capitulo IX

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Mia no lo estaba pasando bien. Desde la llegada de sus padres, no había podido dormir bien y andaba más irritable que nunca. Sabía que le hacía daño a Emma, pero no sabía cómo salir de esa situación. El mensaje que le había llegado hace unos minutos y que no había respondido le había dado una advertencia silenciosa: si seguía guardándose esto y no lo compartía con su novia, la perdería. Quizás no de inmediato, no ese día, pero nadie aguantaría tanto silencio, y Em no lo merecía. Esto la llevó a recordar los días siguientes a la llegada de sus padres. Como la persona encargada de visitar a todos los pacientes, tenía que verlos a ellos también. Había pensado en mil formas de evitarlo, pero todas resultaban inviables. Los primeros días, cuando estaban sedados, los visitaba sin problemas. Pero una vez que despertaron, todo se fue a la basura. Todos los malos recuerdos cayeron sobre ella como un balde de agua fría. Ambos padres estaban en la misma habitación, lo que al menos le ahorraba tener que repetir las mismas preguntas y recriminaciones por separado. Ese día entró a la habitación dispuesta a hacer su trabajo y actuar como si no los conociera. Sabía que ya estaban conscientes, pero rogaba que no le hablaran o incluso que pidieran cambio de médico. Eso dolería menos que lo que ocurrió esa mañana.

''Buenos días'' dijo, revisando sus expedientes sin mirarlos a la cara. ''Como ya me han informado los doctores Díaz y Gutiérrez, ya están enterados de cuál es su estado y cuánto tiempo aproximado estarán en el hospital. Por mi parte, me presento como su médico tratante'' Dejó los expedientes a los pies de cada camilla, se armó de fuerzas y los miró ''Me verán solo en las mañanas, hasta el día de su alta. También deben saber que, al ser los causantes del accidente, vendrá alguien de la policía para interrogarlos. ''

Los padres de Mia se miraban entre ellos y de vez en cuando la miraban a ella. No esperaban verla tan pronto; sabían perfectamente que su hija trabajaba en ese hospital. Llevaban un tiempo buscándola y era por eso que estaban en la ciudad. Su hija los trataba como a cualquier paciente, aunque con algo más de hostilidad. Las razones sobraban del porqué ella hacía eso. No esperaban que se atreviera a atenderlos. De hecho, estaban seguros de que se escondería. Siempre había sido una cobarde. Pero ahí estaba, frente a ellos, la razón que les destruyó la vida, sus sueños, su hija.

Después de terminar las presentaciones, la doctora dio media vuelta para irse, pero su padre no perdería esa oportunidad.

''Mia'' ella se detuvo en seco, pero no se atrevió a mirar a su padre ''veo que después de todo, no eras tan inútil como creíamos'' Sus palabras se clavaron como dagas en su corazón, pero se mantuvo firme, conteniendo la rabia que la consumía '' ¿no le darás un beso de bienvenida a mami y papi? '' dijo el hombre mientras reía con malicia

"Deberías agradecer que soy médico y no asesina, porque si fuera por mí, ya estarían muertos", dijo finalmente, su voz llena de un resentimiento apenas contenido. "Más aún después de que casi matan a la mujer que amo en ese estúpido accidente", añadió, con las manos apretadas con furia. Dio un paso hacia la salida, decidida a alejarse de ellos lo antes posible.

''Veo que sigues siendo una enferma de mierda, lástima que tengas que vernos mientras estemos aquí'' dijo el hombre escupiendo su odio.

Mia contuvo la respiración ante las palabras venenosas de su padre, sintiendo cómo cada una perforaba su alma. "Pueden pedir cambio de médico", respondió con calma, manteniendo la compostura a pesar de la furia que ardía dentro de ella.

''No te haremos ese favor, además vinimos a esta ciudad para buscarte''

Mia escuchó las palabras de sus padres con una mezcla de incredulidad y desprecio. "Ahora resulta que el ejemplo de padres ¿me necesita?", replicó sarcásticamente, girándose para enfrentarlos. "¿Qué quieren? ¿dinero? Porque es lo único que les interesaría de mí".

A tres latidos de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora