8-Reunión familiar

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Al día siguiente nos tocó despedirnos de los avanzados, es la única época del año en la que dejan entrar a las familias al centro tanto para despedirse de sus hijos como para visitar a los que entrenan aquí. La mayoría de los avanzados son de unos veinte años o un poco más, es el último pelotón que sale a esa edad porque a nosotros nos piensan mandar en seis meses a reemplazar a los del sector sur.

Fuera de los muros se encuentra un gran bosque, es inmenso que hasta lo puedes ver desde un lugar alto como lo es el centro de entrenamiento. A veces me trepaba al último piso y por la ventana me quedaba observando el bosque por horas, había algo en él que me cautivaba, incluso llegué a pensar que me hablaba.

La cosa es que hay cuatro sectores: el norte, el sur, el éste y el oeste. El más peligroso es el este, solo he oído rumores pero por algo suelen enviar ahí a los más experimentados que suelen ser los que logran regresar con vida de algún otro sector. No entiendo como después de tener tanta organización, de haber analizado el panorama tantas veces, aún no logran encontrar una estrategia para finalmente ganar ésta guerra.

Hay muchas cosas que no me hacen sentido, muchas de las que debo callar por miedo a ser apresada. Mamá siempre me dijo que debía de guardarme ese tipo de cosas si no me quería poner a mí misma en riesgo, según ella ocultar las cosas es malo pero la verdad siempre es más peligrosa que cualquier otra cosa y por ello a la gente le asusta llegar a ella.

Mi hermano se iba hoy, se iba a ir finalmente y no sabía como sentirme al respecto. Estoy enfadada con él pero no por ello le deseo algún tipo de mal, después de todas las historias que he oído del exterior me aterra que algo pueda sucederle ahí afuera. Sin embargo, no puedo simplemente borrar lo que hizo y esperar que todo entre nosotros se arregle, no puedo hacerlo aunque quiera.

Mamá lloraba en silencio, no le gustaba expresar sus emociones abiertamente pero cuando lo hacía procuraba hacer el menor escándalo posible. Volteé a mis lados, había familias numerosas esperando ver a sus parientes y había unas que solo se conformaban de una persona, fue ahí cuando divisé a Cameron y a su familia.

Había una niña pequeña, no se veía de más de tres años, también un niño pequeño que le llegaba a la cadera a Cameron. Junto a ellos estaba un gran hombre corpulento con una barba grisácea y una mujer delgada con gafas y un vestido largo hasta los tobillos. Se veían molestos y por alguna razón noté que era hacia Cameron, no lo miraban con cariño y le murmuraban cosas que no se veían amigables.

La pequeña niña lo tenía abrazado de la pierna y el niño lo abrazaba del otro lado, sus padres lo reprendían por algo y no voy a negar que me dio mucha curiosidad saber el porqué. Justo en ese instante su mirada chocó con la mía, fue la primera vez que no me dio algún gesto cariñoso desde que lo conozco y en cambio me regaló uno de indiferencia.

Su madre pareció notar que me miró y volteó a mí dirección, se me quedó viendo un segundo y después su rostro pareció de haber visto a un fantasma. Mi cabeza no podía procesar tantas cosas pasando en un mismo segundo que cuando abrieron las puertas del salón central y todos los avanzados comenzaron a entrar no me di cuenta cuando mi mamá se abalanzó a mi hermano con un fuerte abrazo.

—No llores, madre—le pidió él, con los ojos llorosos.

—Voy a extrañarte tanto, hijo mío—murmuró ella contra sus brazos.

Me retorcí incómoda. Mason abrazó a mamá por un momento más antes de separarse y voltearme a ver, esquivé su mirada y retrocedí un paso.

—Tracy, por favor, ¿puedes no estar molesta al menos por un segundo? —me dijo, se notaba cansado de insistir—Al menos hasta que me vaya, después puedes seguir odiándome todo lo que quieras.

La Guerra Eterna© #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora