BLACK GREEN Vol.2 [Harry Potter Y la Cámara Secreta]

━ CHAPTER NINETEEN

EL DIARIO

Hope se separó del abrazo que mantenía con Harry en el instante en que escuchó como su frasco de tinta, carísima del Callejón Diagon, se volcaba sobre la mesa, manchando todos los pergaminos y objetos ahí regados.

Se habría molestado porque vio como sus veinte galeones se iban a la basura, pero la impresión le cerró la boca.

Apreció confundida la manera en que Harry alzó el diario, con un rostro que no demostraba ni una pizca de preocupación, y luego sus cejas se fruncieron, pues notó como la tinta negra resbalaba de la cubierta como si esta tuviera impermeabilizante y las páginas absorbían el líquido, quedando al final intactas.

—Harry...—comenzó Hope, pasado un segundo de silencio incómodo —No me digas que es mágico. — negó con la cabeza, emocionada.

—No es mágico, Hope. — trató de bromear Harry, deseando poder olvidar lo sucedido y volver a su momento con la chica.

Hope se acercó al escritorio, pasó su varita sobre la madera, susurró unas palabras y limpió en cuestión de segundos. Acto seguido le arrebató el diario a Harry, con los ojos rebosantes de curiosidad.

Harry sintió como si su alma dejara su cuerpo. Le quiso gritar a Hope que se detuviera y no abriera el cuaderno, pero no era capaz de gritarle y salir huyendo, no simplemente porque sentía pánico al imaginar que Hope llegara a tener en sus manos su carta.

Se preparó para su final, se despidió de su hermosa amistad con Hope, pues estaba seguro de que lo arruinaría todo,
entonces...

Su alma abandonó su cuerpo una vez más y creyó que iba a desmayarse.

Hope abrió el diario y el sobre de su carta, de la carta en la que había vaciado su corazón, no estaba.

Se puso pálido e instantáneamente comenzó a mirar hacia todos lados, tratando de disimular que no estaba buscando algo.

No, no, ¡no!

¿Dónde estaba? ¿Se le cayó camino a la sala común? ¿En realidad nunca la había metido al diario y estaba sana y salva en su habitación?

Harry rogaba porque la tercera opción fuera la correcta, pero conocía su suerte tan bien que sabía que implorar no serviría de nada.

—¡Ja! Sam me debe diez galeones. —rió Hope, haciendo a Harry pegar un respingo.

—¿Cómo dices?

—Ah,nada,nada...

Emocionada, Hope se sentó en la silla en la que anteriormente estaba y hojeó las páginas en blanco; ninguna tenía la más ligera mancha de tinta roja. Luego sacó una nueva botellita de tinta del cajón de la mesita, tinta no tan buena como la suya, y mojó en ella su pluma y dejó caer una gota en la primera página del diario.