POR ELLA, POR MI

512 55 20
                                    

Ismael se acerca despacio, tratando de no hacer ruido. Aunque es casi imposible porque, en el silencioso salón, se pueden oír incluso los latidos de su corazón.

Con las manos entrelazadas de forma nerviosa, mira a la sombra que se mantiene ahí, quieta, como una estatua perfecta al lado de la ventana de pesadas cortinas cerradas. Por un pequeño hueco entre ellas el Dios puede mirar el exterior, hacia el horizonte. Como si desease ser capaz de ver mucho más allá. Más específicamente a la Tierra.

Dentro de su palacio solo oscuridad, todo cerrado desde hace unos días. Oscuro como su interior que parece haberse apagado. Vacío de energía, ganas y vida.

- Señor.- Rompe el silencio el pequeño hombre, asustado hasta del sonido de su propia voz, que hace eco por la sala.- Han pasado tres días. Deberías...

Sin embargo se calla de golpe cuando el alto hombre gira en su dirección de forma pesada. Clavando esos oscuros ojos sobre él. Esos que ahora parecen vacíos. Ya no hay universos en ellos. Parece haber perdido el suyo.

Ismael sabe lo que está preguntándole con la mirada incluso aunque no hable. Aunque lleve desde aquella reunión con los Dioses sin decir ni una sola palabra. 

No se ha movido de allí. De su sala del trono. Como si necesitase estar junto a ese trozo de madera con forma de silla para recordarse que es lo que hace ahí.

- Yo creí...Pensé que...- Trata de explicar su sirviente con un nudo en la garganta, incomodo ante su mirada.- Es lo correcto.- Responde a su pregunta no formulada. 

A su "¿Por que tuviste que contárselo?" que los tortura a ambos.

¿Verdaderamente es lo correcto? Ni siquiera tiene fuerzas para negárselo. El Dios da media vuelta alejándose de la poca luz que entra, y se sienta en su trono. Rozando con sus dedos, despacio, el frío material de este. Nada tiene que ver con el cálido tacto sobre la piel de ella. De su Zahira.

Cierra los ojos con fuerza tratando de que no vuelva a aparecer en su cabeza para atormentarle. Recordándole lo que está haciendo. ¿Dónde está?, que no es a su lado.

"Es por ella." Se repite de nuevo. Los Dioses la quieren lejos a toda costa. Si Bastián no se aleja volverán a tratar de asesinarle, una y otra vez hasta que la pierda. Lo dejaron claro.

Pero por otro lado otras ideas le atormentan. Unas dentro de él que le recuerdan lo cobarde que ha sido. Su pecho se estruja como si estuviese cometiendo el peor error de su vida.

"Es por mi." Por no enfrentar eso que tanto miedo le da. Eso que perderá si se queda con ella.

Un eterno; Es por ti, es por mí. Que lo atormenta otro día más, lejos de ella.

******************************

El pequeño animal negro se restriega contra sus piernas y la joven aprovecha para acariciarle el lomo sin muchas ganas. Lleva así un par de días. Desde que él no ha regresado. Y hasta el gato se ha dado cuenta de su cambio de humor, por lo que trata de apoyarla a su manera.

Un lado de ella teme que le haya sucedido algo a Bastián. Lo último que le dijo es que solucionaría lo de su intento de asesinato mientras ella se recuperaba. Que no debía preocuparse por eso.

Pero ahora si teme que de verdad algo le haya pasado. Que la charla con los Dioses haya acabado en un tétrico desenlace. Sobre todo cuando recuerda las afiladas garras de esos horribles seres que resultaron ser demonios de las sombras, como el castaño le ha explicado.

Han tenido muy poco tiempo para hablar del mundo de Dioses que parece haberse abierto frente a ella de repente. Pero Bastián se ha mostrado muy cómodo contándole cosas de su vida. Como que son siete los todo poderosos que ahora reinan sobre todo y que todo el que habita ahí arriba es inmortal. Incluido los extraños siervos, como Ismael, del que tanto le ha hablado.

- Zahira. ¡Acuérdate de terminar el ramo de boda de esa novia antes del viernes!- Le grita su padre desde el despacho sacándola de sus pensamientos.

Ella no se molesta en contestar pero se pone manos a la obra. Ha estado muy cansada y despistada últimamente. Quizá es por el embarazo, que le quita parte de su energía. Aún no se lo ha dicho a su progenitor. Pero no se atreve a hacerlo sin que Bastián lo sepa antes, o sin que esté el presente. Con miedo de que de nuevo le eche en cara que no es una mujer casada aún, como la última vez.

Pero por otro lado, su despiste, tiene que ver con la ausencia del Dios. Con el que no puede contactar de ninguna manera para saber si está bien.

¿Cuál es el código postal del cielo?

Su corazón se estruja ante la idea que a veces ronda su mente como un fantasma.

Zahira ya había escuchado de esas historias. De Dioses aburridos que bajan a la Tierra, viven una aventura con una humana y luego vuelven a su cómodo trono, sin mirar atrás.

El temor de que ese sea su caso eriza su piel e instaura un nudo en su garganta. Acostumbrándose de nuevo a su propia sensibilidad. Sus hormonas la vuelven loca.

Nerviosa acaricia su estomago aún plano y trata de tranquilizarse de camino a la trastienda. Aunque esta le recuerda también a él. A ese hombre de bonita sonrisa y preciosos ojos.

- Volverá.- Susurra al bebé, o a ella misma, tratando de instaurar una falsa seguridad en ella.

******************************

Lo siento. Esto se está poniendo feo.

Yo no quería... O si :)

Sigue pendiente para los próximos capítulos que se acerca drama.

Así duelen las floresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora