13-¿Cita?

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Salimos de casa de mi madre. No nos percatamos de que ya se hacía tarde así que nos fuimos rápidamente para poder pasar un tiempo solo nosotros. Aunque yo no estaba segura de si era correcto ya que lo que Cameron confesó a medias no dejaba de rondarme por la cabeza.

—¿Vas a contarme lo que leíste aquí o no?—dije, señalando la libreta.

—Lo haré, pero primero debo de estar seguro para que no te alteres sin razón—asintió.

—Ya estoy alterada—señalé.

—A juzgar por la vez que te pillé espiando a el superior Bastián y a la entrenadora o la vez que te quedaste viendo como torturaban a tu amigo o la vez que te metiste a una disputa con un tipo con un arma en medio de un entrenamiento puedo deducir que eres un poco impulsiva y temeraria—comentó—Así que prefiero ahorrarme todos los pensamientos intrusivos que te puedan saltar por la cabeza si te cuento algo que todavía no estoy seguro de si sea cierto o incluso posible.

Me quedé boquiabierta. Si tan solo supiera de la vez que me quedé escuchando tras un muro a la gobernadora Satomi o cuando me colé a la enfermería y cambié un par de archivos le sobrarían razones para no decirme lo que piensa. Sin embargo, la curiosidad es algo que no puedo manejar.

—Puedo golpearte hasta que me digas—chisté sin saber qué decir.

—Yo sé que sí—soltó una risita—Pero no vas a hacer algo así.

—Suenas muy confiado, sonrisitas—lo miré con molestia.

—Mira quién habla, la que nunca sonreía y ahora hasta me pone apodos—replicó con una sonrisa que me hizo apartar la mirada.

Le di un golpe en el hombro y seguí caminando. No me gustaba perder en una conversación.

—Tengo una idea para que se te pase el enfado—dijo, detrás de mí.

—No estoy enfadada.

—Ajá, claro—dijo con ironía—Entonces tengo una idea para que me vuelvas a sonreír.

Lo miré sorprendida. Cameron solía hacer y decir cosas muy a la ligera que, por alguna razón, provocaban un extraño revoloteo en mi estómago. Esta vez no fue la excepción. No me dio tiempo de reaccionar cuando noté que me pasaba y caminaba con las manos en los bolsillos y una tranquilidad preocupante mientras yo me quedaba quieta contemplándolo sin saber qué hacer.

Continuamos caminando en dirección a su habitación y luego me pidió que lo esperara afuera. Al salir llevaba cargando en su hombro una mochila negra

—¿Qué llevas ahí?—dije, asomándome detrás de él para poder ver mejor

—Es una sorpresa—sonrió angelicalmente—Vamos, muéstrame el camino hacia esa ventana en la que observabas la ciudad.

Fruncí el ceño pero no protesté. Quizás en ese lugar pueda sacarle la información que tanto se empeña en guardar. Subimos al último piso y en la primer puerta estaba aquella ventana que me permitía observar el paisaje. El cuarto estaba completamente vacío, lo único que le daba vida eran los rayos del sol pasando por el cristal de la ventana, por lo que se escuchaba el eco de nuestros pasos. Cameron sacó lo que llevaba dentro de la mochila y se hincó frente a los objetos que cayeron al suelo.

Estaba armando el objeto, era una especie de tubo largo negro que iba en un soporte para que se mantuviera en posición horizontal. Una vez estuvo listo lo colocó justo frente a la ventana. Me hizo un gesto para que me acercara a él y obedecí.

La Guerra Eterna© #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora