ANCLA | Millones de veces me repetí que estaría sola, condenada a cuidar a mi padre y a mis hermanos
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Nadie dijo que una ojos verdes y mi conexión, me darian la libertad para poder decidir
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☘ Pocos ven lo que somos, pero todos ven lo que aparentamos.
—Nicolás Maquiavelo
ALYSSA SABÍA QUE NO VIVÍA DENTRO DE UN CUENTO DE HADAS. Nació un primero de octubre de 1989 en Paris, Francia. Tenía unos cuantos días de haber nacido cuando el hombre más egocéntrico y millonario de Estados Unidos llegó a su puerta. Utilizó el dinero que le sobraba y le ofreció una gran cantidad a su madre que ella no negó.
Fue adoptada dos días después por Reginald Hargreeves. Eso cambió totalmente su vida. Vivió llena de lujos. Todo mundo se había dedicado a decirle a Alyssa Hargreeves que había nacido prácticamente en una cuna de oro. Jamás le llegó a faltar nada. Solo el ingrediente más importante para un niño que se está desarrollando en un mundo cruel: amor.
Creció en una gran mansión. Cuarenta y dos cuartos, diecinueve baños y ni unas sola gota de amor. Grace—un robot que Reginald había fabricado para ellos— se encargó de cuidarlos los primeros años de su vida. Le enseñó como cuidarse sola y como debía de resolver sus propios problemas.
Fue difícil. Muy difícil para Alyssa. Cada una de las personas con las que convivió tenía una personalidad muy diferente a la de ella. No lograba acoplarse del todo al ritmo de la academia. Sus siete hermanos maduraron rapidamente, convencidos de que no eran unos niños sino los encargados de mantener al mundo a salvo.
Los veía en las clases que Pogo les daba, algunas veces en los corredores y por supuesto en cada una de las comidas, pero siempre permanecían en silencio escuchando la canción que se reproducía en el tocadiscos. Pero a pesar de todo aquello, nunca hubo un lazo que los uniera todos como una verdadera familia.
Reginald Hargreeves, su padre, era el hombre más ocupado del mundo. En un principio, sus hijos se quejaron del poco tiempo que pasaba el hombre con ellos y se armaron de valor para protestar afuera de la oficina de su padre. Querían llamar desesperadamente su atención. Querían que viera sus logros y sus avances. Tan siquiera que les diera las buenas noches.