Emociones desatadas

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La furia que Artemisa había desatado en él era incontenible, aparentemente estaba calmadamente tenso, pero una vez fuera del alcance de Artemisa y sus perniciosas palabras simplemente no pudo soportarlo más, había luchado tan duro para mantenerse sobrio, pero simplemente no pudo más. Las lágrimas amargas y dolorosas como ácido corrían por sus mejillas.

Annabeth... su nombre eran puñales en el corazón. El solo recuerdo de su rostro agonizante era más de lo que podía soportar. Era duro, era doloroso, era como estar muerto en vida.

Percy no pudo soportarlo más y simplemente dejo que el mar de emociones fuertes y destructivas saliera a través de él. Era como el rugido del mar embravecido, como esa tormenta anunciada que parece que estallara en cualquier momento, pero no es hasta que no la esperas que se desata.

Amargura, por la impotencia de no poder hacer nada.

Rabia, por la maldita de Gea que con sus últimos intentos se llevó a su amor.

Frustración porque la esperanza que tenia de un futuro mejor se fue aquel día en aquel campo de batalla.

Sensación de vacío, porque no había nada que llenara la soledad que le dejo la perdida de Annabeth, definitivamente estar con su padre era bueno, pero no era todo... su todo se había ido... para siempre.

En una roca olvidada a unos metros del campamento, el héroe del Olimpo llora amargamente su perdida en soledad como no había tenido oportunidad de hacerlo, excepto que esta vez está completamente desatado y se deja sentir en el mar con una agitación inusual.

No tenía ningún reparo ahora mismo la mezcla de emociones era tan fuerte que no sabía si el dolor era lo que se estaba manifestando o la rabia hacia Artemisa por su osadía por nombrar a Annabeth. Tal vez era tiempo de dejar salir todo, y darle de una vez por todas su merecido a esa diosa arrogante. Aunque él sabía que no sería capaz de dejar morir a chicas inocentes por la estupidez de una diosa y algunas de sus cazadoras, sobre todo que no le haría eso a Thalia... ella no se merecía eso.

Gruñía terriblemente mientras sus manos se levantaban invocando agua y estrellándola contra los inocentes arboles tiernos que todavía estaban creciendo en aquel campo de batalla que nuevamente estaba volviendo a sus mejores tiempos. No le importaba si Grover y Juniper luego lo regañaban por todo el caos que estaba provocando.

No se percató para nada de la presencia de cierta diosa... una inesperada diosa, que tal vez era lo último que él esperaba ver. Por el momento Percy se paseaba de un lado a otro expulsando toda la furia que existía dentro de él y que por razones obvias no podía descargar contra Artemisa.

— Percy... — Percy volvió la cabeza hacia la diosa que estaba cruzada de brazos mirando como el nuevo dios dejaba salir su furia sin destruir el campamento. Este campo traía tantos malos y dolorosos recuerdos también para la diosa de la sabiduría.

— Atenea ¿qué haces aquí? — La voz de Percy era un poco severa y provoco que Atenea frunciera el ceño y su mirada fuera un poco más dura de lo que estaba.

— ¿Asi es como me recibes? — le preguntó un reclamándole la falta de cortesía. Percy sacudió la cabeza tratando de dejar atrás los pensamientos agobiantes que lo invadían. Se acercó a la diosa y abrió sus manos para tentar darle un abrazo el cual la diosa acepto gustosa. Había cambiado tanto desde la muerte de Annabeth y tal vez Percy era lo único que le quedaba que traía los recuerdos más agradables de su hija. Sintió que Percy temblaba en su abrazo asi que no lo soltó.

— Lo siento... yo... yo... — Atenea puso su mano sobre la cabeza de Percy trata de confortarlo de la mejor forma posible. Jamás había visto a un hombre tan quebrado, no había forma de unir los pedazos de la vida de Percy que la muerte de Annabeth había provocado.

Algunas cosas toman tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora