13. Ser de ti.

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—¿Tienes frío?, puedo armar una fogata—Gerard le miró de esa forma que indicaba una aprobación en él, con sus pequeños dientesitos mostrándose en una pequeña sonrisa, se quitó la chaqueta y este suspiró de forma extraña, lo cuál le hizo voltearle a ver. Desvió su mirada enseguida observando el alrededor de la cabaña. 

—Es muy bonita. A nuestro meloncito le gusta—aquello le hizo carcajear.

—¿Así de grande ya es?

—Crece tan rápido—suspiró. 

—Lo hace... ¿Te gusta?, ¿la cabaña te gusta?

—Si, es muy hermosa. Muy acogedora... ¿Desde cuando te ejercitas tanto?—apretó los labios mientras sus manos trataban de colocar de forma apremiante la madera que reposaba en caso de emergencia a un lado de la chimenea. 

—¿De qué hablas?

—De esos... músculos enormes—le tocó de un momento al otro haciéndole respingar. El contacto suave y terso de sus manos frías le hicieron cerrar los ojos. Fue solo un instante, pero juraba que no lo había sentido tan cerca y confiado hacía mucho. 

El tacto se fue obligando a verlo, le sonrió de esa forma confiada que le hacía doblar las comisuras de sus labios, Gerard enseguida se enrojeció retrocediendo más pasos. 

—Un pequeño pasatiempo en las  últimas semanas, ¿te gustan?—bromeó. Pero él solo enrojeció cada vez más. 

—Voy a cambiarme—pudo simplemente retenerlo un poco más, pero lo vió tan avergonzado que solo le dio aún más confianza para lo que estaba planeando hacer. 




Miró la habitación amplia, limpia, bien acomodada, con aquellas sabanas lilas de algodón, esos cojines tejidos encima del pequeño sofa a un costado, su maleta era grande, no sabía que tanto había metido en ella pero Frank insistió en que sea la suficiente. 

Se sentía tan conmocionado por lo que había ocurrido días atrás que no se había detenido a pesar a que era lo que acababa de acceder. Estaba, completamente, solo junto a Frank en una cabaña remota a las afueras de Jersey. Solos. Su cabeza giró y tuvo que sentarse un poco y respirar. Así mismo, por primera vez en mucho dimensionaba la marcada línea que los separaba. Aquella que él mismo impuso. Aquella que, ¿por qué realmente lo hizo?, era muy difícil reconocer que no se acordaba en qué momento llegaron a eso. Estaba avergonzado. 

Continuó pensando en ello hasta que no pudo más, la cabeza le seguía dando vueltas y cuando menos lo imaginó, terminó durmiéndose. Al despertar la cabeza aún dolía, pero pudo ponerse de pie. Olía demasiado rico afuera, pudo ver las velas en el comedor, un perfecto caoba. Frank usaba como falda un delantal blanco que no sabe como consiguió, revolviendo con una de sus manos algo que pudo deducir era una rica salsa en especias. 

—¿Ya más recuperado?, te vi durmiendo y mejor me dediqué a limpiar y a cocinar algo para la cena. 

—¿Qué cocinas?—observó la botella de vino encima de la mesa, abierta y a la mitad. Observó la copa junto a él y sonrió.

—Pasta.

—Huele muy bien—sonrió—. Lo extraño mucho—. La risita de Frank se engrandeció, dejando lo que hacía para ir hacia el refrigerador, sacando de él una caja de cartón: juego de uva. 

—Supuse que dirías algo como eso. Vine preparado—lo recordaba. 

Mientras tomaba un vaso de la alacena, sirviendo ese jugo de uva, prueba de que había pensado en él, como la mayoría del tiempo lo hizo desde hace años, recordó por se había enamorado de él—: ¡Gerard!—. El vaso cayó al suelo rompiéndose en miles de pedazos. Frank fue directamente a él, observando sus manos y luego su rostro—. ¿Estás bien?—. ¿Era demasiado lento, o cómo se acordaba ahora de todos esos detalles?, quizá era idiota nada más. 

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⏰ Última actualización: Jan 31 ⏰

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