Capitulo X

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La vendimia había comenzado y Emma estaba muy emocionada, cada día veía más cerca su sueño hecho realidad; el departamento se había vendido dos semanas después de hablar con sus insufribles suegros.

A pesar de sentirse incómoda por ocultarle cosas a su novia, Emma se aferraba a la idea de que era por su felicidad. La aparente paz y la ausencia de problemas con los padres de Mia sugerían que estaban cumpliendo su parte del trato. Aunque mantener secretos no era algo que le gustara, Emma se convencía a sí misma de que era necesario para proteger el bienestar de Mia.

La doctora se las había arreglado para mantenerse distante de Camila, mientras que sus padres solo la observaban con indiferencia. ¿Le dolía? Sí, pero prefería eso a escuchar sus palabras llenas de odio. Solo deseaba que los días pasaran rápido para que se fueran y esta vez nunca más volver a verlos. Ya no los necesitaba. Todo lo que quería para ser feliz era su trabajo, su perro y su mujer. Nada más le importaba, y sabía que Emma pensaba lo mismo.

Camila se había enterado de que los pacientes de la habitación veinte eran los padres de la mujer que la tenía obsesionada. A pesar de que no quería aceptarlo, se negaba a creer que aquella doctora no cayera a sus pies una vez más. Jamás nadie se había resistido a sus encantos, y se juraba a sí misma que esa bella mujer volvería a ser suya, aunque fuera solo como un juego otra vez. Decidió hacerles una visita, confiando en su habilidad para manipular a la gente. No le costaría trabajo sacarles información para perjudicar la relación de Emma y Mia.

"Buenas noches, señores Solari", comenzó Camila con una sonrisa cortés. "Soy Camila Alcayaga, jefa de cardiología de este hospital. Me he enterado de que son los padres de la doctora Mia Solari y quise hacerles una visita".

La madre de Mia, Mariana, miró a Camila con recelo. "¿Eres amiga de ella?", preguntó con cautela. "Si es así, no tenemos nada que hablar con usted".

Camila mantuvo su sonrisa, pero sus ojos mostraban un brillo calculador. "Solo somos colegas", respondió con una ligera inclinación de cabeza.

Javier Solari, el padre de Mia, intervino con un tono de voz cargado de impaciencia. "¿Qué quiere realmente?", espetó. "Dígale a la inútil de mi hija que no nos moleste y nosotros haremos lo mismo".

La mirada de Camila se endureció por un momento antes de recuperar su compostura. "La verdad, señor, vengo por su hija", admitió con franqueza. "Pero no para hacerle un favor. Quiero información que me sirva para que la mujer con la que está desaparezca de su vida".

Javier frunció el ceño ante las palabras de Camila. "Otra desviada más, lo que nos faltaba", gruñó con desprecio. "Váyase con su amor lésbico a otro lado, acá no nos interesa".

La respuesta de Camila fue una carcajada burlona. "¿Amor?", repitió entre risas mientras observaba la confusión en los rostros de los padres de Mia. "No, solo no me gusta perder. Para mí, su hija es solo un juego y para ganarlo, su noviecita debe desaparecer de su vida. Así que les ofrezco tres millones, claro, si la información me sirve. Si no, olvídenlo".

''La mujer que vino hace unos días, nos ofreció más, iguálalo o supéralo, eso sí, nadie debe saber que te lo dijimos, inventa que nos escuchaste hablando o algo así''

'' ¿Cuanto? '' preguntó Camila

Javier Solari frunció el ceño antes de responder. "Veinticinco millones más la deuda del hospital", declaró con firmeza.

"Está bien", asintió finalmente. "Si la información que me darán me sirve, haremos el trato inmediatamente".

Con una sonrisa satisfecha, Javier Solari se encogió de hombros, mientras Mariana observaba a Camila con una mezcla de desdén y ansiedad.

A tres latidos de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora