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Edson silbaba Lejanía de Lisandro Meza, con un short puesto y una playera holgada mientras subía hacia los lavaderos, encontrándose con su madre quien terminaba de tender la ropa antes de irse al centro a surtirse para sus ventas.
— ¿Qué haces en esas fachas? Apúrate papacito, que se te va a hacer tarde.
—Es que voy a lavar los poderosos. — mostró sus tenis de la suerte, los que únicamente usaba para partido importantes; y su madre ladeó la cabeza para mirarlo con severidad.
—Fíjate, vas a lavar tus tenis, te vas a bañar, te vas a cambiar, y vas a almorzar para que te vayas a la escuela, y ya son las 12:30, muévete.
—Ya, ya ahí voy.
—O lávalos mañana y ya metete a bañar.
—No, tengo que lavarlos ahorita porque el partido acuérdate que es mañana ¿Crees que sí se sequen?
—Pero tuviste todo el fin de semana para lavarlos, Omar, y nada más te dedicaste a hacerte bien menso jugando con tu hermano; ¿Que diría tu padre si estuviera vivo?
—Pues que soy un chingón por seguir mi sueño, pues si acuérdate que él fue el que me dijo que le echara ganas cuando me sacaron del Pachuca.
—No cabe duda que diosito los hace y ustedes se juntan. — su madre negó y se acercó para despedirse de Edson con un beso en la mejilla. —Tiéndelos en donde más pegue el sol y acuérdate ponerle las pinzas en las lengüetas o se te van a caer.
—Sí ma.
—Me mandas mensaje cuando llegues a la escuela porque no creo alcanzarte, y acompañas a Adriana a la parada. — agregó desde las escaleras antes de bajar.
— ¡Sí, yo la acompaño!— gritó para que su madre pudiera oírle y siguió silbando aquella canción.
En silencio con un bajo volumen del radio de doña Catita que siempre escuchaba cumbias rebajadas, Edson se dispuso a lavar sus tenis.
Hasta que su mente comenzó a divagar, comenzando a repasar una y otra vez aquellos flashbacks sexuales del encuentro que había tenido con Diego.
El simple recuerdo de Lainez a horcajadas sobre su miembro, con la cara ruborizada y el cabello ligeramente húmedo que se pegaba a su frente, lo hacían sentir cosas que ninguna mujer jamás en su vida le había hecho sentir.
Ni siquiera esa chica del catálogo de Avón con la que se pajeó por primera vez.
Lainez era otro nivel para Edson, pero desde ahora sería su amor prohibido, como la canción.
Sus sucias fantasías se quedaron a la mitad cuando alguien se acercó detrás de él.
—Adivina quién soy. — musitó esa voz conocida junto con las manos frías y llena de pulseras carísimas que cubrían sus ojos.
—Ni idea.
— ¿Ni la más mínima?
—En lo absoluto. — la chica rió y quitó sus manos de los ojos de Álvarez, éste al girar se encontró con su novia; con las manos detrás de su espalda y una sonrisa dibujada en su rostro.
—Sofía. — soltó a lo que la chica guiñó su ojo. — ¿Qué haces aquí? Ese milagro que la reina de Tlalneyork viene a visitar a sus discípulos.
—Eres un tonto, Eddie.
—No, ya en serio ¿Qué te trae por aquí?
—Bueno, es que mi papá vino a cobrar unas rentas y yo lo vine a acompañar aprovechando que no tenía mis clases. —respondió recargando sus codos sobre el lavadero de piedra.
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𝘈𝘮𝘢𝘳𝘵𝘦 𝘋𝘶𝘦𝘭𝘦 ||𝘌𝘥𝘴𝘰𝘯 𝘈. 𝘹 𝘋𝘪𝘦𝘨𝘰 𝘓.||
Fanfiction61 𝘢𝘤𝘪𝘦𝘳𝘵𝘰𝘴 𝘦𝘯 𝘦𝘭 𝘊𝘖𝘔𝘐𝘗𝘌𝘔𝘚 𝘺 𝘥𝘰𝘴 𝘩𝘰𝘳𝘢𝘴 𝘭𝘪𝘣𝘳𝘦𝘴 𝘢 𝘴𝘰𝘭𝘢𝘴 𝘤𝘰𝘯 𝘌𝘥𝘴𝘰𝘯 𝘵𝘢𝘭 𝘷𝘦𝘻 𝘧𝘶𝘦𝘳𝘰𝘯 𝘭𝘰 𝘱𝘦𝘰𝘳 𝘲𝘶𝘦 𝘭𝘦 𝘱𝘶𝘥𝘰 𝘱𝘢𝘴𝘢𝘳. 𝘖 𝘭𝘰 𝘮𝘦𝘫𝘰𝘳...