4| ANDREW

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Al final la cita tampoco estuvo tan mal. Tenía que decir que al principio fue un verdadero tostón y me hubiera gustado pirarme al segundo, pero en cuanto Alex y Jess se fueron Noa se relajó y pude conocerla de verdad. Sabía que la cita iba a ser con ella, la había visto en las fiestas con Jess hasta hace unos meses que ya no aparecía y tenía curiosidad por verla de nuevo. Parecía siempre inaccesible y distante así que nunca había intentado acercarme a ella.

Tenía que reconocer que era una chica preciosa, con esos ojos verdes increíbles y su sonrisa, la real, y no la que estuvo poniendo durante toda la maldita cena, podría derretir a cualquier tío.

Bueno a cualquiera no, a mí no.

Estaba llevando a Noa a su residencia con el coche, la miré de reojo mientras ella observaba por la ventana algo distraída. Estaba apoyada con el codo en la ventana y su mano sujetaba su cabeza, parecía casi aburrida aunque le brillaban los ojos.

—De todas formas, hay algo que no acabo de entender —le dije volviendo mi mirada a la carretera un segundo antes de girarme hacia ella que ahora me miraba curiosa.

—¿El qué?

Pasó sus dedos por su cabello, colocándolo detrás de su oreja. Tenía un pelo bonito, largo y ondulado de un color que no sabría describir. Parecía más claro que castaño pero más oscuro que el rubio, quizás como el color de la arena.

Volví mis ojos de nuevo a la carretera y le di un par de toquecitos al volante con el dedo antes de hablar.

—¿Nos han sobornado a los dos para estar en una cita? ¿Por qué? —Realmente no entendía que hacía yo ahí si ella no quería una cita conmigo. En serio, no entendía a las mujeres o quizás es que simplemente Jess estaba loca de remate.

Noa resopló.

—A mí me han sobornado para salir en una cita cualquiera, a ti te han sobornado porque Jess no ha encontrado a nadie y necesitaba a un chico sí o sí —dijo rodando los ojos. Me parecía adorable cuando hacía ese gesto de molestia. Puede que simplemente Jess estuviera loca.

—Es decir... que la culpable de que esté hoy en una cita con una chica eres tú.

—No, no, es Jess, ella es el enemigo, no lo olvides —dijo mirándome con los ojos abiertos señalándome con el dedo—. Pensé que habíamos hecho un fuerte juntos contra ella.

Me reí a carcajadas, no pude evitarlo.

—Sí, tienes razón, no lo olvidaré. De todas formas, ¿por qué te han tenido que sobornar para que tú salgas en una cita?

—Jess cree que necesito más vida social.

Sonreí ante su sarcasmo.

—No pareces el tipo de chica que necesita que le preparen una cita.

Se encogió de hombros mientras miraba por la ventana de nuevo con semblante serio, parecía que estuviera buscando la respuesta ahí fuera. Realmente no lo entendía, muchos chicos de la universidad buscaban una relación y Noa, aparte de que parecía una chica simpática, tenía unos ojos y unas piernas dignas de cualquier fantasía masculina. Muchos idiotas querrían salir con ella.

—No creo que lo sea, pero Jess es más pesada que una vaca en brazos. No es fácil decirle que no y ya ni hace falta decir que es imposible que no se salga con la suya.

—Que me vas a contar... —resoplé. Conocía bien a la novia de mi mejor amigo, era mejor no llevarle la contraria jamás. No querrías acabar en su lista negra.

Aparqué justo delante de su residencia y me giré hacia ella observándola. La poca luz que había se reflejaba en su rostro y se veía preciosa, el pelo le brillaba un poco cogiendo un tono dorado que resplandecía, pero ella se movió mirándome y arqueó una ceja rompiendo cualquier momento que estuviera teniendo. Abrió la boca para decir algo, pero la corté. Era hora de irse.

—Ha sido un placer conocerte Noa, de verdad. Supongo que ya nos veremos por ahí —le dije con sinceridad porque realmente me había gustado conocerla, pero sin decirle de quedar otro día, porque como bien había dicho antes, no era un chico de citas y novias.

—Ajá —me contestó con cara de duda. Yo suspiré.

—En serio, de verdad que ha estado bien.

—Sí, hay cosas peores —murmuró.

Yo me reí entre dientes asintiendo con la cabeza ganándome una sonrisa tímida.

—Si te soy sincero pensaba que acabaría la cita teniendo que decirle a la chica que no me interesaban las novias y que adiós muy buenas. Y quizás con el tenedor clavado en el ojo.

Noa empezó a reírse. Desde que se había ido la pareja traidora de nuestros amigos estuvo riendo mucho, relajada, y como cada vez que ella se reía a mí se me escapaba una sonrisa. Tenía una risa extraña pero bonita, era muy graciosa.

—Por favor dime que eso te ha pasado alguna vez. ¿Alguna chica te ha tirado el plato a la cabeza?, ¿o quizás te han tirado de la silla?

—¡Ja, ja! Muy graciosa —resoplé. Jamás reconocería que en mi primer año una chica me tiró su cola light en la cara cuando le dije en medio de la cita que lo único que me interesaba de esa noche era echar un polvo. No lo pensé bien, era un novato. Ese día aprendí que no podía tener citas porque las chicas tenían una expectativa muy diferente a la mía. Desde entonces dejaba muy claro lo que quería y jamás volví a tener una cita con una chica, solo encuentros casuales por decirlo de alguna forma. Sin contar la cita falsa de esa noche que al fin y al cabo era falsa.

—Si alguna vez te ocurre grábalo o algo, no me gustaría perdérmelo —me contestó con otra pequeña risa—. Gracias por la noche, a pesar de lo desastroso que ha sido al principio me lo he pasado bien al final. Y gracias por traerme hasta a casa, no tenías por qué hacerlo.

—Ha sido un placer, si alguna vez quieres repetir una cita falsa yo soy tu chico —le contesté antes de pensar. No sé muy bien porqué dije eso y ella parecía que tampoco ya que me miraba confusa—. Buenas noches, Ainhoa.

—Ni se te ocurra llamarme así —siseó fulminándome con la mirada.

Me reí a carcajadas. Era divertido picarla, me hacía gracia, pero vi algo en sus ojos que me decía que iba en serio.

—Haré mi mejor intento.

—Sería de agradecer.

Me reí entre dientes y ella puso sus ojos en blanco de nuevo intentando esconder una sonrisa.

—Buenas noches, Andrew —me contestó mientras se bajaba del coche.

Vi cómo se alejaba meneando las caderas de un lado al otro antes de entrar en la residencia donde estaba alojada. Me fijé que Noa era una chica bajita, pero tenía unas piernas de infarto y no podía obviar que tenía muy buen culo.

Empecé a pensar en que realmente me lo había pasado muy bien con esta chica, Noa era simpática, pero rápidamente descarté ese pensamiento de mi mente. En otra situación habría sido Noa la que me hubiera llevado a casa esa noche pero me había dejado bien claro que ella no era de las que se acostaban con un tío una noche, que le gustaban las relaciones. Respetaba eso, pero no era lo que me iba.

Cogí mi teléfono y marqué el número de la camarera del restaurante. ¿Cómo se llamaba? Era una morena de piernas largas que parecía que tenía ganas de jugar. Lo sabía porque había escrito su número de teléfono en la cuenta.

—¿Diga? —escuché al otro lado.

—Hola amor.

—¿Andrew? —suspiró. Un lado de mis labios tiró hacia arriba lentamente.

—Te recojo en media hora. 

No me llames amor  (Serie «Solo tú I»)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora