Capítulo tres

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21 de marzo, 2013

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21 de marzo, 2013.

Genial... todo había pasado tan deprisa, hoy ya es jueves. Y parece como si ayer hubiera sido lunes, como si hubiera vivido los ataques de nerviosismos, las pláticas y las burlas por parte mía hacia la rubia hubiera sido ayer. Pero no fue hace tres días prácticamente.

Vanessa había logrado que saliera con Barend. El chico — al que no le prestaba la menor importancia en la escuela, nunca, bueno... a nadie — me ha hecho saber que puede ser lindo y también que lo hace por dos razones: Una porque se quiere acostar contigo y dos tal vez porque realmente le importe. Pero conmigo no sé si era la primera, o la segunda. O quizás ambas. Todo era un tanto confuso para mí.

Escuché como tocaban varias veces la puerta de mi casa, salí de mi habitación para encaminarme hacia la puerta de la entrada y al abrirla me encontré con un Taggart sonriente.

— Vengo a que me cuentes todo. — dice entrando como si nada a mi casa.

— ¿Qué te cuente qué? — pregunté con confusión.

— Lo de tu cita con Barend, ¿se repetirá?

Hice una mueca. — Lo dudo, querido amigo.

Tagg abrió sus ojos y boca para luego poner su mano derecha en su pecho haciéndose el indignado.

— ¿Por qué?

— Porque no, Tagg. Te apuesto a todo lo que quieras que solo quiere acostarse conmigo y ya. — digo sin preámbulos.

— Te hubieras dejado y ya, que te hace falta. — dijo imitando un poco mi voz en el momento que repitió lo que yo dije.

Ahora yo era la indignada, o eso creo. No puede ser que mi mejor amigo me haya dicho eso, ¿y él que sabe? Bueno, si sabe mucho para ser verdad.

— Oh cállate, Taggart... — me senté en el sofá. Él me imitó.

— Es guapo.

Voltee a verlo y me sonrió, puse los ojos en blanco para luego acomodarme de otra manera. Me sentía un poco incómoda con esta situación, desde hace tiempo no tuve nada que ver con las citas y ahora que tuve una... estar "hablando" de eso con Tagg me hace sentir de una manera extraña. O mejor dicho, como antes.

— Si claro, como digas. — conteste sarcásticamente.

— Sonaré un poco como Vane, ¿pero te has dado cuenta que...

No dejé que finalizara su pregunta porque ya sabía que diría y en realidad no quería escucharlo. Basta.

— Detente. — digo apuntándole con mi dedo índice. — Puedes ahorrarte tu sermón porque ya sé que dirás.

— ¿Y si lo haces porque no haces algo al respecto para que nosotros no gastemos saliva en decirlo? — hizo una pausa. — Sabes muy bien que no hay nadie que conozcas para que te ayude con esta tarea. Y ya falta poco para ir con tus padres.

¿Novios Falsos?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora