10. Cuesta arriba, cuesta abajo.

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Estaba algo molesto. Algo muy molesto. No era por su enorme vientre, ya tenía cinco meses pero parecía a punto de reventar. Tampoco era por las náuseas espontáneas matutinas, o los antojos nocturnos. Frank se encargaba de cada uno de ellos.
En realidad, era por su detestable y ruin hambre de sexo.  Oh, sí. Estaba terriblemente hambriento, realmente quería ser empotrado y correrse tanto hasta quedarse seco. Y seguramente no sería tan bonito de imaginar con un embarazado como él, por lo que no culpaba a Frank por no prestar atención a sus instintos carnales. Pero cuando su propia mano se volvió insuficiente, no pudo soportarlo más.

—Despierta—su rostro apoyado sobre la almohada, los ojos apenas entreabiertos, tuvo que secarse la poca saliva que había derramado, antes de enderezarse y mirar a Gerard con esa pijama rosa que le quedaba ya chica.

—¿Qué pasó?, ¿estás bien?, ¿nuestro bebé...?

—Él está bien. Bueno, casi... es culpable por todo este embrollo. Ya sabes, yo levantandote justo ahora—Frank apenas procesó lo que decía, asintiendo.

—¿Qué...?

—Tengamos sexo.

Frank tragó duro, mirando su propia seriedad, pareció pensarlo y suspiró.

—¿Es demasiado?—no se había sentido tan apenado nunca antes, nisiquiera cuando el propio  Frank se cambió frente suyo por primera vez a los doce. Recuerda mirar sus glúteos tan bonitos y redondos, que cree que fue ahí la primera vez que aceptaba cuanto le gustaba el sexo opuesto.

—Yo...—le miró suplicante bajando el rostro hasta donde su entrepierna estaba, observándose esta tan dura, que el mismo tatuado tuvo que bajarle los mini shorts, sentarle sobre la cama, y egullirlo enseguida. Abrió las piernas, le dio paso, y tiró el cuello hacia atrás, se mordió los labios escuchando el sonido de su boca y saliva mientras se esparcia en todo su miembro. Era alucinante, delicioso, arrasador.

Pero fue todo. Se corrió con fuerza, sonrió de dicha, y le miró con los ojos llorosos. Frank se relamió los labios y luego le abrazó por la zona del vientre, aquello lo acongojó.

—Tu padre tiene muchos antojos, por favor dile que la siguiente se le antoje más temprano—aquello lo apenó.

—Lo siento—Frank le miró y se acercó a él, pensó que iba a besarle los labios pero, su boca fue a parar a su frente.

—¿Te acompaño a la cama?



—¿Todo bien?—la mirada de Michael era inquisitiva. Él se sorprendió de que lo notase.

—Nada—alzó una de sus cejas y negó.

—¿Todo bien con Frank?—rodó los ojos.

—Excelente. Más bien, diría que en exceso preocupado por el hecho de que haya aceptado almorzar contigo.

—Era eso o ir a tu casa y hacer mi famosa lasaña. Te encantaría, a las chicas les fascina—su sonrisa era genuina. Se estremeció. Eran muy pocas las veces que había hablado con él. Frank decía que se había vuelto blando, él rodaba los ojos y le aventaba un cojín cuando abría la boca. Quizá era el hecho de que era una persona que no guardaba rencor en su corazón, (no lo suficiente como para ignorar a su hermano, que parecía interesado en él), toda la vida.

—Conozco a alguien que la odiaría—sus labios se amoldaron al popote de su bebida aspirando, observando el gesto poco alegre de su hermano.

—Frank es un cascarrabias. ¿Me explicas por qué vives aún con él?

—Es el padre de mi hijo.

—Obviando ese detalle, y haciéndolo de lado, ¿algun otro motivo?—alzó una ceja mirándole fijo.

—Es mi mejor amigo—continuó. Se relamió los labios tomando el cubierto en su plato, llevándose un bocado de pasta a la boca—, y supongo que seremos una pareja—. La risita de Michael le congeló.

—Vaya, ¿Frank y tú?, no lo hubiera, imaginado...

—¿Tan poco posible es?

—Gerard, Frank es el mismo idiota que te hacia escribirle cartas a sus conquistas, incluso fuiste a comprar obsequios para esas chicas.

— Bueno, eso paso hace mucho, él me quiere. De no ser así, no hubiéramos estado en esta situación...

—Bueno, solo digo que pudo pasar en cualquier otro momento, en el pasado. ¿Por qué ahora?, un hombre de casi treinta quiere aventurarse a probar cosas nuevas, casualmente vive con su mejor amigo que es gay. Saca tus propias conclusiones—él sonido estridente del cubierto siento arremetido contra el plato le hizo dejar de comer. Le miró poco amigable y se puso de pie.

—No se por qué es tan complicado para ti creerlo. Pero sé, que me quiere. Frank... lo hace—su hermano no insistió tanto, sabía que le había hecho enojar—. Caminaré a casa. No me llames, mejor yo lo hago cuando sea el momento.

Le hubiera gustado no oír esas palabras, se la hubiera creído de Jared, es su ex novio, y por alguna razón, le había gustado su faceta embarazada. Pero de su hermano, que apenas había sabido de él en más de diez años, dar una opinión así en medio de su caótico embarazo, y con sus pensamientos distorsionados por tantas emociones, solo le hizo dudar.

Pero continuó su camino, los días continuaron, y Frank, su mejor amigo seguía siendo eso, su mejor amigo. Ese que se preocupaba por él, quien se levantaba por las madrugadas por sus antojos dulces, quien le ayudaba a colocarse los zapatos, quien le llevaba a comer con su madre, le hacía sus palomitas favoritas, veía con el los partidos de futboll, tarareaba con él "Running up that hill" su canción favorita del mes, le avisaba cuando salía con sus amigos, y le iba a buscar hasta donde fuese cuando él se iba con los suyos.

Entonces, ¿qué es lo que faltaba?, pensaba en los besos que a veces le daba, eran esporádicos, con cuidado, y podría decir que dulzura. Las caricias a su vientre eran sus favoritas, aunque hasta entonces, no habían vuelto a tener sexo. Trataba de repetirse que no era la gran cosa, quizá no quería herirle, lo conocía tan bien que podía asegurar sus pensamientos.  Aunque, ¿por qué no accedía a pesar de sus miles de indirectas?

—Gee—su voz fue plausible, él le miró ensimismado. Desbordando de felicidad.

—Es una niña—Frank sonrió.

—Lo es. Nuestra niña—le habían hecho el ultrasonido revelador del sexo. Ambos lagrimeaban como un par de bebés. Se reían, incluso se tomaron de las manos y Frank le abrazó con intensidad, besando su frente—. Es muy hermosa.

—Puede ponerse de pie, señor Way. Le ayudaré a limpiarse—. Una linda enfermera entró para retirar los equipos, apoyandole a quitarse el gel de encima. Él sonrió agradecido. Fue lentamente hasta el baño y terminó de lavarse observándose al espejo. Estaba bastante grande ya, aunque cree que aún faltaba mucho más. Un pequeño destello de felicidad se desbordaba en su rostro, solo pudo terminar de colocarse la chaqueta, dispuesto a salir, justo cuando la linda enfermera colocaba una de sus manos en el hombro de Frank, susurrando a su oído, este se reía con ella mientras asentía—. Yo te llamo, Bonnie.

—Lo esperaré, Frank—se sonrieron con complicidad antes de que ella se terminara retirando, a lo que solo quedó perplejo.

Fue pequeño, fue un instante, pero descubrió por primera vez las inseguridades que se ahogaban en su interior.

Amigos~ Frerard.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora