Leandro paredes

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Milena Isadora

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Milena Isadora.

Mile y Lean se conocían desde los siete años, vecinos y amigos es el colegio

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Mile y Lean se conocían desde los siete años, vecinos y amigos es el colegio.

Sus personalidades siempre se complementaban, por ejemplo, Milena era bastante tímida y dulce en la hora de hablar con gente fuera de su confort. Tenía una manera muy cariñosa y simple de relacionarse y eso sería lo que cautivo a Leandro. El por otro lado, si bien era bastante tranquilo con Mile, era bastante enojon cuando lo molestaban, pero siempre se terminaba ablandando con una charla de Milena.

Es mas, se conocieron cuando Lean se cayo de la bicicleta enfrente de la casa de Milena. El chico estaba muy frustrado de que no le saliera andar y aparte se haya lastimado. Por lo que cuando se levanto, revoleo el manubrio con furia, tenia lagrimas juntadas en los ojos y sus hombros temblaban.

Era la quinta vez que se caía, sus rodillas estaban sucias y con sangre, con alguna que otra cosa pegada.

Milena estaba sentada en la vereda, silenciosa llego justo antes de Leandro cayera. Tomaba limonada mientras comía unos doritos, su mama le dijo que no combinara eso pero no le hizo caso.

Cuando vio que el chico se puso de cuclillas, dejo el vaso en el piso y corrió para la mitad de calle desierta, sin contar las señoras que se ponían a tomar mate en la vereda con otras señoras. Mile tenía miedo de que haya caído muy fuerte.

—¿Estas bien?

La voz finita pero suave lo alertó y lo hizo mirar arriba. Los cabellos enrulados de Mile le tapaban el sol en la cara, que frustradamente se limpio porque no quería que viera sus lagrimas.

Cosa que ya había visto pero ignoro.

—Si.

Con un puchero, se levanto, molestándole un poco las rodillas, el color rojo le hizo abrir la boca a Mile.

—Pero te lastimaste—Le dijo agachándose para mirar mejor la herida.

—No me duele, tengo que aprender andar en la bici sin rueditas.

Milena miro el intento de Leandro en levantar la bici pero le costaba porque era demasiado grande, así que lo ayudo también.

—¿Queres que busque una curita en casa?—La morena le señalo la casa y lo miro a la cara, Lean sintió los cachetes rojos al ver lo linda que era.

Pero él debía mantener una fachada.

—Nopi, gracias igual—Agradeció como su mama le enseño. Le pareció tierno verla fruncir el ceño.

—Pero mientras podemos comer doritos.

Mile vio como una sonrisa apareció en su rostro, no podía negar que era lindo, sus ojos claros la hacían poner colorada sin quererlo.

—¡Si, con limonada!—Emocionada, le tomo la mano y lo hizo caminar hasta su vereda que estaba a unos metros de la casa del chico.

—Nunca probé.—Vio como Mile hizo un puchero y rápido dijo—Pero puedo probar.

—¡Es riquísimo, espera que busco mas!

Milena no tardo mas de cinco minutos en buscar otra bolsa de doritos, la jarra de limonada que preparo su mama antes de irse a trabajar y el kit de emergencias. Lean al verla batallar con todas las cosas, se paro y agarro la jarra que era lo que mas peligraba.

Una vez sentados, Mile desinfecto con cuidado la pierna del chico mientras le hablaba para distraerlo, apesar de que el lo único que hacía era comer doritos y verla.

—Mi mama es medico, dice que si una herida se ensucia se puede infectar y caerte la pierna.

Lean le puso cara de asco—Menos mal que sabes como hacerlo, debe ser incomodo andar saltando en una pierna.

Milena se rio y le paso un vaso de limonada para que pruebe las dos cosas. Leandro arrugo la cara al probarlo, demasiado acido.

—Es horrible, mile.

—¡Es riquísimo!

Siguió su trabajo desinfectado la otra pierna pero se dio cuenta que Leandro estaba muy callado, cuando levanto la vista, lo vio mirando la bicicleta que estaba del otro lado de la calle.

—Yo tampoco se andar en bici pero mi mama me dio el consejo de que puedo guiarme con el cordón pero me da miedo.

A Lean lo consoló que tampoco sepa, no se sentía tan mal.

—A parte de que es mas fácil si te ayuda otro empujando.

Mile le pego la ultima curita de gatitos que amaba pero sabía que Lean las necesitaba más. Vio como el chico se levanto, limpiándose el short y le tendió la mano.

—¿Probamos? Te prometo que no te dejo caer.

Milena sin cuestionarse nada, le agarro la mano y caminaron despacio hasta allí.

El comienzo sin fin.

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