Capítulo 1: Recuerdos del pasado

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"No hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás sucedió."
- Joaquín Sabina.

18 años después.

Sexto Palacio Real.

Dentro de una lujosa habitación en el ala este del enorme palacio, un joven se despertó sobresaltado

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Dentro de una lujosa habitación en el ala este del enorme palacio, un joven se despertó sobresaltado.

Tomó algunas inhalaciones profundas hacer que su respiración se normalizara. Estaba empapado en sudor, y su corazón golpeaba fuertemente contra su pecho. Aedan observó a su alrededor aturdido, su escritorio de ébano bellamente tallado, el estante en la esquina sobre el que descansaba una maceta de una particular planta foránea que solo florecía en las sombras, su guardarropa, y sobre todo la exquisita lampara de cristal de hermoso color arcoíris, con la letra R etérea y bellamente grabada, que descansaba al lado de su cama, la realidad llegó de golpe.

Se dejo caer en la cama nuevamente pasándose una mano por el rostro y suspiró. Había vuelto a tener ese mismo sueño. Siempre sueña con la última vez que vió a Warrehn, su compañero de unión que desapareció hace 18 años, sí, desaparecido, no muerto, como todos aseveraban. Warrehn no estaba muerto, Aedan estaba seguro de ello, el débil vínculo que aún los unía era la prueba.

En algún lugar lejano, él seguía con vida, y donde quiera que estuviera, Aedan deseaba que estuviera bien. A Aedan le gustaba pensar que había razones de peso por las que Warrehn no había regresado en tantos años, como su malvada tía Dalatteya por ejemplo, agh solo pensar en esa mujer le provocaba escalofríos. Cuando era pequeño siempre le había atemorizado, sobre todo sus fríos ojos que parecían ver a través de todo, pensó que eso cambiaría cuando creciera, pero no, aun hoy con 25 años, le seguía provocando la misma sensación.

Sino fuera por Samir, su mejor amigo, no visitaría el Quinto Palacio Real en mucho tiempo. A veces le resultaba tan difícil comprender como de una mujer así podría nacer una persona como Samir. Eran tan opuestos, que, si no fuera por su extraordinario parecido físico, Aedan hubiera dudado de que estuvieran emparentados.

Samir era brillante, cálido y amable. Y ella era tan fría, espeluznante y malvada. Porque sí, en opinión de Aedan, Dalatteya era una malvada, no importa lo buen Regente que sea, lo meticulosa y refinada. Aedan no ponía en duda ni por un segundo, que ella tuvo algo que ver con el accidente que les quitó la vida a los Reyes del Quinto Gran Clan y tan solo meses después con la desaparición de sus dos sobrinos. Era demasiada coincidencia, demasiado sospechoso. Ella era la única que saldría "ganando" con una situación así. Y no, a Aedan no le importaba que no hubiera pruebas en su contra, por más que haya buscado sigilosamente todos estos años, es más, eso la hacía aún más terrible, ya que solo significaba una cosa: era demasiado calculadora.

Aedan seguía perdido en sus pensamientos cuando sonó su comunicador.

Era un mensaje de Räeesar.

Cuando pensó en Räeesar, el estado de ánimo de Aedan era complicado. Era una historia complicada, después de todo. Para resumir, se habían conocido cuando estudió en un internado fuera del planeta. Su madre lo había enviado allí después de la desaparición de su compañero de unión. Ella estaba furiosa. "¡¿Por qué tenía que pasar esto?! Nuestro futuro está arruinado" había dicho. Aedan no recordaba nunca haberla visto tan enojada.

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