Prefacio

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"Sea lo que sea de lo que estén hechas nuestras almas, la tuya y la mía están hechas de lo mismo"
– Emily Brontë

"Sea lo que sea de lo que estén hechas nuestras almas, la tuya y la mía están hechas de lo mismo" – Emily Brontë

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Aquel día llovía a cántaros.

- "Su alteza, tenga piedad, por favor" - suplicaban unos sirvientes.

En medio del torrencial aguacero, un niño de 10 años golpeaba con un látigo a una persona acurrucada en el suelo.

A su lado estaban de rodillas otros dos sirvientes, quienes suplicaban clemencia.

Aedan avanzó a través de los extensos jardines, hasta que llegó al lugar de los gritos. Se quedó atónito por un segundo al ver esta horrible escena.

Warrehn estaba fuera de sí, otra vez. Seguía golpeando sin piedad al sirviente en el suelo, gotas de sangre ya habían manchado su ropa.

Pero lo que más dejo atónito a Aedan fue la Reina Regente Dalatteya. Observaba todo desde el balcón adjunto con una mirada espeluznante y Aedan juraría que la había visto sonreír, antes de que se percatara de su presencia y convirtiera su rostro en una máscara de indiferencia.

Su séquito estaba detrás de ella, pero nadie hacía nada por intervenir con la escena que ocurría frente a ellos.

Un grito del sirviente en el suelo saco a Aedan de su aturdimiento. Corrió hacia donde estaba Warrehn, sin la menor vacilación y lo abrazo por la espalda.

- "Warrehn detente" - pidió Aedan, llovía tan fuerte que ya estaba empapado, estaba temblando, tenía frío y miedo, pero no de Warrehn, sino de ella, la mujer que los observaba desde el balcón. Su mirada le recordaba a la de una serpiente, a Aedan siempre le producía escalofríos. - "Detente, por favor, te lo suplico."

Warrehn se detuvo al tercer llamado, respiraba entrecortadamente, y su cuerpo se sentía muy caliente, aún en medio de este torrencial aguacero. Se quedó allí, muy quieto con el látigo fuertemente apretado en su mano ensangrentada levantada lista para dar el siguiente azote.

Aedan aprovecho está oportunidad y se dirigió rápidamente a los sirvientes, aun abrazando a Warrehn.

- "Ustedes allí, ¿qué están esperando? Llévense a su compañero y retírense rápidamente." - les ordenó con la voz más autoritaria que un niño de 7 años podía hacer.

Los sirvientes dudaron y se miraron entre sí, y uno de ellos cometió el craso error de dirigir su mirada hacia el balcón, pero el sirviente rápidamente retractó la mirada.

-"¡¿Qué están esperando?! Retírense" - les gritó Aedan nuevamente. Podía sentir de muchas maneras, tanto físicas como telepáticas, que Warrehn estaba al borde.

Los sirvientes se estremecieron, luego se inclinaron profundamente antes de levantarse y cargar a su herido compañero lejos del lugar.

La Reina Regente Dalatteya hizo lo mismo, dio media vuelta con su elegante vestido color carmesí, no sin antes dirigirle una mirada gélida que hizo estremecer a Aedan. Su séquito la siguió con la cabeza gacha.

Entonces Aedan y Warrehn eran los únicos que quedaban en el jardín, empapados en medio de la fuerte lluvia. Aún abrazados. Aedan no apresuró nada, no lo soltó, ni habló, solo a través de su vínculo trato de expresarle calidez, confianza y calma, sabía que en este momento lo mejor era dejar respirar a Warrehn, darle tiempo para que se calmara, después de todo no era la primera vez que se enfrentaba a este tipo de situaciones.

Situaciones similares habían estado ocurriendo desde hace 5 meses, claro que la escena que se encontró hoy superaba con creces las anteriores. En los incidentes anteriores, Warrehn simplemente gritaba y rompía cosas, hoy era la primera vez que Aedan lo había visto agredir a alguien.

Para ser exactos desde que los padres de Warrehn perecieron en aquel terrible accidente hace 6 meses, y la tía de Warrehn, Dalatteya, asumiera la Regencia, algo había cambiado. Se empezaron a extender rumores en la corte.

Y Aedan era lo suficientemente mayor para notar dichos rumores. Rumores no tan buenos sobre su compañero de unión, dónde hablaban de un comportamiento inestable propenso a la irritabilidad e incluso la violencia.

Pero Aedan sabía que esos rumores no eran verdad, aunque tenía solo 7 años, siempre había sido un niño muy inteligente. Además, estaba vinculado a Warrehn y lo entendía mejor que nadie. Warrehn no era así, en realidad todos los incidentes fueron provocados intencionalmente para molestar a Warrehn a propósito, el problema era que solo él parecía darse cuenta de ello. 

Aedan no sabía cuánto tiempo paso, pero lentamente la respiración de Warrehn se fue regulando hasta volver a la normalidad. De repente Warrehn lo tomó del brazo y se dio la vuelta sin soltarlo. Frente a frente sus miradas se encontraron. Warrehn era tres años mayor que él y lo superaba en altura por varios centímetros.

La lluvia estaba aminorando.

Warrehn observó fijamente los ojos de Aedan, su compañero de unión, y se preguntó cómo aquellos ojos que tenían el mismo color que las tormentas más feroces podían calmarlo tanto. Entonces Aedan le sonrió, mientras extendía su mente tentativamente para darle un abrazo, y aparecieron dos adorables hoyuelos en sus mejillas. Y entonces, el mundo dejó de parecerle tan sombrío. Al parecer solo necesitaba la pura sonrisa de Aedan para salir adelante en medio de esta horrible realidad que vivía día a día en la que era su propia casa.

Se inclinó y correspondió al abrazo telepático de Aedan tanto física como mentalmente.

"Se que no quisiste hacerlo" dijo una pequeña vocecita en su mente.

"Está bien si no quieres contarme que fue lo que sucedió, yo creo en ti, siempre creeré en ti."

Continúo diciéndole Aedan. Warrehn tomo una profunda inhalación aún con la cabeza oculta en el cuello de Aedan. Siempre le parecía que Aedan olía muy bien, su aroma era muy relajante y calmante para él, aunque Aedan le había dicho antes que no usaba ningún tipo de perfume.

"Ellos lo mataron, Aedan. Los vi, pusieron veneno en la comida de Jhylo. Nadie me cree."

Aedan cerró los ojos. Jhylo era la única mascota de Warrehn, un hermoso espécimen inteligente parecido a un gato, que le había regalado a Warrehn hace solo 3 meses, esperando ayudarlo un poco a pasar su duelo. "Como aún no puedo estar contigo todo el tiempo y solo me permiten visitas, Jhylo te hará compañía en mi lugar" le había dicho Aedan sonriente.

"Shhh, lo siento, está bien, lo siento muchísimo, tranquilo, aquí estoy, siempre estaré para ti" Le susurró Aedan mientras le daba palmaditas en la espalda.

Warrehn se inclinó aún más en el cuello de Aedan.

Y así, siguieron conversando sin palabras, hasta que el cielo se volvió completamente brillante. La tormenta había pasado.

Warrehn sintió su vínculo rebosar con calidez, protección y afecto. Su dolor de cabeza pareció desaparecer por arte de magia, y sin que él mismo lo supiera tenía una sonrisa en los labios.

"Yo también estaré siempre para ti, mi querido Aido." Le respondió Warrehn, con una voz ligeramente ronca, después de mucho tiempo.

Aedan retrocedió un poco y lo encontró sonriendo, cosa que Warrehn no hacía a menudo, se sintió cálido por dentro, muy feliz y afortunado de tener a Warrehn compañero. No importa lo que el mundo dijera, Warrehn era perfecto para él, siempre lo sería. La manera en que esos ojos azules lo miraban y el vínculo que compartían, eran sus cosas favoritas del mundo.

Nunca, ni en sus más salvajes pesadillas, se hubiera imaginado que ese sería el último día que vería a Warrehn.

|MUY DESPRECIADO|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora