Capítulo 17.

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Constanza ha estado muy ocupada toda la semana organizando el fin de semana con sus amigos, tanto así que la había visto muy poco durante toda esta semana y ya la extrañaba. Mi semana había sido agotadora, mucho trabajo y muchos pacientes que atender, como había dicho antes a Cony lo difícil de este trabajo no eran los niños sino los padres que ninguno estaba listo para perder a un ser querido y mucho menos un hijo tan pequeño que podría vivir muchos años más.

Pero además de mis pacientes esta semana parecía no acabar con las insistencias de Solana y sus infinitos mensajes y sus insistentes llamadas que parecían no acabar. No comprendía como, pero lograba saber todo acerca de mi vida. Al parecer se había enterado de mi escapada de fin de semana con Constanza que ha estado insistiendo en eso sin parar, había querido saber donde la había conocido y quien era.

No estoy loco para decirle quien es pero lo que llamó mi atención fue saber que ella no sabía que era la misma mujer del hospital con quien me había escapado unas horas la primera vez que la había conocido. Siempre estaba muy bien informada, al parecer esta vez la información no le llegó completa.

Había querido decirle esta misma semana a Constanza toda la verdad sobre Solana y mi situación civil pero no me ha dado tiempo, ha estado tan eufórica con el preparativo y con todo sobre organizar el día perfecto que no podía sacarla de esa ensoñación. Simplemente no podía, en pocos días había logrado conocerla bastante entender muchas cosas sobre ella. Y entendía lo importante que era para ella que todo saliera bien ese día con sus amigos, estaba todo muy minuciosamente pensado y sabía que esa perfección era lo que a ella la tranquilizaba por lo que no quería dañarle esa burbuja de ilusión.

Estaba consciente que estaba en un error, que probablemente cuando se entere de todo podría hasta odiarme por haberle ocultado semejante secreto, pero no estaba listo. No podía simplemente decirle la verdad, era difícil y además no quería que eso dañara algo tan hermoso como lo era la relación que teníamos.

Hasta ahora ninguna mujer me había interesado y en parte ya me había acostumbrado a que mi madre y Solana arruinaran mis relaciones, por eso me había ganado el nombre de donjuán en el hospital. Pero ahora todo era diferente, ella era diferente y estaba muy consciente de ello. No quería que me dañaran esto, no quería dañarla a ella. Mi plan había sido un poco egoísta, pero la idea de conquistarla y hacer que se enamore de mi antes de decirle la verdad para que luego se de cuenta de que yo también la amaba y sea más difícil querer alejarse de mí y mucho más fácil perdonarme. Había parecido la mejor opción, ahora quizás no lo fuera y un poco me estaba arrepintiendo pero ya no podía echar marcha atrás.

— Bueno señorita espero verte mejor en una semana. — digo terminando finalmente mi horario laboral viendo a mi última paciente, Micaela con 6 añitos de edad y una leucemia muy avanzada.

— Muchas gracias doctor, usted siempre logra hacerla sonreír.

— No me agradezca, mi propósito en esta vida es con los niños que me necesitan.

— Espero que tenga una mujer en casa que lo ayude a sobreponerse luego de un día difícil aquí. He pasado muchas cosas con mi pequeña que los días me parecen tan largos y algunos tan efímeros, no quiero imaginar lo que usted vive.

— Tranquila señora Pérez, tengo una maravillosa novia que hasta el momento aún no ha huido de mi.

— Entonces cuídala. Hasta la semana siguiente doctor.

Me quedé un tanto sorprendido por las palabras de la señora Pérez, ¿Acaso se notaba algo diferente en mi? Dicen que el amor a uno lo cambia posiblemente se trate de eso y es que había cambiado algo en mi que incluso las mismas madres de mis pacientes se daban cuenta de ello.

7 De JulioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora