4-Día de asignación

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Nos llamaron temprano, pero más tarde de lo debido, para ir al piso principal. Había una especie de carpa en el centro y una fila de personas fuera, cada que salía una persona de un lado entraba la siguiente por el otro. El día de asignación es el día en el que oficialmente te haces parte de tu base, te dan la marca respectiva y no puedes abandonar a menos que mueras.

No me emocionaba tener que tatuarme la marca de la ARWAP en el cuerpo pero tampoco era como que tuviese muchas alternativas. Me formé y noté que era el turno de Cameron, me percaté de que demoró un poco más que los demás y salió con una cara de adolorido. Fue el único que salió con esa expresión de todos los que estaban frente a mí, al menos hasta que fue mi turno.

Al entrar estaba una mujer ahí con una bata blanca sentada frente a una camilla, a su lado había un monitor que indicaba el ritmo cardíaco y del otro una mesita que tenía encima todos los artilugios médicos que iba a necesitar. La mujer me indicó que tomara asiento, me dijo que iba a ser rápido y que también tenía que hacer un ajuste al collar pues había una nueva actualización que tenía que colocarnos a todos.

—¿Dónde quieres tu marca? —preguntó.

La verdad es que no lo había pensado pero se me dio por ponérmela en un lugar escondido, no quería que se viera a simple vista. Me la colocó en la cadera de manera rápida, después con unas pinzas hizo algo con mi collar que me hizo sentir rara y de pronto sentí un piquete que me hizo dar un respingo por el repentino dolor.

Ella me observó con sorpresa.

—¿Te ha dolido? —preguntó, confundida.

Pude haberle dicho que sí, que sentí como si me introdujera algo hasta lo más profundo de mi cráneo pero con todo lo que está pasando no creo que sea coherente hacerle creer que tengo algo que revisar o que deba prestar mucha atención en mí. Así que prefería mentirle.

—Me ha dado un cosquilleo.

Pareció calmarse un poco con eso y me dijo que ya podía retirarme, salí de ahí algo aturdida pues mi cuerpo se sentía diferente. No me sentía yo. Caminé hasta la sala de reuniones, donde estaban mandando a todos los que ya tenían su marca puesta. Me senté en una silla y de pronto sentí a alguien sentarse a mi lado, era Cameron.

—Dime que has sentido lo mismo que yo y que no soy el único raro—pidió.

—¿También has sentido un piquete? —pregunté, sorprendida.

—Gracias al cielo, creí que había sido el único—suspiró—Los demás me miraron como si fuese un lunático...

—No le digas a nadie más—le interrumpí—Hay algo raro y no creo que debamos llamar la atención.

—¿A qué te refieres? —cuestionó.

—Solo no digas nada.

—Bien, supongo que ahora somos cómplices—sonrió—Porque guardamos un secreto mutuo—explicó al ver mi cara.

Empecé a notar cosas extrañas desde hace ya una semana, antes de que comenzaran las pruebas, cuando mi padre aún seguía conmigo, pero no quise prestarles atención hasta ahora que me doy cuenta de que no soy la única que lo nota. Aun así, aunque él también sienta que algo va raro, no quiere decir que vaya a confiar en él de inmediato.

Poco a poco empezó a llegar el resto hasta dejar la sala completamente saturada, los entrenadores y el superior se agruparon en la parte delantera del auditorio para preparar su discurso. Esperaron a que la habitación estuviese en completo silencio para poder empezar a hablar.

La Guerra Eterna© #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora