Sentirla entre mis brazos era la cosa más gratificante del mundo. La manera en la que se entregaba a mis besos, a mis caricias me hacía sentir el hombre más afortunado del mundo. Correspondía con fervor cada beso que le daba, podía sentir su anhelo de más y yo quería darle más.
Su iniciativa me dio pie a hacer algo que había querido hacer desde que la vi hace algunas horas en el ascensor, ese vestido me había estado volviendo loco y más aún cuando la vi enganchada al brazo de aquel hombre. Había resistido a mis instintos cavernícolas para no hacer un espectáculo y así lograr alejarla de mí.
Pero el que me besara me dice cuanto quería esto, lo podía sentir y me volvía loco a cada segundo.
La tomé de la cintura y sin importarme nada de lo que estuviera en mi escritorio pasé el brazo liberando el espacio y la senté allí. Sus brazos estaban alrededor de mi cuello y su boca no abandonaba la mía, no me importaba morir por falta de aire cuando estaba disfrutando del beso más placentero de mi vida.
- Deberías cerrar la puerta con llave, no queremos interrupciones – Susurra en mi oído erizando todo mi cuerpo.
Me sorprendía como un leve susurro provocaba estragos en mí.
- Tienes razón, pero nena esto va a ser rápido no podemos tardarnos tanto.
- Si, lo prefiero así - me dice con una sonrisa ladina en su rostro.
Me alejo de ella sintiendo el frío recorrer el espacio donde su cuerpo se encontraba. Eché la llave y cuando volví a girarme me encontré con la imagen más erótica de mi vida.
Constanza se encontraba sentada en el escritorio con las dos manos reposando en la parte de atrás inclinándose hacia atrás, sus piernas se encontraban abiertas dejando a la vista su ropa interior de encaje de un color negro que no dejaba nada para la imaginación. Ambos píes estaban descansando en el respaldo de las sillas, estaba en una posición muy ventajosa para mí. Quedé estupefacto.
- ¿Qué? No quieres lo que tengo para ti.
- ¡Qué! Por supuesto que sí - digo acercándome rápidamente a ella, cuando estuve a centímetros de su cuerpo intenté sacarme la bata de médico, pero ella me frenó.
- No te lo saques – me dice, con un brillo malicioso en sus ojos – Lo quiero así.
Esa confesión me dejó asombrado, pero ¡Maldita sea! Me prendió a mil.
La tomé nuevamente de la nuca y la acerqué tanto que podía sentir su respiración rosar mis labios.
- Te deseo tanto, me gustas tanto.
La besé, una urgencia me consumía. Sus manos recorrían mi torso, sabía lo que pretendía, memorizaba cada espacio de mi cuerpo. Yo estaba haciendo lo mismo. Tenía una mano sujetándola de la nuca, pero la otra la estaba usando para recorrer cada centímetro de su pequeño cuerpo. Fui deslizando la parte delantera del vestido hacia abajo, sus senos revotaron frente a mí y todo mi control se fue al infierno.
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7 De Julio
Short StoryConstanza siempre había sido determinada para todo, amaba tener el control de todo en su vida. Cumplía con todo lo que se proponía y siendo aún joven había logrado tachar algunos logros importantes en su lista de prioridades en la vida. Pero lo que...