Capitulo 22- Candado

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Ana se sentía furiosa. No podía creer que una vez más se hubiera metido con ella y arruinado su ánimo. Pero esta vez, algo había cambiado en Ana. No iba a permitir que la actitud de Adrián arruinara su noche.

Se giró y se encaminó a la salida de los baños. Había oído como Adrián la llamaba, pero no tenía ganas de escuchar sus cuentos otra vez. No sabía por qué Adrián se tomaba tantas molestias con ella, parecía casi que la buscase, si lo único que quería era reírse.

Estaba decidida a unirse con sus amigas de nuevo, pero notó como Adrián la cogía del brazo y la giraba.

Adrián se acercó poco a poco al rostro de Ana con una mirada serena. Se le notaba nervioso. Ana, en cambio, estaba hecha una furia. 

– Por favor Ana, déjame explicarme una vez, con calma. Déjame disculparme. Solo te pido eso– dijo Adrian susurrando al oído de Ana.

– La verdad Adrian, es que no creo que puedas permitirte pedirme nada – contestó Ana, evitando mirarle a los ojos.

– Tienes toda la razón. Pero por favor, dame ni que sean cinco minutos de tu tiempo. Si después de esos minutos decides que no quieres volver a hablar conmigo, prometo no volver a acercarme a ti– dijo Adrian buscando la mirada de Ana.

– Está bien, si así consigo que me dejes en paz de una vez...– suspiró Ana.

No tenía ninguna gana de hablar con él. Ella lo que quería era volver con sus amigas, olvidarse por completo de Adrián y disfrutar de la noche. Pero, si dándole cinco minutos conseguía que se marchase del bar y de su vida, no iba a perder la oportunidad.

– Prefiero que hablemos fuera, si no te importa claro – dijo Adrián soltando el brazo de Ana.

– Me da lo mismo, lo único que quiero es acabar con esto – contestó Ana en tono tajante.

Adrián tomó su mano para dirigirse a la salida. Al hacerlo Ana no pudo evitar sentir una corriente eléctrica que recorría todo su cuerpo. Trato de alejar ese sentimiento de ella. Lo único que esperaba de esa conversación era volver a sentirse mal, así que cuantas menos expectativas tuviera, menor sería el golpe.

Una vez fuera, Adrián sugirió cruzar la carretera e ir al parque, para que pudieran sentarse en un banco y así hablar tranquilamente, cosa que a Ana le pareció bien. "Si sale alguien, por lo menos no escuchará nuestra conversación" pensó Ana.

Nada más cruzar la carretera Adrián soltó su mano, y Ana sintió un pequeño vacío. Todos estos sentimientos le hacían sentirse mal con ella misma. No era justo que tuviera que sentir cosas por una persona que jamas la iba a querer, que lo único que hacía era hacerla sentir mal por cómo era.

Se adentraron un poco en el parque.

– ¿Te parece bien que nos sentemos en este banco? – dijo Adrián señalando uno de los bancos que había.

– Me vale cualquiera – contestó Ana tratando de mostrar indiferencia.

Ambos se sentaron, lo más lejos posible uno del otro.

Adrián miró a Ana fijamente, cogió una gran bocanada de aire. Parecía que estuviera ordenando sus pensamientos. Acto seguido comenzó a hablar cautelosamente.

– No sé cómo empezar, ni por dónde– dijo Adrián cogiéndose una mano con la otra.

"Parece nervioso" pensó Ana.

– No se Adrián, tú me has pedido venir a hablar contigo. Empieza por donde quieras, pero empieza ya, no quiero estar aquí toda la noche – dijo Ana tajantemente.

– Tienes toda la razón, pero abrirme así contigo no me resulta fácil – dijo Adrián desviando su mirada hacia el suelo.

Ana confirmó entonces que Adrián estaba verdaderamente nervioso. Decidió no contestar nada. Tampoco sabía qué decirle. No se conocían tanto. No sabía cómo era Adrián.

– Lo siento mucho por todo– dijo Adrián en un suspiro. Seguía sin mirarla.

Ana esperó un poco esperando a que Adrián continuara hablando. El lo siento no le servía. Ya se lo había dicho antes, y no había cambiado nada.

Esperó un poco más, pero Adrián ni si quiera le miraba, y seguía sin pronunciar palabra.

– No sé por qué me has hecho venir hasta aquí si sólo querías decirme esto. Vale, lo sientes. Si eso es todo, me marcho. Y sí, no quiero que me vuelvas a molestar más– dijo Ana mientras se levantaba del banco en el que estaban sentados.

– Espera por favor, no te vayas– dijo Adrián volviéndola a mirar.

– De acuerdo, pero por favor, se rápido– dijo Ana mientras se volvía a sentar en el banco.

– Ana, soy un desastre. La primera vez que nos conocimos dije cosas que de verdad no pienso. Te humillé delante de todos. Todavía no me perdono haber dicho lo que dije, y no tiene justificación alguna...– soltó Adrián mirando a Ana fijamente.

– Aquel día me hiciste sentir muy mal Adrián. Sólo había salido a disfrutar con mis amigas. Quería disfrutar de la noche. Me hiciste pensar que por estar gorda no merecía ni si quiera estar ahí. Cuando en realidad el único que sobraba en ese bar eras tú – contestó Ana con furia.

– Lo sé y lo siento de verdad – dijo Adrián mirándole de nuevo a los ojos, y se acercó un poco más a ella.

– Si esto es todo...– dijo Ana devolviéndole la mirada.

– No, no. Espera. La siguiente vez que nos vimos nos besamos, aunque no terminara como hubiera querido, no he podido dejar de pensar en ello...– dijo Adrián sonrojándose.

Ana no pudo evitar echarse a reír.

– Ya Adrián, por eso luego estabas con otra chica en el bar...– dijo Ana mirándolo fijamente.

– ¿Qué otra chica Ana? ¿De qué estás hablando?– Contestó Adrián algo confuso.

– Mira, ya que estás siendo sincero según tu, por lo menos no mientas, ni me hagas quedar de paranoica... más que nada porque tengo una foto de esa noche...– dijo Ana en un tono muy enfadado.

– De verdad que no sé de qué me estás hablando Ana, no he estado con ninguna chica desde ese día, y menos aquella noche– contestó Adrián.

– Aún no se por qué voy a hacer esto. No tengo porqué justificarme, pero no me vas a dejar como una mentirosa, ni una paranoica, ni nada de eso. Espera que busco la foto– dijo Ana sacando su móvil.

Estaba claro que la respuesta que le fuera a dar tenía que ser buena. Ana deseaba que así fuera. Más que nada porque Adrián le estaba revolviendo todo. No quería abrir su corazón, ni creerse todas esas frases, como que no había pensado en otra cosa que no fuera el beso que tuvieron, hasta que Adrián le diera una explicación sobre las numerosas mujeres con las que lo había visto. Hasta entonces su corazón estaria cerrado con candado.

Curvas de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora