Capítulo 11

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Hace 8 años atrás...

Ya perdí la cuenta de la cantidad de somaek que voy tomando, sin embargo, eso no va a impedir que me detenga. Tengo mi mano pegada al vaso, y mi trasero a la banqueta. 

Hoy no fue un día bueno. Me corrieron del trabajo que tenía, el cuál era en la cocina de un restaurante. Es ya el cuarto del que me echan, en un lapso de 6 meses. No sé cómo conseguiré un quinto con tan malas referencias en los anteriores. Por lo que es cuestión de tiempo antes de que me quede sin un won.

Estoy a nada de darme por vencido, y regresar al clan con mis hermanos. Pero eso sería lo peor que podría pasarme. 

O lo segundo... 

- ¿Qué haces aquí? - pregunto con fastidio al verlo entrar por la puerta del bar. 

- Me han llamado a que venga por ti. - responde. - Al parecer soy el único contacto en tú celular. 

- No tengo a nadie. - hablo molesto. - Lo único que tengo es a mis hermanos, pero ellos son unos mentirosos. - y tomó hasta el fondo de mi vaso. 

Mira al cantinero. - Voy a pagar su cuenta. ¿Me diría cuanto es? 

El hombre detrás de la barra le extiende el ticket, a lo que Moon-sik lo toma y una vez que le hecha un vistazo se lo devuelve con el dinero que sacó de su billetera. 

- Hay una propina extra por las molestias ocasionadas. - inclina su cabeza en señal de disculpa. - En verdad lo lamento. 

- No te preocupes, lidio con ebrios a diario. - dice el hombre. - Pero mi limite es cuando se meten en peleas con otros ebrios. Y aquí tu amigo estaba a nada de destrozar mi bar.

Frunzo el ceño. - Fue ese idiota quien empezó. - me quejo enojado. 

Moon-sik me toma del brazo con fuerza. - Será mejor que me lo lleve. Buenas noches. 

Me ayuda a ponerme en pie y los dos nos encaminamos hacia la salida, él sin soltarme.

- Suéltame. - me zafo de su agarre una vez fuera. Lo miro fijo. - Que conste que yo no tenía pensado llamarte. - sentencio. - Fue ese cantinero metiche y fastidioso quien lo hizo. Tú serías la última persona a la que llamaría. 

Asiente. - Lo sé... - su voz suena como un leve susurro. 

Lo observo con más atención, y noto que hay algo en él que es extraño. No está como siempre. Sus ojos están tristes y apagados, no reflejan la picardía que fue habitual en esos 18 meses que pasamos juntos. La expresión de su rostro refleja cansancio, lo que debería ser normal dado la hora que es, pero parece que viene de antes, como si de todos modos no hubiera estado durmiendo. Lleva puesto un conjunto de jogging gris con capucha, encima una de esas camperas inflables negras largas y un gorro de lana. 

¿Cómo es que puede verse tan bien con algo tan simple? 

Incluso al tener ese semblante serio resalta aún más las facciones de su rostro. Creo que nunca me había detenido a pensar en lo guapo que es. Esos pómulos pronunciados y la mandíbula marcada. Sus labios tan carnosos y redondos, como dibujados a mano. Los ojos tan rasgados y brillosos. Aunque lo que más me fascina son los lunares que tiene. Son dos. Uno en el mentón, y otros detrás de su oreja izquierda. 

Y al pensar en esos dos lugares, me doy cuenta de que deseo dejar un beso en esas zonas.

¿Qué se sentirá besarlo? Su piel siempre es cálida, y huele a perfume.

Ante ese pensamiento siento como se me acalora el cuerpo. Puedo sentir como si cara me arde. Me quitaría toda la ropa ahora mismo de lo sofocado que estoy, pero voy a parecer un ebrio loco que se quita la ropa en pleno invierno. 

Regresa a Mi (Mafia Marshall VII)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora