Capítulo 13

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Lexa siente como si hubiese pasado toda una eternidad desde que llegó a Rimbaud y nada parece cambiar, aunque mucho a cambiado. Su estadía en la cuidad está lejos de terminar y tuvo que llegar a un acuerdo con ello, porque su recuperación sigue en pleno progreso y ahora se le suma la situación de su padre.

Ha deseado correr lejos de allí, pero sabe que, a pesar de todo, jamás podría irse así sin más; abandonar a su padre a su suerte y olvidar que existe, no es una opción, a pesar del pasado. Por lo mismo, ha procurado ocuparse de él lo mejor que puede y desde la primera vez que le visito, ha regresado un par de veces más.

Su padre padece de un trastorno cognitivo evidente y tiene indicios de algún trastorno mental, sin embargo, hasta ahora, no hay nada concluyente sobre su verdadero diagnóstico, por lo que sigue sujeto a pruebas y evaluaciones; en definitiva, necesita de atenciones y cuidados especiales, por lo tanto, una de sus preocupaciones es buscarle un lugar permanente antes de marcharse. Tampoco se sabe mucho más acerca de lo que sucedió con él todos estos años, donde estuvo o con quien; la policía reabrió la investigación de su caso, pero hasta ahora no hay mucho y todo permanece como un misterio sin respuesta.

No es fácil estar cerca de él y es triste verle en aquella condición, porque a pesar de la vida que tuvo junto a él, siempre será su padre. Aquel hombre al cual amo y, que, de algún modo, todavía ama; aunque es difícil sentirlo y verlo por lo que es, cuando la mayor parte de su vida no estuvo presente.

Sus visitas se sienten extrañas, porque entre el silencio y la falta de interacción, no sabe cómo comportarse y caen en una pausa extraña. En aquellos momentos siente como si su padre quisiera decirle algo, como si, a través de su mirada perdida y sus ojos lejanos, quisiera contarle una historia, una que no se atreve a salir y que le mantiene prisionero de sí mismo.

Lexa sabe que aquella sensación, viene únicamente de su corazón, el cual todavía espera encontrar respuestas donde no las hay y le empuja a imaginar cosas.

Es realmente difícil acostumbrarse a verle así; ser consciente de su realidad y de algún modo formar parte de ella, es demasiado fuerte.

¿Se merece, o no se merece, vivir así? Esa es la pregunta que muchas veces se hace cuando le mira, pero la respuesta llega con inmediatez. No, no lo merece; porque, sin importar qué, en su corazón nunca habrá espacio para desearle mal.

Además, por muchos años que pasen, todavía puede recordar estar en sus brazos, escuchar su risa ronca o su voz cantante; quizás aquello, todavía sea suficiente para preocuparse por él y no odiarle.

Cuando está frente a él, en ese silencio ensordecedor, desgarrador y tortuoso, y le observa perdido en aquel mundo en el cual pareciera estar atrapado, desearía poder hacer algo para atravesar aquella muralla que le separa de la realidad y preguntarle qué fue lo que hizo tan mal para dejar ser importante para él.

Todavía quiere saber porque le dejo a la deriva siendo tan niña cuando su madre murió, porque no le protegió cuando lo necesito, porque no le alcanzó cuando sus gritos partieron la noche en dos, o porque no fue capaz de evitar que la oscuridad cayera sobre ella.

Siempre tuvo muchas preguntas por responder, demasiados vacíos que rellenar y dudas persistentes que le persiguieron, pero de algún modo, con el paso del tiempo, las había logrado acallar; sin embargo, la aparición de su padre recrudeció todo.

Jamás imaginó que él pudiera estar vivo después de tantos años y sabe que eso ha sido uno de los detonantes que agudizaron su estado emocional ya frágil. Está en el límite y no hay mucho más que pueda tomar, se siente sobrepasada y exhausta, sin embargo, se esfuerza por poner todo de sí para no verse arrastrada por todo y seguir avanzando.

Un viaje inesperadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora