Tercero

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Caían los rayos sin cesar, el fuerte viento de la tormenta golpeaba contra el vidrio de las ventanas y él solo podía escuchar una voz.

Spreen

La voz de su pareja, Juan, que lo llamaba una y otra vez.

Spreen...

Pero la tormenta no se detenía y Spreen sentía como si cayera en un pozo sin fin.

¡Spreen!

Spreen despertó de golpe, con pequeñas gotas de sudor en la frente y con la respiración agitada.

Había sido solo una pesadilla.

Cuando finalmente calmó su respiración, bostezó y estiró uno de sus brazos buscando el cuerpo de su prometido pero solo se topó con una cama vacía.

Gruñó disconforme y se sentó en medio de la cama. Acarició sus párpados con el dorso de sus manos y finalmente observó a su alrededor.

Spreen se quedó congelado al notar que la habitación en la que se encontraba no era su habitación.

Podría jurar que ni si quiera estaba en una habitación del Santuario.

— ¿Qué carajos?

Bien, no iba a estar todo el día en esa cama desconocida observando el decorado de la pared. Quizás es solo otra broma de Juan con sus cosas locas mágicas. Si, debe ser eso.

Encendió su comunicador buscando el nombre de su pareja pero este parecía ¿bugueado? Genial, su comunicador no funcionaba.

Finalmente se levantó de la cama y salió de la habitación en busca de su novio.

— Ok Juan, se terminó la joda. —Exclamó el menor a mitad del pequeño pasillo.

No solo era una habitación diferente, era TODA una casa diferente. Esto ya no le gustaba.

Comenzó a revisar cuarto por cuarto pero no reconocía nada. Estaba perdido.

Bajó por unas escaleras angostas llegando a una sala de cofres dónde no había ni un alma y siguió su camino, está vez más que buscar a Juan estaba buscando la salida o cualquier rostro conocido.
Entre tanta búsqueda dió con una puerta que supuestamente daba con la libertad. Estuvo a punto de empujar la misma cuando de repente escucho una suave voz tarareando una canción.

¿De quién era esa voz?

No podía reconocerlo pero era un hombre. Estaba seguro de que ese no era su Mago de cumpleaños.

Sigilosamente fue acercándose a la procedencia del sonido hasta llegar a una cocina. Allí se encontraba un muchacho pelinegro de espaldas el cual vestía un Beanie, un suéter deportivo azul y... ¿Acaso esas eran alas?

De pronto el extraño se volteó dudoso al sentir su presencia y le sonrió.

— Oh ¡Buenos días! —Saludó el desconocido. Tenía una taza en su mano que, por lo que Spreen sospechaba, era café.— Ayer escuché que llegaste bien tarde ¿Acaso hicieron cosas sucias con Roier?

El desconocido movió las cejas con diversión y Spreen lo miro confundido.

¿Por qué le hablaba como si lo conociera de toda la vida?

¿Quien era este boludo?

¡¿Quien era Roier?!

El híbrido de Oso no pudo pensar otra cosa que hacer más que preguntar:

— ¿Quien chota sos?

El otro chico lo miró con la misma confusión que el Argentino, quedándose en blanco por unos minutos.

Multiversal Trouble | SpiderBearDonde viven las historias. Descúbrelo ahora