Mia se encontraba en una encrucijada emocional. Aunque sabía que Emma no buscaba relaciones amorosas y había construido muros impenetrables alrededor de su corazón, no podía negar los sentimientos que había desarrollado por ella. Sofia la había dañado en lo más profundo de su alma y aun se encontraba en aquel lugar oscuro.
Cada sonrisa robada a Emma era un pequeño triunfo que la impulsaba a seguir adelante, a pesar de las dudas y los miedos que la acechaban.
Aunque Emma solo la veía como una amiga, Mia estaba dispuesta a esperar pacientemente el momento adecuado para revelarle sus verdaderos sentimientos. Sabía que el amor verdadero no se apresuraba, sino que florecía lentamente, como una flor delicada que necesita tiempo y cuidado para abrirse por completo. Y Mia estaba dispuesta a esperar todo el tiempo que fuera necesario para ganarse el corazón de Emma, incluso si eso significaba enfrentarse a sus propios temores y dudas.
Mía observaba con atención el progreso de Emma en las terapias. Aunque notaba que la chica del accidente se veía menos pálida, no podía evitar preocuparse por su delgadez. Se había comprometido a estar presente en la vida de Emma, sin importar las circunstancias. Sentía una profunda conexión con ella y estaba decidida a ser la amiga que tanto necesitaba en estos momentos difíciles.
A pesar de que su corazón anhelaba algo más, Mía sabía que debía ser paciente. La depresión que atravesaba Emma y las intensas emociones que la consumían hacían imposible pensar en algo más que una amistad en este momento. Había visto a Emma llorar en silencio más de una vez a través de las ventanas de su habitación, pero con el paso de los días, las lágrimas parecían ser menos frecuentes y las sonrisas más abundantes.
Mía se sentía reconfortada al ver el progreso de Emma, pero al mismo tiempo, su corazón anhelaba poder hacer más por ella. Sin embargo, por ahora, se conformaría con ser su amiga y brindarle todo el apoyo que necesitaba para superar esta difícil etapa de su vida.
Con el paso de los días, se acercaba la fecha del alta de Emma, aunque aún no se había completado su proceso de terapia. Mía se dirigió a la sala donde se encontraba Em junto a su terapeuta, Marcos. Este último era un buen amigo y colega de Mía, quien lo había seleccionado especialmente para encargarse de la terapia de la paciente que tanto le preocupaba. Después de algunas sesiones, Marcos había comentado sobre el difícil estado de ánimo de Emma, pero Mía le había rogado que continuara ayudándola hasta el final.
"Realmente, he tenido pacientes mucho más difíciles. Al menos ella se dirige los insultos a sí misma y no descarga su frustración conmigo", comentó Marcos mientras observaba a Emma con atención.
Mía suspiró, agradecida por las palabras reconfortantes de su amigo. "Créeme, no es así todo el tiempo. Por lo general, es muy amable y atenta. Es una persona encantadora la mayor parte del tiempo".
"Tranquila, Mía", intervino Marcos con tono calmado y comprensivo. "Muchos pacientes reaccionan de esa manera. Es solo su frustración hablando, pero ella es fuerte. Sabe que saldrá de esta situación. Simplemente le gusta exigirse demasiado".
"Es increíblemente terca, ¿verdad?".
Marcos soltó una risotada. "Me recuerda a alguien a quien estoy mirando", bromeó, haciendo que Emma girara la cabeza y sus ojos se encontraran con los de Mía. Al darse cuenta de la conexión, Mía sonrió ampliamente, levantó la mano en un gesto de saludo y luego golpeó suavemente el hombro de Marcos antes de dirigirse hacia la mujer que había capturado su interés.
"Hola, doctora", respondió Emma, dejando lo que estaba haciendo para dirigir toda su atención a la mujer de ojos grises y hermosa sonrisa. "¿En qué puedo ayudarte?".
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A tres latidos de ti
RomansaDespués de sufrir el engaño de su novia y un accidente automovilístico donde casi pierde la vida, Emma conoce a Mia, la doctora que le salvo la vida, donde encontrara una nueva oportunidad de amar.