ANCLA | Millones de veces me repetí que estaría sola, condenada a cuidar a mi padre y a mis hermanos
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Nadie dijo que una ojos verdes y mi conexión, me darian la libertad para poder decidir
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☘ Las preocupaciones se pierden con el tiempo.
—Ramón de Campoamor.
SALTAMOS LA BARDA. Era la segunda vez que entrabamos en propiedad privada para ver el atardeces desde un lugar meramente bello. Una feria que había cerrado hace muchos años a las afueras de la ciudad, pero los juegos mecánicos estaban ahí intactos. Se habían vuelto parte de la naturaleza.
Era un lugar hermoso. Ethan me ayudó a escalar y nos refugiamos en una de las cabinas de la rueda de la fortuna. Ese se había convertido en un lugar seguro para nosotros dos. Solo existíamos nosotros ahí. Nuestras manos bien sujetas, nuestras sonrisas en el rostro. Todo era perfecto.
—¿Qué crees que hay más allá del mar? —pregunté. La vista daba principalmente a la ciudad, pero había una parte muy lejana que yo consideraba que era el mar.
—Hay otros mundos —contestó. Colocó un mechón de mi cabello oscuro detrás mi oreja—. Llegas a otros lugares. Conoces a la otra mitad del mundo donde la gente es más amable.
—¿Conoces la otra mitad del mundo? —Giré mi rostro para verlo. Sus ojos brillaban al ver la ciudad que apenas comenzaba a encender sus luces.
—Si. La conocí una vez —sentenció. Había mucha emoción en su rostro—. Cuando era niño. Mi papá me llevó a ver el mar y luego subíamos a un gran barco que nos llevó a muchos otros lugares. Conocí a muchas personas, diferentes comidas y vestimentas.
—Debió ser muy bonito —exclamé. Dirigí mi mirada al sol que se estaba escondiendo detrás de los edificios.
Volteó a verme y me tomó la mano—. Si, lo fue. Algún día voy a llevarte —sentenció convencido de sus palabras—. Te sacaré de aquel horrible lugar y nos iremos juntos en nuestro propio barco.
—¿Lo prometes? —pregunté con ilusión.
No podía admitirlo, pero me estaba comportando como una niña. Él me hacía sentir tan bien que podía actuar de cualquier manera en su presencia sin recibir un rechazo. Si, era una adulta, pero mi alma todavía le pertenecía a aquella niña aventurera a la que le cortaron las alas a muy temprana edad.