ROSAS

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AVISOOOOO!!!

De que puede haber cosas fuertes aquí. De esas que te hacen sonrojar y girar el teléfono para que nadie lo vea ;) 

Recomendado no leer en público.

Fin del comunicado <3

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- ¿Qué...? ¿Qué haces?

No comprende lo que está ocurriendo. Pero por lo menos él no ha salido corriendo como creyó que haría y eso hace tranquilizar su corazón.

Bastián camina rápido por la trastienda. Dejando a su Zahira ahí sentada. Cogiendo un montón de rosas y un olvidado mantel de cuadros. Serio y sin detenerse. Con la respiración algo entrecortada por la excitación y la sesión de besos. Deseando volver al lado de su pareja.

Si. Sabe que merece mucho más. Que ahora muere por hacerle aparecer una gran cama con dosel. Rodearla de lujos, música y manjares.

Pero el corazón de Zahira se estruja en su pecho al comprender lo que pretende. Arrancando los pétalos y repartiéndolos al rededor del mantel que ya ha colocado sobre la mesa con prisa.

- Pienso follarte duro igual. Así que hagamos algo bien, por lo menos.- Aclara ronco.

A ella no le importan esas cosas, sobre todo cuando su cuerpo reacciona de esa manera a las toscas palabras del Dios.

No es el lugar de su primera vez lo que le preocupa, si no decepcionarlo de alguna manera. De no llegar a la altura de  cualquier otra mujer. Pero sus actos lo hacen amarlo aún más y comprender que es el indicado aquí o en cualquier otro lado.

Que sus sentimientos son correspondidos y que arde por tenerlo junto a ella de nuevo. 

Se miran a los ojos de nuevo. Pero esta vez de forma más intensa, viendo en el otro promesas de pasión y calor.

El pelo algo alborotado de ella cae por su rostro, sus mejillas sonrojadas, su vestido subido hasta su cintura, ocultando aquello que piensa hacer suyo.

Él respira igual de aceleradamente que ella. Con la camisa desabrochada, dejando su pecho bien formado al aire. Con el castaño cabello igual de desordenado y las pupilas totalmente dilatadas, casi negras.

No necesita más para atacar sus labios de nuevo, como si esos minutos hubiesen sido interminables. El Dios la recuesta contra la mesa, rozando su cintura con los dedos y besándola con intensidad.

Zahira se abre camino entre su camisa hasta que termina en el suelo. Del mismo modo que él se deshace del lazo en su espalda, haciendo el corsé caer.

No puede esperar. No puede esperar a besar sus labios. Luego por su cuello, por su clavícula, por su pecho. Porque quiere disfrutar cada segundo y, sobre todo, hacerla disfrutar a ella, que parece hacerlo, suspirando bajo su tacto.

Está tan lista, que cuando va a tocarla, puede notar lo excitada que está. Lo fácil que se le hace complacerla. Sin prisa y haciéndola gemir y mover hacia él las caderas.

Esta vez es ella la que la besa con fervor. Tratando de acallar esos vergonzosos sonidos que no puede parar. Cerrando los ojos y dejando a Bastián acceso pleno a ella.

- Bas... Bastián. Quiero...

- ¿Que quieres?- Sonríe picaro él disfrutando de su estado.

Sin embargo no puede esperar a una respuesta. No puede entretenerse más con juegos. A ella le tiemblan las piernas, y él cree que va a explotar como no entre en ella. Como el deseo le siga quemando así la piel.

A la mierda las Diosas. A la mierda cualquier mujer. Esa es la suya. Esa cuyo pelo se esparce por el mantel y cuyas manos se enredan en la tela de su pantalón, que con prisa quiere quitarlo.

- Iremos despacio, ¿si?- Habla con voz ronca el hombre deshaciéndose de la última prenda.- Dime que te gusta, y yo te lo daré.

Zahira asiente, totalmente hipnotizada. Pero no tiene miedo, ni se siente nerviosa. Solo impaciente. Solo necesitada de él.

Con un movimiento rápido Bastián le da la vuelta dejando a la mujer en una posición cómoda y excitante. 

Sus pechos tocando la suave superficie de cuadros. El movimiento insistente de ambas caderas buscando más contacto. Más fricción. Más del otro.

Dando estocadas primero lentas y cada vez más duras pero sin dejar de estimularla.

Zahira cierra los ojos ante las nuevas sensaciones y él se siente tan deliciosamente apretado que debe distraerse mordiendo y besando su espalda para no venirse inmediatamente.

Gemidos altos comienzan a llenar la habitación. Zahira trata de acallarlos contra el mantel, preocupada por que alguien los escuche.

Sus piernas tiemblan de nuevo, formando un nudo en su estomago bajo que predice el orgasmo. No quiere que se pare. Quiere sentirle para siempre.

Y cuando por fin llega su liberación sus paredes aprietan a Bastián haciéndole llegar al mismo tiempo en su interior. Una nueva sensación que ambos comprenden que no encontrarán jamás en nadie más.

Así duelen las floresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora