Pasaron al menos dos semanas desde que comenzaron los entrenamientos y ya se retiraron tres personas, contando al chico de la clase de tiro. Nos explicaron que sus cuerpos no estuvieron preparados para la nueva actualización del inhibidor, según esto su sistema inmunológico era más débil que el promedio y por eso tuvieron bajas en toda la ciudad.
Todos les creyeron porque nos dijeron que debíamos hacerlo, sin embargo, algo en mí interior se retorcía de angustia pues muy en el fondo estaba segura de que eso no era verdad. Debido a esa incertidumbre llegué al día de hoy, día en el que me encuentro escondida en la enfermería mientras espero que se vaya la única enfermera en turno. Me colé a la habitación en la hora de la cena, es la única hora en la que se nos permite quedarnos un poco más de tiempo en el comedor así que pretendí haber pescado algún malestar estomacal y me retiré a la "habitación".
Cerré mi habitación con llave y dejé un emparedado aplastado en el baño para que pareciese vomito, después de eso me he venido corriendo hasta la enfermería y terminé escabulléndome en un armario porque a la enfermera se le dio por regresar a por unos documentos. La vi hojearlos por las rendijas del armario y después de tomar una hoja se volvió a retirar.
Al pasar unos segundos, salí del armario y con sigilo me acerqué a la mesa en donde había dejado los registros. Era una carpeta amarilla con unos cuantos papeles, registros médicos y lo que buscaba, eran los estudios de las pruebas de las tres personas que se tuvieron que retirar de nuestro grupo.
El primer chico, al que me tocó ver a mí, no estaba en los archivos así que supuse había sido el que se llevó la enfermera. Le eché una ojeada a los otros dos y lo único similar de sus análisis era la palabra "Alucinaciones", ambos habían presentado un severo ataque de alucinaciones que encadenó a ataques de violencia, hiperventilación y... ¿Falla del sistema?
¿A qué se refieren con eso? ¿Será la falla del sistema inmunológico que nos dijeron? No, no suena a eso. Es algo más pero no puedo averiguar qué es.
Seguí revisando los demás documentos y en cada uno estaba la foto de todos los alumnos, eran los análisis del día que nos reajustaron el inhibidor. Me encontré hasta el final y por alguna razón mi carpeta tenía un sello rojo cuando todas las demás tenían uno amarillo, a excepción por la de Cameron.
Fue ahí cuando caí en cuenta, nuestras pulsaciones cardiacas estaban por arriba de lo normal en los análisis y eso nos hacía ver diferentes. Recordé como la enfermera que me ajustó el inhibidor se sorprendió al ver que me había dolido, seguro que fue ese segundo el que me delató frente a la máquina. Las anotaciones de la doctora estaban en la esquina de cada registro, encontré una bolígrafo y corregí la mía y la de Cameron, traté de copiar la letra lo más parecida posible y a pesar de que no había quedado igual era casi indistinguible la diferencia.
Quité los sellos rojos y rebusqué por los cajones para encontrar los amarillos, encontré el paquetito hasta el fondo de uno de los cajones y se los coloqué con rapidez.
Seguro que nadie los ha visto aún, al menos no alguien importante. La doctora seguro ni se enterará, ella solo da los registros y las enfermeras los entregan así que espero nadie se de cuenta, después de eso traté de colocar todo en su respectivo lugar. En ese momento escuché pasos viniendo de afuera, presa de los nervios, coloqué lo restante en el cajón e hice un ademán de pasar al armario de nuevo.
El tiempo no me alcanzó y tuve que improvisar.
—¿Qué haces aquí? —chistó la enfermera.
—Estaba esperando a que alguien llegara, necesito algo para el estómago—dije con la voz baja, hice cara de asco y simplemente esperé a que me creyera.
—¿Eres la que vomitó en su habitación? —cuestionó.
Bingo. Asentí con la cabeza y me cubrí el estomago como si me estuviese retorciendo en pie. La enfermera suspiró y se fue a buscar algún medicamento para mi falsa situación, llegó después de un par de minutos con unas pastillas y lo que parecía ser una cajita de tés.
—Toma, seguro con esto te sientes bien para mañana—indico.
Tomé las cosas y me retiré de ahí con orgullo. Sentí que se me paraba el corazón cuando volví a escucharla llamándome, me detuve en seco y con los nervios hasta el cuello me giré para verla. Llevaba la misma carpeta en la mano y me la estaba mostrando, mi respiración comenzó a agitarse terriblemente.
—Has olvidado decirme tu nombre, debo anotar a quién le doy los medicamentos—explico.
Solté todo el aire que contenía y me relajé de pies a cabeza, jamás me había sentido tan aliviada en mi vida. Asentí y hablé.
—Tracy Hoffman—comenté.
—Cualquier cosa puedes volver, Tracy—me dijo y después cerró la puerta detrás de ella.
Eché a andar a mi dormitorio y en cuanto llegué me encerré en mi habitación, del susto ya hasta me había dolido el estómago de verdad. Después de pensármelo varias veces finalmente me puse de pie y me fui a preparar un té de los que me dio la enfermera, Becca y Brianna estaban sentadas en el sofá viendo algún programa inútil.
Descubrí que no había sido tan interesante como me lo decían, o al menos no he visto nada que me llame la atención. Lo más interesante que he llegado a ver han sido monitos bailarines de tamaño muy pequeño en una fábrica de un dulce llamado chocolate, fue la única cosa que me gustó de ahí. Según dicen se llaman películas, había escuchado hablar de ellas pero nunca había visto una de verdad y estoy segura de que hay mucho mejores que esa, de no ser así estaré muy decepcionada.
—¿Cómo te sientes? —me preguntó Brianna.
¿Estaría bien si digo que me siento asustada? No, mejor les digo que me sigue doliendo o algo así...
—¿Asustada por qué? —cuestionó la misma.
Arqueé una ceja y la miré con confusión, yo no había dicho nada. Ésta vez estoy cien por ciento segura de que no he hablado, sin embargo, ella supo lo que estaba pensando.
—Pero si no ha dicho nada—dijo Becca, extrañada.
—Que sí, yo la he oído—explicó la otra, con calma.
—No, no he dicho nada—aclaré.
Ella se quedó en silencio un segundo, es decir, todas lo hicimos hasta que algo muy extraño sucedió. Becca y Brianna se quedaron viendo un punto fijo y después de eso volvieron a ver su programa como si nada hubiese sucedido, Brianna volvió a preguntar si me encontraba bien y debo admitir que me asusté un poco.
—Ya me lo habías preguntado, ¿no?
Soltaron una risita burlona.
—Ya hasta tiene alucinaciones, ¿ya te tomaste las pastillas que te ha dado la enfermera? —pregunta Becca.
—No...
—Pues deberías tomarlas, mira que si te empiezas a volver loca como los otros yo no te voy a cargar hasta la sala médica—me dijo con tono burlón.
No dije nada más, me regresé a mi habitación con una sensación rara en el estómago y no, no era el dolor que me he inventado, era esa sensación de un mal presentimiento. Como si algo malo estuviese por ocurrir y yo no estoy lista para saberlo...
ESTÁS LEYENDO
La Guerra Eterna© #1
FantasyUna ciudad. Una gobernadora. Una guerra. Un campo de entrenamiento. Un muro. Una chica. Una verdad oculta. Tracy, la soldada mejor capacitada, se unirá al ejército de su pueblo para luchar por la libertad del mismo. Sin embargo, nada era lo que par...