de gran ayuda cuando intentó ir al baño por tercera vez y sus piernas ya no le respondían.

— Te mereces una gran propina — sacó un billete de cien de su billetera y le sonrió al hombre. Este le hizo ademán de esperar.

— Sea lo que sea que ocurra, ya pasará — acentó frente suyo un pequeño vaso que pudo oler era café. Aquel gesto le dejó dubitativo minutos eternos en el asiento de su auto. Se lo tomó todo, esperó una hora y condujo más compuesto a casa.

No pensó mucho al caminar hasta su habitación, siempre dejaba la puerta entre abierta, pudo verlo envuelto en sus sábanas, abrazando a un viejo peluche de apa que compraron en una convención de cómics hace un par de años atrás. Se acercó a él, acariciando suavemente con su pulgar su mejilla.

¿Qué ocurría con Gerard?, fue la pregunta que rondó su cabeza en los siguientes días. Salía antes de casa, llegaba más tarde de lo normal. Trataba de llamar a Jamia para arreglar las cosas, iba de tragos con Ray y Bob, incluso visitó a su madre y se quedó a dormir con ella, en la vieja habitación que compartió con Gerard un par de años atrás.

Sus camas estaban intactas, los póster arrugados de Blondie, un par de converse viejos. Un par de cajones vacíos, a excepción de uno de ellos, el cual contenía una hoja arrugada. La abrió y sus ojos se engrandecieron por completo. Casi lo había olvidado, quizá hasta lo ignoró y por ello su mente no fue capaz de recordarlo. Una absurda nota, de cuando iban en la escuela media.

【 Gerard se había pintado el pelo de rojo, era una etapa importante, según él. Iba a ser hora de enfrentar a una lista de pretendientes que fingían no fijarse en él pero que seguro morían por besar sus labios, fueron sus palabras. Alguno de ellos sería afortunado de invitarle al baile de graduación.

Pero no pasó, nadie lo hizo, y eso le deprimió. Se despintó el pelo y entró en una crisis de la que no podía ni salir de la cabina del baño por vergüenza. Él practicaba en la sala de música cuando escucho a algunos chicos hablar de ello. Resoplando con ganas tremendas de decir, "te lo dije", negando y esperando a que sea algo que él mismo resuelva.

Amigos~ Frerard.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora