Capítulo 12: Warrehn

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"De vez en cuando di la verdad para que te crean cuando mientes." - Jules Renard


A Warrehn 'ngh' Zaver le desagradan muchas cosas, pero había dos que eran particularmente odiadas por él: la política  y su abominable tía Dalatteya. 

Es correcto, en opinión de Warrehn, Dalatteya 'il' Zaver ni siquiera calificaba como persona, era simplemente una cosa molesta y malvada que arruino su vida. Difícilmente se puede considerar a alguien que mando a asesinar a sangre fría a unos niños, sus sobrinos, una persona. 

Está mujer también asesino a sus padres. El accidente que se los llevo fue provocado por ella. Warrehn lo sabía. Lo sabía todo, pero no tenía pruebas de ello. Esta mujer malvada y calculadora había borrado todas sus huellas limpiamente. La evidencia en su contra era circunstancial en el mejor de los casos. Sería la palabra de Warrehn contra la de ella, y seguramente sus recuerdos serían fácilmente descartados como las ilusiones de un niño traumatizado que simplemente escuchó algo mal. Más aún después de que la astuta mujer se encargara de empañar su reputación luego del fallecimiento de sus padres, provocando toto tipo de incidentes donde dejaba ver que Warrehn tenía un comportamiento errático propenso a la violencia. Dalatteya tenía muchos amigos y conexiones en el Consejo, su propia gente la adoraba a ella y a su hijo. 

Samir, oh, Samir. Su primo, a diferencia de su madre, lo había recibido con los brazos abiertos, o al menos esa es la película que le vendía día a día. Tratando de ayudarlo a adaptarse o creando oportunidades para que él gane apoyo público, pero Warrehn no se confiaba. Si algo le había enseñado su larga estancia en Lehr Manor era que no se podía confiar en nada ni en nadie, las personas podían ser muy crueles y mentirosas, mostrando una buena cara y luego apuñalándote por la espalda en el momento que menos lo esperas. Si bien era cierto que Samir era apenas un niño cuando todo sucedió, y no podía ser parte de ello, sino más bien una pieza más en los juegos de Dalatteya por hacerse con el poder, seguía siendo hijo de su madre después de todo.

Warrehn se paseó por su habitación, un viejo hábito desde niño, pensando. ¿Por qué todo tenía que ser tan complicado? Estaba harto de está situación. Su amigo Rohan se había casado y había hecho su propia vida, su hermano se había marchado y lo había dejado atrás, irónicamente como él mismo lo dejo atrás hace tantos años, aunque fue una decisión de vida o muerte, desesperada, Warrehn siempre se había reprochado haber dejado a su suerte a su hermano menor en brazos de un completo extraño. 

Llegó frente al espejo y se contempló un instante. Ahora era el Rey. Había sido coronado, vestía costosas túnicas reales, era alto, joven y apuesto, pero ¿de qué le servía todo eso?. Ni siquiera había podido echar a esa maldita mujer, la asesina.de.sus.padres y su hijo del que se suponía era su palacio, todo por temor a una guerra civil. 

"Rey Warrehn, que maldita broma" se dijo a si mismo haciendo una mueca de disgusto. 

Warrehn nunca había pensado que se sentiría como un extraño en su propio planeta natal, en su propio Gran Clan, que se sentiría como un usurpador en su propio hogar. Él era el Rey pero a menudo se sentía como un fraude. Se sentía solo, completamente solo. Y la verdad era que ya estaba harto de lidiar con la situación escuchando los consejos de otros. Se acabo el tiempo, era hora de hacer las cosas a su manera, y si la justicia no estaba de su lado entonces él la tomaría con sus propias manos. 

Caminando llegó hasta la terraza, el aire frío de la noche penetrando en su piel "Tía, quieres matarme, y terminar el trabajo incompleto de hace 18 años, pero ya no soy un niño." Los azules miraron hacía una lejana habitación iluminada "Veamos quién asesina a quién está vez" susurró a las tinieblas. 

Al día siguiente, su brillante primo Samir llegó con una invitación, y Warrehn supo que había llegado la oportunidad perfecta para poner en marcha su plan. Dalatteya seguramente intentaría hacer su movimiento, lo veía en sus ojos cuando lo miraba, ella estaba al límite, quería deshacerse de él a toda costa, y poner a su precioso Samir en el trono. Muy bien, dejaría que ella piense que ganó y luego le daría el golpe final cuando menos se lo esperaba.

Warrehn hizo una apuesta arriesgada pero ganó. De hecho resultó mejor de lo que pensaba. Ahora tenía la oportunidad perfecta para ejecutar su plan, solo había un pequeño problema: el lloroso chico de ojos grises que lo sostenía cuidadosamente y le rogaba que "despertara". Su preocupación era genuina, Warrehn lo sabía porque, por alguna extraña razón, podía atravesar los escudos mentales de Aedan como si no existieran, y cada pensamiento y sentimiento que percibía era abrumador, en una medida que no lo molestaba. Ahora se dio cuenta, lo que sucedió cuando se reencontró con Aedan por primera vez después de 18 años en los jardines del Sexto Palacio, no fue incomodidad en sí, es que nunca había estado expuesto a ser el receptor de sentimientos tan puros y sinceros. 

Pero ahora Aedan estaba saliendo con ese Rey de otro planeta, y Warrehn se sintió estúpido por la oportunidad que había perdido. Era irónico, desde que empezó a vivir en Lehr Manor y conoció la verdad detrás de los vínculos de unión, los había despreciado más que nada, pero solo hasta ahora se daba cuenta que tal vez dicho vínculo le había dado la oportunidad de conocer a la única persona que lo quiso sincera y desinteresadamente en toda su vida. Pero ahora todo estaba perdido, él le había roto el corazón a Aedan cruelmente pidiéndole que terminaran ni muy bien se reencontraron, todo por su terquedad y odio generalizado hacía los vínculos. 

Estar entre los brazos de Aedan se sentía muy cómodo, pese al dolor latente de sus heridas, el olor de Aedan era calmante, como siempre lo fue. Y Warrehn se encontró más relajado de lo que había estado en años, contra todo pronóstico y por loco que suene, así desangrándose como estaba. Entonces en medio de todo eso, tuvo una epifanía, si todos lo habían abandonado, no dejaría que Aedan lo hiciera. Él aún parecía importarle, así que actuaría un poco y lo obtendría. Al diablo ese rey, Aedan sería suyo, de cualquier manera y para siempre.



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