Capítulo 15

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Advertencia: Esta historia contiene temas que pueden afectar la sensibilidad de algunas personas, generar disparadores o herir susceptibilidades.


Clarke soltó las manos de Lexa y le abrazó de improviso, sin pensar en lo que está haciendo, ni en lo que puede provocar; simplemente dejándose llevar por el instinto.

No es la primera vez que ve a Lexa enfrentarse a una crisis, pero es la primera que lo siente de manera tan cruda y visceral; quizás sea porque hoy, finalmente, existe la comprensión de lo que hay detrás de esas acciones y reacciones tan irracionales o desmesuradas.


Lexa se resiste al abrazo e intenta zafarse con fuerza.

Todo su ser grita y siente la desesperación atravesarle hasta los huesos.

Quiere que la angustia acabe.


¿Es solo su cabeza la que le conduce hasta allí o está ocurriendo una vez más?

Hay destellos en su mente, que la hacen confundir.

¿Qué es presente y qué es pasado?

¿Qué es lo real y que recuerdos?

No lo sabe, porque está completamente perdida en algún lugar intermedio; donde solo existen dos cosas. La misma voz, que se repite una y otra vez como un eco en su cabeza; y el mismo olor, que está impregnado en su nariz y nunca ha podido arrancar.


Quiere gritar, pero no puede; su voz no sale y no le quedan fuerzas.

Quiere escapar, pero no puede; su cuerpo no responde y parece un mero espectador de sí misma.

Odia la sensación de sentir su cuerpo inerte y su lengua adormecida, pero siempre es lo mismo y nada puede hacer.

Su corazón es lo único que parece tener vida, porque late como loco, preso del pánico y el terror.


—Suéltame... —murmulla—. No me toques —agrega casi sin voz, entonces cierra los ojos con fuerza y comienza a contar en su mente; quizás así todo terminará pronto.

Clarke se despierta de su propio estupor y se da cuenta que, en vez de ayudar, lo ha empeorado, porque en estos momentos, Lexa, no sé da cuenta de quien es y probablemente piense que quiere hacerle daño.

—Soy yo... Clarke... —dice sin saber que más hacer, esperando que le reconozca, que sienta quien es; y no sabe si es contraproducente, pero es incapaz de soltarle—. Soy yo, soy yo... —repite y repite, esperando a que le escuche, sin cansarse de esperar.

—¿Clarke? —dice sorprendida, como si se diera cuenta que aquellos brazos que la rodean son un lugar seguro—. Ayúdame, por favor —agrega y su cuerpo se afloja, sintiendo que no puede mantenerse en pie—. Has que se vaya.


Clarke le sostiene como puede, pero no resiste y terminan sentadas en el suelo. Allí, Lexa rompe en llanto de pronto, como una niña pequeña; mientras se aferra a Clarke, como si de ello dependiera su vida.

No hay nada que pueda decir Clarke, porque toda palabra se siente vacía y sin sentido; así es que se queda allí, solo abrazándola, tratando de transmitirle seguridad y confianza.

No sabe si son minutos o horas los que están así; pero el llanto no cesa y cada vez que parece detenerse, viene una nueva ola que arremete.

Clarke acaricia su espalda y le susurra calma.

Un viaje inesperadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora