capitulo XIII

175 13 0
                                    

La salud de Eli se deterioraba gradualmente, y aunque Mia sabía que el tiempo que le quedaba era limitado, decidió no darle un pronóstico exacto a Emma, queriendo protegerla de la tristeza que conllevaba la inevitable pérdida. Eli se había convertido en mucho más que una amiga para Mia; la veía como la madre que siempre anheló tener, y su inminente partida dejaba su corazón destrozado. A pesar del dolor, la doctora entendía la naturaleza injusta y caprichosa de la vida, aceptando tanto lo bueno como lo malo que esta ofrecía.

Junto a Emma, habían hecho la promesa de visitar a Eli con mayor frecuencia. Mia encontraba consuelo en el cariño y la compañía de su novia, quien dedicaba cada día a cuidar de la dulce anciana. Emma pasaba horas tomándole la mano, compartiendo detalles de sus días, leyéndole libros e incluso actualizándola sobre las tramas de las telenovelas, una actividad que Mia sabía que no era del agrado de Emma, pero que hacía por amor a Eli. Para Mia, esta dedicación de Emma era una forma hermosa de despedirse de su amiga, haciendo sus últimos días más llevaderos y llenos de amor. Se sentía profundamente orgullosa de la bondad y el amor incondicional que su novia mostraba hacia Eli, y esto solo la hacía amarla aún más. Mia encontraba consuelo en los pequeños gestos de bondad y amor que compartían juntas, sabiendo que esos momentos de felicidad y cariño eran valiosos y significativos.

En algunas noches, Mia se sumergía en un mar de lágrimas en silencio, su corazón se desgarraba ante la inminente despedida de su querida amiga. Odiaba las despedidas con toda su alma; para ella, eran como arrancar una parte de su ser. En las noches en las que despertaba llorando en la oscuridad, la presencia reconfortante de Emma a su lado la calmaba, pero cuando se encontraba sola, el dolor se intensificaba y no encontraba consuelo. Aunque entendía que la muerte era una parte inevitable de la vida, eso no hacía que el dolor fuera más llevadero.

Esa madrugada, el peso de la pérdida era abrumador. Mia se sentía desbordada por la tristeza y la angustia. Necesitaba desesperadamente la compañía de Emma, pero no tenía la fuerza para levantarse e ir a su casa. Entonces, decidió llamarla.

"¿Amor?" - contestó Em - "¿Estás bien? Son las 4:35 de la madrugada."

"No..." Mia apenas pudo pronunciar la palabra antes de que las lágrimas ahogaran su voz.

"Voy para allá". Em colgó la llamada y se levantó de la cama con rapidez, tomó un abrigo y se calzó los zapatos apresuradamente. Salió corriendo de la casa, cogiendo las llaves que encontró primero, que resultaron ser las de la moto que aún no había querido vender.

Entró en la casa de Mia en la oscuridad, dirigiéndose directamente a su habitación. Allí encontró a su novia en posición fetal, sollozando desconsoladamente. Sin decir una palabra, se acostó a su lado y la abrazó con fuerza.

"Estoy aquí. Tranquila, sea lo que sea, estarás bien", susurró Em mientras besaba la frente de Mia. No hizo más preguntas, simplemente la sostuvo mientras lloraba hasta que el llanto se apaciguó.

Después de unos largos minutos, Mia finalmente dejó de sollozar. Sabía que era hora de hablar, de compartir el peso de sus preocupaciones con Emma, quien esperaba pacientemente a su lado. Con un suspiro profundo, Mia se acomodó un poco en la cama y miró a su novia con ojos llenos de dolor y angustia, antes de comenzar a hablar.

"Gracias", dijo Mia, mientras colocaba su cabeza en el cuello de Emma y la abrazaba con fuerza. "Lo siento, no debí asustarte, pero ya no puedo soportarlo. Eli es como una madre para mí y no quiero dejarla ir aún".

Emma entendió el motivo de la llamada y por qué su amada había estado tan callada todo ese tiempo. Mia estaba viviendo el duelo antes de que sucediera, y Emma lo comprendía perfectamente. En Elizabeth, Mia había encontrado un amor que le había faltado tanto en su infancia.

A tres latidos de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora