Capítulo 10 - Reencuentros en el Torre Azul

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Ana se encontraba en una montaña rusa emocional. Por un lado, estaba aliviada de que Javier hubiera reconocido el comentario ofensivo y se hubiera disculpado sinceramente. Sentía gratitud hacia él por su honestidad y valentía al abordar el tema de manera directa. Por otro lado, no podía dejar de sentirse herida y ofendida por el comentario en sí mismo.

De todas formas, iba a celebrar el éxito junto a sus compañeros y a tratar de disfrutar el máximo. Se subió al ascensor y apretó el número de la planta en la que se encontraba el bar "Torre Azul".

Al entrar al bar, sintió el cálido abrazo de las luces tenues y el murmullo de las conversaciones animadas. Su distracción la llevó a chocar sin querer con un camarero que pasaba rápidamente a su lado. Ambos se detuvieron en seco, y Ana sintió cómo su corazón se aceleraba cuando levantó la mirada para disculparse.
Ahí estaba él. Adrian. El chico que se había burlado de su físico la noche que salió con sus amigas. Ana lo reconoció de inmediato por su sonrisa sarcástica y su arrogancia. Adrian la miró con sorpresa y pareció reconocerla también, aunque por un momento quedó mudo.
Ana tomó una respiración profunda y decidió mantener la compostura. No iba a permitir que alguien como él la afectara.

– ¡Oh! ¡Perdona! No te vi venir.– Dijo Adrián con voz amable. Ana pensó que por un momento no le había reconocido, o que simplemente estaba siendo agradable con ella por que estaba trabajando.

– No hay problema. Fue un accidente. – Contestó Ana tratando de huir de esa situación lo más rápido posible.

– No, de verdad que lo siento, acompáñame al almacén y te presto una servilleta para que te limpies– contestó Adrián con un tono de voz de lo más agradable, podría decirse que hasta seductor.

– No es necesario, gracias. Ya me apañaré como pueda... y si me disculpas me voy con mis compañeros que me están esperando – contestó Ana todo lo secamente que pudo.

Sin darle tiempo a decir nada más, se giró y empezó a andar hacia donde estaban todos los demás celebrando la reunión. Fue entonces cuando notó como alguien la agarraba del brazo, con suavidad pero con determinación. Se dio la vuelta para comprobar de quien se trataba. No era otro que el maldito camarero.

Ana frunció el ceño y se acercó su oído. No quería que el resto de la gente que se encontraba en el bar oyera lo que iba a decir, y mucho menos quería montar un espectáculo.

– Mira Adrián, no se si es que no me has reconocido, te intentas burlar de mi, o simplemente intentas hacer bien tu trabajo, pero... soy Ana, la chica de la que te estuviste metiendo con su físico el otro día, no quiero que me des una puta servilleta, o que seas amable conmigo, simplemente quiero que me dejes en paz y te limites a servir a los clientes del bar. Como si no nos conociéramos– le dijo susurrando al oído.

Pudo notar como la cara de Adrián iba cambiando. Ya no parecía tan contento.

– Por supuesto que te he reconocido Ana, solo esperaba que tu no me hubieras reconocido a mi. Perdón por molestarte de nuevo. Se que el otro día dije cosas que...– dijo Adrián en tono apenado, pero fue interrumpido por Ana.

– No quiero escuchar ahora mismo nada de lo que tengas que decirme. Bueno, ni ahora ni nunca. Espero que te vaya muy bien la noche y por favor, intenta alejarte de mi todo lo que puedas. Si de verdad lo sientes, haz que no te tenga que ver la cara en toda la noche– y con esto, Ana se soltó del agarre de Adrián, y con una marcha decidida llegó con sus compañeros.

Todos estaban juntos en una mesa, riendo y charlando animadamente. Marta, aunque con ella no lo demostraba, era el alma de la fiesta, estaba contando chistes y haciendo gestos divertidos mientras los demás la escuchaban con atención, soltando risas de vez en cuando.

Curvas de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora