Prólogo

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Ciudad de Barcelona.

Casa de la familia  armstrong  .

Desde la ventana de su nueva habitación, una Becky de siete años contemplaba la lluvia que caía en la ciudad más turística de su país; Barcelona. Hacia una semana que sus padres habían fallecido en un accidente de tráfico y desde entonces que vivía en casa de sus tíos paternos junto a sus primos de más o menos su misma edad.

Cinco días desde que estuvo en el entierro de sus padres y Becky apenas hablaba o jugaba con sus primos o amigos del colegio. Estaba encerrada en su mente, llorando en cada rincón por tener que despedirse de sus padres a tan temprana edad. Estaba agradecida por las atenciones de su querida tía y sus primos que además eran amigos suyos, pero eso no era suficiente consuelo para ella.

— Becky.

La voz grave de su tío Juan la sacó de su ensimismamiento para girar la cabeza y verlo de pie en el umbral de la puerta, mirándola con una sonrisa consoladora. Ella le sonrió en respuesta, pero no tardo en volver a tener una mirada triste en el rostro.

—¿Qué tal vas con los deberes? —preguntó su tío entrando en su cuarto.

Becky miró los cuadernos y libros que tenía abiertos ante ella sobre la cama. Recordó entonces que tenía deberes de catalán y inglés que debía tener listos para mañana por la mañana. Ella era buena estudiante, pero tras lo de sus padres no estaba muy centrada en nada.

—Voy un poco atrasada, pero la tía me ayuda a hacerlos.

—Yo también puedo ayudarte, si quieres. —se ofreció él. Entonces él apartó la silla ante la mesa de escritorio que él mismo había montado para ella tras mudarse con ellos—. Ven a hacerlo en la mesa, en la cama harás que te duela la espalda.

Becky le hizo caso y con su ayuda colocó todos los libros en la mesa antes de sentarse en la silla y volver a concentrarse en ellos mientras su tío estaba apoyado en la espaldera detrás de ella, mirando por encima del hombro.

—Los idiomas se me dan muy bien —dijo él—, son fáciles de seguir si te aplicas.

—A mi me gustan mucho.

—Lo sé. A tu padre también le gustaba mucho estudiar, especialmente los idiomas.

Mientras su tío la ayudaba con sus dudas en algunos ejercicios, él acariciaba su melena rubia suelta que le llegaba hasta la cintura. Ella no lo notó, pero su tío incluso llegó a oler disimuladamente su pelo con gusto. Sin que ni él ni la pequeña lo supieran, Dolors, la esposa de Juan, observaba petrificada de espanto como su marido había puesto sus deseos sobre la pobre niña.

Si no hacía nada pronto, la pequeña Becky sería presa de las perversiones de su marido.
 

Diez años después...

En esos momentos de la noche, Juan estaba sentado en el sofá del salón, intentando ver un partido de fútbol sin éxito. No podía dejar de sentirse frustrado por la ausencia de su sobrina Becky. La chica llevaba cuatro años en esa misteriosa academia para jóvenes inteligentes en la que fue aceptada, y él no pudo negarse ya que su esposa la dejo marcharse a sus espaldas, y desde entonces él solo podía verla durante las vacaciones. Ese año, Becky había decidido quedarse en la academia durante las vacaciones de navidad, otra vez.

El pensar que tendría que esperar unos meses más para tenerla consigo hizo que apretara la lata de cerveza en su mano, enfurecido. Su deseo ansiaba ser saciado y no tenía forma de hacerlo. Quería hacer pagar a su esposa por lo que había hecho, pero desde que se divorciaron hace ya años y le quitó sus hijos en el juicio, vivía solo en aquella casa. Ya no tenía forma posible de tener de nuevo a Becky a su lado. Había perdido su oportunidad de tenerla años atrás, cuando había finalmente llegado a ser una mujer con su primer periodo.

De no haber sido por la interrupción de su esposa, él habría...

—Maldita zorra entrometida... —gruñó él lanzando la lata contra la tele.

—¿Estás frustrado?

Aquella voz salida de la nada detrás de él hizo que Juan diera un respingo y saltara del sofá en posición de ataque a pesar de su estado de embriaguez. Entonces vio que en el umbral del salón había una mujer de largo cabello rojo y ojos rojos como la misma sangre. Él pudo sentir que no era humana, y no era capaz de moverse debido al temor... y a la fascinación que sentía al verla.

—¿Deseas tener a esa chica para ti? —preguntó la mujer—. Yo puedo ayudarte.

Juan parpadeó perplejo. Entonces la miró desconfiado.

—¿Por qué debería confiar en ti? —preguntó él—. ¿Qué ganas ayudándome?

—Porque así yo tendré a la mujer que deseo para mí. Ambos salimos ganando. ¿Aceptas?

Juan sentía que no debía fiarse de esa mujer inhumana, pero su deseo por Becky era enorme, rozando la locura, así que no dudo en aceptar la oferta de aquella mujer, que sonrió satisfecha cuando estrecharon la mano. Entonces ella tiró de su mano hacia ella para agarrarlo y morderlo en el cuello con fuerza, ignorando los gritos de dolor hasta que lo dejo seco, y después le dio su sangre.

—Bienvenido a la noche, Juan armstrong.

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Academia Youkai #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora