8. Solo un pequño instante.

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Las cosas no habían salido muy bien en los últimos días. Después de la patada que le había metido la doctora Williams, nada había sido lo mismo. No tanto por el gran impacto de la noticia, sino por como su hermano con el que apenas y tenía contacto parecía no querer despegarse de él, de buenas y a primeras, lo cual hacía a su mejor amigo voltear los ojos cada que el Michael Way los iluminaba con su presencia.

Frank parecía la mayoría del tiempo perdido, se la pasaba en el rincón, semi acostado en ese sofá gris, sin mucho o nada que decir, solo miraba atentamente a la enfermera cuando venía a cambiarle el suero o administrarle más medicamentos. En ocasiones, cuando no era ayudado por ellas para ir al baño, este se encargaba de cargarle entre sus brazos, se miraban mutuamente, Frank con un gesto inquebrantable, como la persona en la que podía confiar más allá que en cualquiera en el mundo y él, con un agradecimiento profundo, como siempre había sido, pensó en lo más profundo de su mente, después de todo, él era todo lo que tenía en la vida.

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— ­­¡Felicidades!, has aumentado cinco kilos. Podrás irte a casa — Williams le sonrió con sinceridad a lo que solo asintió sintiéndose débil y pequeño, pero mejor que cuando recién ingreso hacía un mes atrás. No había podido dormir en su propia cama desde entonces. Justo cuando las gelatinas empezaban a encantarle.

— Genial, eso es excelente. ¿cuándo podríamos programar el alta?, debemos preparar algunas cosas en casa. Kristin está emocionada al respecto.

— ¿De qué estás hablando? — Gerard le miró confuso mientras Frank le ayudaba a sentarse de nuevo en la silla de ruedas.

— Eres un hombre embarazado, obviamente no querrás pasarla solo.

— No está solo. Vive conmigo— los ojos de su hermano se entornaron fijamente al tatuado. Era como una batalla de miradas, conocía bien, muy competitivas. Aquello acabaría mal de una forma u otra.

— Lo siento, pero que vivan juntos no significa que seas su niñero, Frank. Hasta ahora le has ayudado demasiado, pero, ¿un embarazo?, por favor viejo, sabes que es no va ser cómodo.

— Oh, claro. Lo dice quien le dejó de hablar apenas supo que su hermano es homosexual. Si no mal recuerdo te dejaste llevar por lo que tus padres pensaban, ¿no es así?, ¿no fuiste tu quién le acusó de no ser lo suficientemente puritano?

— ¿Tú qué sabes al respecto, Iero?, ¡Tenía 16 años!, ni siquiera pagaba las cuentas.

— Claro, ya han pasado diez años y, ¿no tienes ya dos hijas?, pagas tus cuentas muy bien ahora. No recuerdo que hayas querido contactarte con tu hermano recién.

— Bueno, bueno, bueno. Les voy a pedir que se detengan ahora los dos. Ya fue suficiente. Este es un hospital, y así como han demostrado estar aquí para Gerard estos días, espero que demuestren su respeto hacía este lugar que los a albergado este mes.

Ambos miraron a la doctora Williams con escepticismo, mientras él de nuevo trataba de no tener otra arcada ahí mismo. Las miradas de ambos se enfocaron en él, era como mirar a un desahuciado. Recién había adquirido algo de color en las mejillas, y sentía que tenía un ligero bulto en el abdomen creciendo cada día.

— Se les ha olvidado a ambos, que es mi decisión— dijo entonces. La cabeza le estaba palpitando. Negó—. Quiero ir a casa.

Había tenido suerte al recuperar su empleo desde casa, la póliza de seguro era bastante buena. Al mirar su habitación de nuevo se sentía diferente. Las boas rosas acabaron en una caja al fondo del armario, junto con todo un sinfín de cosas que no veía útiles en ese momento. Si bien, su estancia en el hospital poco le había servido para asimilar su situación. Estar embarazado era algo completamente nuevo, su cuerpo se sentía distinto, se sentía de cristal. Sacó sus sudaderas viejas y se sintió tan a gusto en ellas que las acogió como su mejor vestimenta. Dejó una sobre la cama antes de tomar una ducha y se sorprendió cuando sintió la presencia de Frank tras suyo alerta, ayudándole a entrar. Su habitación tenía la única bañera de la casa, aprovechando llenarla y sentarse lentamente en ella para relajarse.

— No te puedes quedar ahí todo el tiempo— murmuró con los ojos cerrados. El suspiro pesado de Frank le hizo mirarle, ahí justo al borde del lavamanos. Sus ojos, avellanas, se veían demasiado claros con la luz colándose por la ventana, estaba con una camisa a cuadros roja y unos jeans que le recordaban al Frank Iero de la universidad. Sonrió—. Anda, dilo.

— ¿Qué cosa?

— Oh, no. No voy a jugar al gato y al ratón contigo, estoy muy exhausto. Conozco esa mirada tuya, Frank. Has aguardado todo un mes, ya no es necesario. Solo dilo.

— Gee...—le miró con cautela y él solo apretó los labios sin desistir—. Sería estúpido preguntar cómo paso, es solo que, ya sabes, no sabía que no usabas protección y, es decir, ¿quién es el padre? —ah, touche.

— Ha sido tu monologo más estúpido.

— Dame crédito—ambos sonrieron y entonces lo decidió. No iba a jugar con ello, no iba a mentir.

— No he tenido sexo con nadie más desde que Jared y yo rompimos meses atrás. No use protección por que no sabía que la requería hasta este día. Es decir, la probabilidad de que fuese uno de esos hombres que pudiera embarazarse era muy baja. No lo averigüé tampoco, quizá fue culpa mía, así que lo siento— Frank asintió. Se acercó lentamente a él y se sentó a un lado suyo. Metió una de sus manos tatuadas al agua y acarició su vientre, aquello le estremeció.

— Vamos a ser padres, eh—parecía una broma.

— Si, creo que sí...—fue en ese momento, cuando la calma de ese instante, tan profundo y mutuo, llenó su pecho, que rompió a llorar como un pequeño. Frank le abrazó, le arrulló, besó su frente, terminó de bañarle y le ayudó a salir de ahí. Le colocó la sudadera de Kansas City y unas vermudas negras. Sonrió de esa forma chueca que tanto le caracterizaba y él le correspondió.

— Soy tu mejor amigo, y el padre de nuestro hijo. Estoy contigo.

Eso fue suficiente para él en ese momento.

El segundo y tercer mes de embarazo fue una hilera de recuerdos al borde del inodoro. Las vitaminas, los antojos de muffins de plátano, las visitas sorpresa de su hermano en busca de reconciliar su relación familiar, las llamadas no contestadas de su madre, la grata sorpresa de Linda que se encargó de repartir besos por todo su rostro llena de felicidad. El cumpleaños de Frank que festejaron con una fiesta de disfraces entre sus conocidos. Él optó por portar un traje de calabaza embrujada y su mejor amigo portó un muy elaborado Frankenstein que le ayudó a vestir. Las visitas al médico para monitoreo constante y la novedad de que, al pasar de las doce semanas, su embarazo dejaba de peligrar, por lo que podía volver al trabajo.

Se sintió revitalizado de haberlo hecho, su primer día fue fantástico, editar en su zona de confort fue refrescante, que apenas y notó cuando el día terminó. Frank le había mandado un mensaje de que estaría retrasado para la cena y él solo le respondió que iría con calma a casa. No podía pasar más de una hora sin saber de él, aquello le causaba cosquilleos en el vientre. Estaba tan ensimismado en su teléfono que su voz fue como un balde de agua fría.

—¿Gerard? —su mirada se alzó hacia aquella voz conocida, como si de un fantasma tratase, y casi se sorprendió, sus mejillas se ruborizaron cuando él examinó su cuerpo, fijándose específicamente en su vientre—. ¡Pero qué sorpresa!

—Jared—él le sonrió con pena, jugándose el pelo negro algo largo que ya traía. Los ojos azules de ese hombre brillaron, y pudo sentirse como aquel Gerard locamente extrovertido que lo conoció cantando en un bar a media noche hace un año atrás—. Cuánto tiempo...

—¿Qué dices si te invito a cenar? —y aunque se supone que no debes aceptar la invitación de alguien que te dejó por una chica, él lo hizo.


Amigos~ Frerard.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora