Dos semana después…
Cuando el timbre anunció el fin de la última clase de la tarde, Irin suspiró aliviada. Por fin podía retirarse a descansar a su cuarto a solas.
Durante aquella dos últimas semanas, ella se había algo indispuesta y apenas podía concentrarse en las clases. Sentía que su cuerpo le dolía, también muy cansada e incluso algo anémica. Debido a ese estado recogió sus cosas con más calma y fue la última en salir de la clase.
Una vez en el pasillo no quiso entretenerse charlando con nadie, pero no tuvo tanta suerte.
—¡Eh, Irin! Espera un momento.
Irin suspiró con fastidio y quiso hacer ver que no escuchó nada, pero se detuvo, no queriendo tener más problemas de los que ya tenía. Al darse la vuelta se topó con la jefa del dormitorio femenino, quien cargaba con libros de clase y documentos de su cargo por igual.
—Buenas tardes, Alexandra —saludó Irin—. Tan cargada de trabajo como siempre, eh.
La jefa de dormitorio, Alexandra Nikolaeva, era una hermosa joven de origen ruso pero criada en España desde niña, que dominaba varios idiomas incluido el ruso y el español. Su larga melena que llegaba hasta la cintura era liso y suave como la seda, y rubio platino casi rozando a blanco, y sus ojos eran de un color gris plateado salvo alrededor de la pupila donde se distinguía un color verde claro. Su piel era blanca, sin mancha, y su cuerpo era delgado, pero con curva, algo poco habitual en una chica rusa. Se la conocía como Princesa del Este.
—Oye, ya te dije que puedes llamarme por mi apodo —dijo ella con una sonrisa amable, entonces miró a Irin de arriba abajo y se mostró preocupada—. No tienes buen aspecto.
Irin bien sabía que la rusa prefería el apodo al nombre completo, pero ahora no estaba de humor para discutir nimiedades. Tampoco le dio importancia al aspecto que reflejaba a los demás.
—Estoy bien. ¿Querías algo?
—Ah, sí. Desde luego —recordó ella—. Suerte que nos hemos cruzado. Acaba de llegar tu nueva compañera de cuarto. Acabo de dejarla allí instalándose.
—¡¿Cómo has dicho?! —exclamó Irin en voz alta, haciendo que algunos se detuvieran curiosos al oír sus gritos—. ¿Qué compañera nueva? Yo ya tengo una. Mi amiga Becky…
—Yo… yo solo sé lo que me han informado, Irin. No sé nada más. Lo siento. —dijo Sasha intimidada por el temperamento repentino de la española que hasta hacia un momento parecía una muerta viviente—. ¿Becky no te ha dicho que se cambiaba a otro dormitorio?
—¿A cuál? —preguntó Irin ceñuda, aunque ya sabía la respuesta.
La jefa dudó, revisando los documentos sin encontrar ese dato. —Pues… no lo sé.
Maldita vampira, pensó Irin apretando los dientes. Esto es cosa de ella y sus esbirros.
—¿Y por qué la nueva se instala ahora y no antes, al principio de curso? —preguntó Irin alterada, mosqueada, y dicho estado provocó que se mareará y no cayera al suelo al apoyarse contra la pared. Sasha al ver eso intentó ayudarla, pero Irin la detuvo alzando la mano—. Estoy bien, solo un poco mareada.
—Estás muy pálida. ¿Has ido a la enfermería? Deberías hacerlo.
—¡He dicho que estoy bien! —insistió Irin. Al ver la cara de Sasha se calmó cogiendo y expirando aire—. ¿Y bien?
Sasha volvió a buscar, esta vez sabiendo qué buscar, y lo encontró. —Es una estudiante nueva, de primer año. Parece que esta delicada de salud y para sanar ha estado en una especie de clínica especial en las montañas. Se sentía con fuerza para asistir a clases y ha venido ahora.
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Academia Youkai #2
Vampiritras dar el paso de tomar la sangre de Freen, Becky estaba convencida de que nada y nadie podría separarla de Freen, pero... Los problemas no han terminado del todo. Solo ha comenzado. El pasado de Becky a llegado a la academia Youkai, y no viene s...