ASTROS Y ESTRELLAS

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- ¿Qué crees que hay ahí arriba?

El hombre mira hacia donde el fino dedo de Zahira señala. Ya parece más tranquila. A pesar de no haberle querido contar sobre la discusión con su padre, ya se puede imaginar por donde iba el tema.

Y aunque quiere enfretarse a ese viejo comprende que no es lo que a ella le gustaría. Porque no deja de ser su progenitor a pesar de todo.

- No se.- Responde mirando su lindo rostro, sin hacer verdadero caso al cielo oscuro alumbrado por la luna.- Estrellas.

Nada del cielo parece interesarle ya. No ahora que tiene el mismísimo paraíso ahí abajo.

Zahira ríe bajito por la contestación sin dejar de mirar las distintas luces. Sobre todo el rojizo brillo de marte, que parece más cerca que nunca.

- Me refiero a más allá.- Le dice ovbia.- ¿Dónde crees que va la gente cuando muere? ¿A donde iré yo?

La pregunta pone los pelos de punta al Dios que deja de mirarla con una nueva angustia surgiendo en su pecho.

Cuando ella se muera.

Cuando él la pierda.

La realidad de la mortalidad de la muchacha se clava en él como un puñal. Un tema del que no se había dado cuenta hasta ahora. O no había querido ver.

Un silencio incomodo se instala entre ellos aunque la chica parece no darse cuenta. Ambos recostados en el suave césped de la pradera a las afueras de la ciudad.

- Tu no vas a morir. No te irás a ningún lado.

Zahira quiere reir ante esa frase. Sabiendo que nadie escapa de la muerte, que el tiempo no se detiene. Sin embargo, cuando gira con una sonrisa para decirle lo ridículo que es eso, se encuentra con el rostro serio de Bastián. 

Sus ojos oscuros lo parecen aún más. Su mandíbula está apretada y no comprende que es lo que le preocupa tanto. Jamás lo había visto tan desasogado.

Si. La muerte de miedo. Pero no es como si fuera a morir mañana. Aunque para el Dios si lo es. Porque el vivirá siglos y siglos más y no se imagina hacerlo sin ella.

Quiere que esté con él. Que descubran juntos como será la Tierra en el futuro. Como se comportarán los humanos y que maravillas inventarán. Lo que siempre ha querido hacer, pero con ella a su lado. Poder besarla cada mañana durante una eternidad. 

Disfrutando de su inmortalidad a la que siempre le ha dado tanta importancia.

- No es algo que podamos evitar.- Trata de bromear ella para sacar de nuevo su sonrisa, pero sin éxito.- Pero no te preocupes. Te querré incluso cuando seas arrugado y feo.

Eso si le hace sonreír. Cuando esa declaración sale de sus labios como mantequilla.

Bastián tarda solo dos segundos en estar sobre ella y besarle los labios con pasión. Olvidando por completo todo de nuevo.

- Yo también te quiero, mi Zahira.

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Las dos figuras se mantienen serias, frías, sin expresión en sus grises rostros. Escondidas entre la maleza no muy lejos de aquella colina donde los dos amantes disfrutan de su cita. Ejanos a su presencia.

La hora se acerca. Si no actúan ahora, ya será tarde para hacerlo.

Cada segundo que pasa Bastián parece más unido a su Zahira. Parece más humano. Parece haberse olvidado de su prestigiosa y divina vida como Dios.

Se quedan ahí unos minutos más, sin hacer nada más que vigilar. Sabiendo que tendrán que reportar a los Dioses su nuevo encuentro. Con suerte, esta vez, si les darán permiso para arrojarse sobre esa débil y dulce mortal.

Sus garras crecen solo de pensarlo, deseosos, aunque sus rostros siguen impasibles.

Cuando Zahira se lanza de nuevo, riendo, sobre el hombre en un nuevo beso, las dos sombras se funden entre las del bosque. Desapareciendo como si nunca hubiesen estado.

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Zahira gime sujetandose contra la pared y gracias a los brazos que roden su cintura, clavandose en sus muslos con fuerza y mandandole oleadas de placer.

Bastián vuelve a entrar en ella aprovechando lo humeda que está para él. Solo para y por él.

El sudor baja por su frente y humedece su pecho, al igual que el de la mujer que sube y baja casi al mismo ritmo de las embestidas.

Esa horrible sensación de la mortalidad todavía no lo ha avandonado. Es por eso que piensa aprovechar cada segundo. Tratar de hacer su vida eterna a su lado mientras busca una solución. Amar cada minuto cada centímetro de su piel. Cada sonrisa, palabra o gesto de la mujer que ahora gime bajo él.

Zahira susupira de nuevo, sintiendose llena en todos los sentidos. Acariciando el rostro del hombre mientras lo besa con pasión.

Esta vez, en la habitación de un cutre mesón en las afueras de la ciudad, con olor a antiguo pero una bonita vista al bosque, no le importa hacer ruído. Aunque a él nunca le importó.

Adora escucharla. Ver lo que le proboca y dejarla notar lo que siente por ella. Con su miembro clavado en ella y marcas de dientes y saliva por todo su cuerpo. Al igual que Bastián nota sus uñas clavarse en su espalda.

Con movimientos expertos la levanta de nuevo en brazos y la tumba sobre el colchón, haciendola reír, antes de atacarla de nuevo.

- Mi Zahira.- Ronronea él contra su cuello haciendo que la chica lo desee más. Probocando que la castaña busque más contacto y la penetre.

La habitación es un completo desastre. Humeda y con las ventanas empañadas por el calor. Con el sonido constante de sus cuerpos y el crujido de la cama.

- Bastián... Voy a... Voy a...

Y él también. Lo sabe en cuanto ese cosquilleo, que parece sentir solo con ella, se desplaza hacia su pene. Parecido al que ella siente en su estómago bajo.

Zahira cae rendida sobre el catre después de descargarse. Cierra los ojos y trata de tranquilizar su respiración. El Dios la mira con cariño, ahí, acalorada y despeinada. Tan hermosa que no puede evitar besarle castamente los labios a la vez que sale de ella y la arropa.

Se han perdido las vistas. Porque fuera ya es de noche y no se puede más que adivinar la silueta de los altos árboles que se extienden más allá de la pradera. Pero, ¿que mejor vista que el cuerpo de su Diosa?

- Amor.- Susurra ella llamando la atención del hombre sorprendido por el mote.- Ven a mi lado.- Susurra aún con los ojos cerrados, medio adormilada y abrumada por esas sensaciones que siguen siendo nuevas. 

Él obedece sin rechistar, pasando las manos por su cintura y acercandola a ella, que enseguida lo abraza.

- Te quiero, Zahira.- Le repite él de nuevo sintiendola sonreír enseguida.

Ella solo murmura lo mismo. Demasiado soñolienta. Disfrutando de la tranquilidad que siente a su lado. Es entonces cuando recuerda la discusión con su padre.

De nuevo le ha desobedecido. Volviendo a estár con él. Pero no puede evitarlo. No cuando se siente tan bien con Bastián, y cuando siente que no puede vivir sin él. Cuando se ha vuelto tan importante para ella en tan poco tiempo.

Pero por otro lado su progenitor también tiene razón. En su sociedad las cosas funcionan así. Están llevando una relación en contra de todo lo normal. Y no tiene la seguridad de que un día no desaparezca y no vuelva.

- Bastián.- Le llama de nuevo.

- Dime, amor.- Le devuleve él el mote, acercandola aún más a su pecho.

- ¿Quieres casarte conmigo?

Así duelen las floresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora