Cuando entré en mi apartamento, un par de días después, me encontré a Emily en el sofá con el ordenador apoyado en sus piernas, suponía que estaba acabando algún trabajo.
—Hola cariño —me saludó con una sonrisa—. ¡Vaya, estás roja como un tomate!
Rodé los ojos
—Es lo que tiene haber salido a correr, si probaras a hacer ejercicio lo sabrías.
—Paso, odio el sudor.
—Entonces, ¿no quieres un abrazo de oso?
—¡Ni se te ocurra acercarte a mí!
Ignorando su advertencia, abrí los brazos como si fuera a abrazarla y me acerqué a ella. Emily soltó el ordenador y salió disparada como un cohete rodeando el sofá. Me señaló con el dedo, como si así pudiera detenerme. Me reí y decidí dejarla esta vez.
Acercándome a la cocina, llené un vaso de agua que bebí de un solo trago.
Emily volvió a sentarse al sofá, pero me miraba con desconfianza.
—Voy a darme una ducha.
—Estaría bien, estás apestando todo el comedor.
Le saqué la lengua antes ir al baño y meterme en la ducha. Sentir el agua caliente deslizarse por mi cuerpo era algo que disfrutaba como nada, me ayudaba a pensar, a aclarar las ideas, sin embargo, en esos momentos, todos mis pensamientos eran confusos y se enredaban unos con otros a la vez, estaba siendo muy difícil ordenarlos y separarlos.
Estaba asustada de lo que sentía por Andrew, pero tenía más miedo de mi encuentro con Ryan. No lo había vuelto a ver desde que me acorraló en el baño y supuse que solo estaba intentando asustarme. No pensaba tomarme su amenaza en serio, qué iba a hacer, ¿enfrentarse a Andrew? Ryan estaba loco y en un ataque de furia se volvía peor, sin embargo, estaba segura de que Andrew podría con él de sobras, era más alto y más fuerte. Y yo sabía que, si necesitara a Andrew, él me protegería, él me ayudaría cómo había hecho hasta ahora; no tenía ninguna duda al respecto, porque cada vez que estaba cerca de él, sentía que nada malo podía pasarme.
Cerré el grifó a regañadientes. Mi padre me decía cada vez que me duchaba, que iba a acabar con el agua de toda Barcelona, y en ese momento, que vivía sola y tenía que pagar gastos de agua y luz, entendía lo que quería decir y por ese motivo mis duchas eran más rápidas. Sin embargo, en ese momento, había acabado con el agua de todo el campus.
Me reí de mi propia broma mientras me ataba la toalla al cuerpo. En mi habitación cogí algo de ropa y la lancé a la cama antes de buscar mi ropa interior. Me apetecía ponerme un conjunto de lencería de un color verde pastel que me regaló mi madre antes de empezar este curso, pensé que con él me sentiría más tranquila y en paz. Lo busqué por todas partes, pero no encontraba las brasileñas por ninguna parte. Con el ceño fruncido salí al comedor.
—¡Emily! Pensé que te había dicho que no me gusta que cojas mi ropa interior.
Mi mejor amiga se giró del sofá para enfrentarme.
—¿De qué hablas? Yo no te he cogido nada. Además, después de la bronca en primero cuando te cogí un sujetador, no he vuelto a pillarte nada.
Emily se cruzó de brazos.
—No encuentro prendas de mi ropa interior.
—Si vas perdiendo por ahí tangas, no es mi culpa. Además, tampoco me gusta compartirlas, es un poco asqueroso.
—¿Estás segura que no me has cogido nada?
—Muy segura. Las habrás perdido haciendo la colada, o yo qué sé, pero deja de gruñirme.
ESTÁS LEYENDO
No me llames amor (Serie «Solo tú I»)
RomanceNoa Johnson no quiere saber nada de los chicos después de lo que le pasó en su anterior año de universidad, pero un nuevo curso ha empezado y su amiga lo acabará emparejando en una cita a ciegas con el tío más sexy, encantador y mujeriego de todo el...