Capitulo 18- No vale la pena

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Ana quiso seguir escuchando la conversación pero el ascensor iba cargado de gente de otras plantas, así que si no quería ser maleducada debía subirse. Lo mejor era irse a casa, descansar y empezar de nuevo al día siguiente.

Al llegar a la planta baja, se dirigió hacia la puerta del ascensor para salir de la oficina. Sin embargo, al salir del ascensor, se encontró con una escena que no esperaba.

Adrián estaba allí, hablando con una chica, riéndose y pareciendo bastante cómodos el uno con el otro.

Ana se detuvo en seco, sintiendo cómo su corazón se hundía en el pecho. No sabía exactamente por qué se sentía así, pero la vista de Adrián con otra mujer no era algo que quisiera ver.

Sabía que iba a pasar tarde o temprano, pero esperaba que fuera más bien lo primero. Además volverlo a ver estando con una chica, hizo que algo se revolviera dentro de ella.

Se quedó allí parada, indecisa sobre qué hacer a continuación.

Adrián notó la presencia de Ana, y se dio la vuelta para mirarla. La chica que estaba hablando con él también se volvió para mirarla, y Ana sintió cómo las miradas de ambos se clavaban en ella.

Se sintió muy incómoda.

– Hola, Ana. ¿Cómo estás? -dijo Adrián con una sonrisa un poco forzada.

–Estoy bien, gracias -respondió Ana con voz temblorosa-. Me voy ya.

Y sin decir nada más, Ana se apresuró a salir por la puerta, evitando el contacto visual con Adrián o la otra chica.

Una vez fuera de la oficina, se detuvo y respiró profundamente, tratando de calmarse y procesar lo que acababa de suceder.

De camino al metro, sintió una mezcla de tristeza y enojo. No podía creer que hubiera sentido esa punzada de celos al verlo con otra chica, especialmente después de cómo la había tratado.

Se sentía frustrada consigo misma por no poder controlar sus emociones y por sentir algo por alguien que no merecía su atención.

De camino a su casa, siguió intentando despejar su mente.

"No vale la pena preocuparse por alguien como Adrián. Merezco algo mucho mejor", se repitió mentalmente durante el trayecto.

Pero a pesar de sus esfuerzos, siguió sintiendo una sensación incómoda en su pecho.

Finalmente, cuando llegó a su casa, se tumbó en el sofá, cerrando los ojos y respirando profundamente.

Trató de dejar de pensar en todo lo que había sucedido ese día, pero no pudo evitar que los recuerdos de la confrontación con Marta, el encuentro con Inés y su charla con Adrián se agolparan en su mente.

Se sintió abrumada y decidió que lo mejor era descansar.

Cerró los ojos y se dejó llevar por la oscuridad, tratando de olvidar todo lo que había pasado en las últimas horas y esperando que el mañana fuese un día mejor.

Durante el resto de la semana, Ana se centró en su trabajo y en las tareas pendientes.

No volvió a tener ningún encuentro incómodo con Adrián, lo cual le pareció un alivio.

Se esforzó por seguir trabajando en las ideas que habían surgido en la reunión, muchas de las cuales eran suyas, y se alegró de ver que poco a poco iban cogiendo más forma y concretándose.

Por otro lado, Marta parecía haber dejado atrás su actitud arisca y fría. Aunque seguía sin disculparse ni reconocer su comportamiento desleal hacia Ana, al menos parecía estar más amable y colaborativa.

Además, sumado a todo esto, cada mañana, antes de comenzar la jornada laboral, Ana salía con tiempo para ir a la cafetería donde trabajaba Sandra, la chica encantadora que le había alegrado el día la primera vez que se encontraron. Disfrutaba de su café y de pequeñas charlas con ella, lo que le subía la moral y le daba energía para empezar el día.

En resumen, la semana fue transcurriendo sin mayores novedades y Ana se centró en su trabajo y en las pequeñas cosas que le hacían feliz.

Y por fin llegó el viernes. Ana estaba emocionada por que había quedado para cenar con sus amigas el sábado por la noche. Después seguro que irían también a algún bar a tomar algo.

Como la semana había ido bien, sintió que se había ganado un capricho. Así que decidió que al salir del trabajo iría de compras y se compraría algo bonito para lucir el sábado.

Después de salir del trabajo, Ana se dirigió a su tienda favorita.

Como es sabido, no es fácil para una persona que no tiene un cuerpo normativo encontrar patrones que resalten su figura, y que no la intenten esconder. Pero Ana, sabía a qué tiendas acudir. Eran un poco más caras, y tenían menos variedad de prendas, pero por lo menos, había cosas bonitas que le valían.

Si, otra de las desventajas de ser gorda en esta sociedad. Si no encuentras tiendas guays como esas, te tienes que limitar a ponerte lo que las grandes empresas de moda te dejan llevar.

En cuanto llegó, buscó entre los modelos de ropa de fiesta. Después de probarse varios modelos, finalmente encontró el vestido perfecto.

Era un vestido negro ajustado, con escote en V y una falda con vuelo. Se veía espectacular con él puesto y no podía esperar a lucirlo en la cena con sus amigas.

Después de comprar el vestido, Ana se dirigió a su casa a descansar. Al fin y al cabo, la semana había sido intensa y ya le pesaba la vida.

Curvas de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora