1 AÑO DESPUES
Fue todo un revuelo cuando se enteraron de la presencia de un hijo de Percy en el campamento, sobre todo uno ya crecido, con algo de entrenamiento y con conocimiento de las cosas que se hacían en el campamento. No le fue fácil encontrar su lugar en el mundo, ya que todos tenía por lo general sus propios equipos o grupos ya constituidos, pero fue con los hijos de Hefesto que encontró un lugar para poder desarrollarse, también podía sentirse a gusto con las hijas de Deméter gracias a Katie que se encargó de guiarlo lo mejor posible y escucharlo cada tanto cuando se sentía abrumado por las cosas que pasaban por su cabeza.
Su padre era el dios de las armas y los hijos de Hefesto se encargaban de hacerlas, una alianza que empezó a ganar poco a poco popularidad por la calidad de armas que se empezaron a forjar, las ideas de Eskol eran simplemente revolucionarias, logró entender con mucho estudio de por medio la mejor manera de fusionar metales para obtener mayor durabilidad, ligereza y un filo mortal. Aunque todavía estaba lejos de ser ideas que podría usar un dios o un campista de nivel alto, pero era mucho mejores de las que muchos usaban. Solo había algo que nadie más que él podía hacer de una manera que fuera perfecta para sí mismo: sus flechas. Asi que al final siempre tenía que gastar mucho tiempo en hacerlas el mismo. Eso lo aburría.
No había día que no corriera algunas vueltas más al campo de entrenamiento mientras el resto se hidrataba, no pasaba un día en que faltara a su entrenamiento en la playa con Travis y en ciertas oportunidades con Atenea. Pero sobre todo nunca, nunca faltaba al entrenamiento especial con las cazadoras, era su momento para someterlas sin decir nada, solo bastaba llevarlas a un límite que el hacía mucho había pasado, se encargaba de doblegar sus egos con exceso de entrenamiento hasta que algunas vomitaban de agotamiento o peor aún se desmayaban. Atenea le había ofrecido muchas cosas para que pudiera tener su venganza con ellas. Se alegró cuando le dijo que tenía en mente. No servía de nada vencerlas en batalla, no servía humillarlas como lo había hecho su padre con desafíos y castigos, iba a doblegarlas a base de entrenamiento para que fuera el cansancio quien terminara quebrándolas hasta el punto de implorar parar.
La nieve era un buen lugar para hacer eso. Venían subiendo desde hace una hora corriendo. No sabía si era porque era agua en estado sólido o qué, pero sentía los pies ligeros aún, pero no podía igualar la velocidad de Atenea. Cada tanto iba al campamento y lo atacaba sin ninguna clase de aviso no importaba lo que estuviera haciendo. Una de esas veces estaba en el baño con los pantalones abajo, sí que fue vergonzoso, pero afortunadamente pudo mantener su dignidad intacta. Siempre era vencido por la diosa de la sabiduría, pero él no se dejaba en lo más mínimo intimidar por ella, sabía por qué lo hacía. Nadie del campamento podía saber que gozaba de su favor, asi que decidió mantener la misma loca rivalidad de antaño, más aún, viendo que había sido Poseidón quien había reclamado a Eskol en lugar de Percy alegando que Percy de momento no podía hacerse cargo de las labores de un dios.
—¡Vamos, corre! —Atenea le sacaba por lo menos 500 metros de distancia y la se iba acrecentando la lejanía con el tiempo, pero a veces bajaba la intensidad para mantenerse a su ritmo. —Estoy seguro que corres más rápido cuando sirven la comida —Atenea sabía cuánto amaba Eskol comer, comía lo primero que encontraba a la mano, no podía juzgarlo, quemaba cada cosa que se comía. Nunca olvidaba hacer sus ofrendas y Atenea se sentía satisfecha que nunca olvidaba quemar algo para ella. Estaba segura que también quemaba algo para Percy. No había podido quitar de su mirada la nostalgia que tenía.
—No hables de comida, muero de hambre —Atenea se rió pateando un poco de nieve.
—¡Silencio! —podía ser demasiado severa a veces, ya se lo había dicho, no podía aflojar delante de otras personas con él, no podía ser conocido como el consentido de algún dios porque debía imprimir una imagen de respeto por ser Eskol. —Acaso quieres un tiempo a solas con las señoritas —nada le haría más feliz que eso, Travis había empezado a llevar su entrenamiento a otro nivel, ya podía tocar algunas otras armas, pero aún no era ni siquiera decente como para poder portar una, suficiente con tu arco y tu agilidad le había dicho mientras todavía se resistía a llevarlo a alguna misión. Eres muy joven para ver la maldad que el mundo esconde fueron sus palabras. Con doce años creía que podía soportar eso, pero Travis no iba a dar su brazo a torcer.
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Algunas cosas toman tiempo
RomanceLa muerte de Annabeth lo quebró. Y muchos temían que para siempre. Busco el refugio en las profundidades del mar. Pero el sabia que no podía esconderse del mundo y de sus amigos por siempre, tenia que seguir adelante. Y tal vez no seria de la forma...