Sol de Media Tarde ☀️

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AVISO¡¡: Puede contener alguna escena un tanto explícita 🔞


El sol se colaba entre las rendijas de la protección improvisada contra la luz que tapaba la ventana en la pequeña casa del desierto que actualmente se había convertido en un hogar para el cazarrecompensas y su hijo.

Era una hora temprana, en condiciones normales hubiera resultado un despertar agradable, pero en ese momento era como si algo clavara un objeto punzante en el cerebro del mandaloriano, incluso a través de la visera de su casco. La verdad es que admitía que no era una sorpresa, los días anteriores sintió su armadura más pesada de lo normal y menos resistencia física, pero lo había achacado a al exceso de trabajo de las últimas semanas y al sobreesfuerzo por llegar junto a Cobb lo antes posible.

El dolor de cabeza llegó acompañado de un fuerte ataque de tos, lo cual alertó al objeto actual de sus pensamientos. El mariscal abrió la puerta preocupado, la luz y el sonido resultante no ayudaron al estado de Djarin. Lentamente se sentó a su lado en el cómodo colchón.

-He oído ruido, esa tos no suena nada bien, además por lo general te levantas antes que yo, ¿te encuentras bien?

Din tomó la decisión de quedarse donde estaba, dándole la espalda a su compañero, así que simplemente se limitó a asentir con desgana. El otro hombre emitió un suave sonido de lamento y acarició su espalda.

-Debes haber cogido algún tipo de gripe, es mejor que te quedes en casa, hoy no hay mucho trabajo por aquí, se lo encargaré a alguien, así cuidaré de ti y de Grogu.

Din le acarició los nudillos en señal de agradecimiento, ante lo cual su compañero mostró una sonrisa cómplice.

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La mañana pasó con tranquilidad, el mariscal preparó una sopa para el convaleciente y jugó con la pequeña criatura verde durante un rato hasta que el niño estaba preparado para una siesta, cuando el sol pegaba tanto que la gente de Freetown cerraba sus negocios y hogares a cal y canto Cobb decidió hacerle compañía al cazarrecompensas.

Se movió por la oscura habitación lo mas sigiloso que pudo, Din no parecía haberse movido, salvo por la silueta de vasos y un cuenco que se encontraban en el suelo. El otro hombre levantó la sábana y se colocó debajo con delicadeza, rozando la cadera de su compañero con los dedos. Djarin emitió un sonido desafinado trasladando que estaba despierto en ese momento.

-Hola de nuevo, cariño.

Din se movió hacia atrás unos centímetros para acercarse al mariscal, estaba demasiado cálido aunque no tanto como hacía unas horas y percibió cierto olor a sudor debido a la fiebre, aun así acomodó su rostro en la franja del cuello debajo del casco, acariciando los mechones desaliñados de cabello que encontró.

El mandaloriano suspiró contento y cerró el espacio aún más, rozando la zona más sensible del otro hombre, lo que le valió un resoplido entre dientes. El mariscal se mordió el labio, debido al exceso de trabajo de ambos en los últimos meses había pasado un tiempo...pero se mostró dubitativo debido al estado de su compañero, tintineando los dedos sobre la piel del otro unos segundos.

Acto seguido el mandaloriano sostuvo la mano del otro con sorprendente firmeza, colocándola en la parte baja de su estómago en un consentimiento implícito. El mariscal emitió un gemido bajo, traspasando la suave tira de la cintura de los pantalones holgados que vestía su pareja. En ese momento acarició despacio su longitud sobre la tela de la ropa interior, notando como la misma se endurecía y su respiración se entrecortaba.

Pasado un rato Djarin empujaba perezosamente hacia delante en la mano de su compañero, emitió un gruñido sordo desde lo profundo de su garganta mientras alcanzaba un clímax inminente. El cazarrecompensas estiró las articulaciones de sus hombros conforme se destensaba al bajar de la altura de su liberación. Vanth mordió la zona expuesta en su cuello, procediendo después a esconder la nariz entre los omóplatos del otro. Miró hacia abajo notando la humedad entre sus piernas, ni siquiera podía decir cuando él mismo había acabado, se sonrojó de vergüenza al recordar que no se había sentido satisfecho con la simple fricción desde la adolescencia, ese hombre sería su muerte...

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Después de acceder a un buen aseo y ropa limpia el mariscal se encontraba colocado cómodamente sobre el pecho del mandaloriano mientras este tarareaba suavemente recordando al ronroneo de un felino.

-¿Te encuentras mejor? (el representante de la ley profirió la pregunta con un toque de picardía).

El otro hombre rodó los ojos.

-Aún no me siento bien pero el dolor de cabeza ha mejorado mucho (el mandaloriano dijo con voz ronca y una leve sonrisa).

-Me alegro mucho, sabes que Grogu se despertará pronto y no podré alejarlo mucho tiempo de aquí.

Un resoplido incrédulo pero feliz llenó la estrecha habitación compartida. 


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