ANCLA | Millones de veces me repetí que estaría sola, condenada a cuidar a mi padre y a mis hermanos
⚘
Nadie dijo que una ojos verdes y mi conexión, me darian la libertad para poder decidir
...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
.·:*¨¨*:·.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
☘ Toda magia que puede hacerse puede deshacerse.
—Anónimo.
«VAMOS PEQUEÑA ALYSSA, LEVÁNTATE». El sonido de mi voz me levanta. Abro los ojos con pesadez. Estaba en medio de la colcha de entrenamiento. Mi cuerpo se sentía diferente, más pequeño, más ágil, pero muy vulnerable.
—Número ocho, has fallado la prueba —dice Reginald. Su voz se impregna en mi mente y resuena en toda la habitación.
Estaba dentro de un recuerdo. Uno muy escondido dentro de mi mente. No recordaba para nada lo que sucedió ese día. Me levanto con cansancio por lo que mi padre me ha forzado a hacer. Me estremezco ante lo que veo entrar. Es él, con una mirada seria, una clara señal de que nada estaba bien.
—Alyssa. —Mi nombre parece mucho más largo cuando lo dice—. Eres una niña muy poderosa, pero como cualquier cosa, la magia también se puede eliminar.
Trago saliva. Coloca una flor en maceta frente a mí. Mi magia comienza a revolotear dentro de mí. Mis ojos se vuelven rojos ante la amenaza que aquello presenta. El miedo me recorre toda la espalda hasta sentarse en mi cabeza.
—No puedes tener ninguna debilidad, Número ocho —dijo. Se acercó por detrás de mí y me sostuvo fuertemente de los hombros—. Tienes que eliminar todas tus debilidades o ellas te van a eliminar a ti.
Me empujó. Quedé a centímetros de aquellos. Mis ojos se volvieron rojos al momento de querer usar mis poderes, pero de un momento a otro caí en la inconsciencia. Había algo en aquella planta que me debilitaba, me hacia retorcerme del dolor hasta desmayarme.
La escena cambio frente a mis ojos. Estaba en el comedor principal. A mi alrededor podía ver las decoraciones impregnadas de aquella flor. Sostenía el tenedor con mucha fuerza, casi podía decir que mi mano sangraba debido a la presión que estaba ejerciendo en el utensilio.
—Lyss, ¿qué sucede? —preguntó Sloane. Estaba sentada enseguida de mí. Observaba mi rostro.