3. Gerard.

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Despertó con la coxis entumecida. Demasiadas partes de él que ardían, quemaban, le escocía la piel. Solo estaba él, por lo que supuso que Frank había huido de nuevo. No le sorprendió. De hecho, es bastante ya que aquello se hubiera repetido.

Se puso de pié colocándose la ropa interior, su pijamada favorito de satín, mirando por donde recogió esta, que el castaño había dejado la camisa que utilizó la noche anterior. La tomó observando cada detalle, acercándola hasta su rostro, oliendo la fragancia de Frank en ella, aún seguía impregnado, el toque amaderado de su perfume. Sintió un cosquilleo en la zona baja de su abdomen, y el punzón de su trasero le recordó la bestialidad de la noche anterior. Ese hombre era insaciable.

No podía descifrar como es que todo había ocurrido de tal forma, sobre todo por tratarse de Frank. Su mejor amigo. Aquel que siempre lo había cuidado como un hermano menor, el que se había encargado ya tantas veces de consolarle por la ruptura de sus ex novios. No entiende como pudieron pasar de un reto de karaoke o deliberantes gemidos y azotes que le hicieron morder la almohada. Se sonrojó de recordarlo. Sobre todo por que no era la primera vez que veía a Frank desnudo, se había duchado con él cuando eran niños. Bueno, su cuerpo había cambiado, pero era lo mismo, jamás había existido aquel interés sexual entre ambos, más que comadería. Suspiró.

Hizo café, comió un par de tostadas con mantequilla de maní y se dio una ducha. Frank no estaba en casa, suponiendo que estaría en el trabajo, se dio una ducha y se fue al suyo.

Trabajaba en una editorial de cómics, era editor adjunto encargado de algunos títulos de DC bastantes reconocidos. Le iba bastante bien y se jactaba de siempre entregar los trabajos más impecables. Era muy perfeccionista. Ese día, no tan diferente a los demás, realizaba una propuesta de marketing para uno de sus títulos cuando el celular sonó.

– ¿Estás ocupado?–apretó los labios sintiendo ese ligero cosquilleo en el estómago.

– Trabajando, naturalmente. ¿Por qué?, ¿vas a invitarme a comer?–vaciló. Un corto silencio le hizo empezar a ponerse nervioso, lo cual era extraño, puesto que en realidad, era la primera vez que se sentía de esta forma hablando con él–. ¿Frank?

– Mamá quiere que vayamos a comer el día de hoy-dijo al fin. Sonrió genuinamente dando vueltas en su silla, escuchando las rueditas de esta rechinar.

– La tía Linda siempre hace las mejores comidas, ¿pasas por mí?

– Te veo a las 2– y colgó. Miró el celular tomando una gran bocanada de aire, dejándolo de lado y continuando con su trabajo

Miraba la hora constantemente, carraspeando de vez en cuando. No sabia como comportarse frente a Frank a partir de ese momento. Es decir, era su mejor amigo, constantemente cuidaba de él, era el único que podía comprenderlo. Le quería de una forma que no podría comparar con la de alguien más, era la persona con la que había compartido las navidades de más de la mitad de su vida, 23 para ser exactas. Es el mismo número que habían compartido de su cumpleaños, ieroweens, día de gracias, las pascuas, y los viernes de karaoke cada mes. Sorpresivamente, fue uno de esos momentos de karaoke que los llevó en parte a esa nueva situación en la que estaban. Y aunque era maldita mente loco, admitiendo en lo más profundo de sí que el sexo con él era una nueva experiencia que le había causado estragos terriblemente deliciosos, tenía muy en claro la cosa más importante de todas: no quería perder su amistad.

Dio punto final al proyecto mirando la hora, cerrando su laptop, despidiéndose de alguno de sus compañeros, y tomando su mochila para así salir de ahí. Frank calaba de un cigarrillo Malboro rojo con unos lentes de sol sobre su rostro, apoyado a esa vieja jeep negra en el estacionamiento de su trabajo. Le miró con una sonrisa ladina alzando la mano y saludando entusiasmado.

Amigos~ Frerard.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora