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|2|Jugando bajo la lluvia ☔

Jake

(Algunos años atrás...)

El día que la conocí fue un lunes, no sé cómo puedo recordar un detalle como ese, pero lo hago. Y fue durante el primer año de bachillerato.

Era lunes y estaba lloviendo a cántaros. Esa semana habían anunciado lluvias fuertes y climas gélidos por varios días sin probabilidades para los rayos del sol.

Mi padre había quedado de recogerme esa tarde después del entrenamiento, pero ya iba atrasado media hora. Fue unas horas después que me enteré que había estado con mi madre arreglando lo de la demanda de divorcio para que el proceso fuera más rápido y menos duro para mis hermanos pequeños. Especialmente para Josh, que no se había tomado la noticia del todo bien y que había tomado la iniciativa de ignorar abiertamente a todos.

Impaciente, paseaba mi vista del paisaje lluvioso frente a mí a mi móvil, intentando distraerme y mantener la cabeza ocupada.

Dos días más y el entrenador diría quien se quedaba finalmente en el equipo, y me estaba poniendo de los nervios no saber nada aún. Travis se lo estaba tomando con mucha más calma, claro, porque al muy capullo no le importaba en absoluto si lo echaban o lo dejaban dentro. Su segunda opción era entrar en el equipo de fútbol, donde le iba igual de bien que con el baloncesto.

Hacia un frío horrible, que te calaba hasta los huesos, y era todavía peor porque me había tenido que duchar en los vestuarios para quitarme el sudor y toda la tierra del cuerpo que junté al tener que arrastrarme por el campo de fútbol, a saber por qué, si nosotros practicabamos en el gimnasio y jugábamos baloncesto. El entrenador se justificó con que quería poner a tope nuestra resistencia para tomar una mejor decisión.

Viejo maldito.

Cuando el hombre se distrajó, Travis lo llamó abusador. Suerte que no lo escuchó y que mi mejor amigo disfrazó sus palabras con una tos un tanto falsa.

Fue entonces que pasó.

Volvía a revisar la hora en el móvil y el buzón de mensajes para ver si no tenía alguna notificación de mi padre, cuando escuché una especie de rechinido de zapatos sobre la acera.

Casi tiré el móvil del susto, pero logré atraparlo justo a tiempo. Alcé los ojos y miré pasmado la escena. Era una... ¿niña?

Estaba boca abajo contra el pavimento con los brazos apoyados a su lados, como si hubiese intentado interponerlos para hacer menos fuerte el golpe.

- ¡¿Estás bien?! - pregunté, alzando la voz por encima del sonido de la lluvia para que me escuchara.

No me acerqué.

No sé por qué no me acerqué.

Quizá estaba esperando algo... cualquiera cosa que confirmara...

- ¡¿A ti te parece que estoy bien?! - respondió, elevando también su tono. Su voz era filosa y un poco ronca. Probablemente por el clima.

Por encima de nosotros el cielo relampagueo y me estremecí levemente.

- ¿Te ayudo? - inquirí, dando un paso en su dirección.

- Puedo sola.

Quise sonreír, pero me contuve. Me sentí un capullo. De los grandes. ¿Cómo podía tener ganas de sonreír cuando ni siquiera sabía si ella estaba bien?

- No parece que puedas sola - apunté.

Salí de abajo del techo de la entrada que me protegía, adentrándome en la tormenta. El agua me cayó como un balde de hielos directo al rostro. Por unos segundos considerablemente me arrepentí de haber salido de la poca seguridad que tenía, donde al menos era un sitio seco y no me estaba calando de agua.

- Métete en tus asuntos.

Me protegí la cabeza con los brazos, o lo intenté porque no sirvió de nada, mientras aceleraba mi paso para acercarme hasta ella y ayudarla, pero fue tarde.

Se dio una vuelta para quedar boca arriba y apoyarse sobre los codos, y con cuidado de no volver a resbalar, se levantó, aunque trastabilló un poco en el intento.

Detuve mi paso.

Se volvió hacia mí.

Se trataba de una chica más mayor de lo que había pensando, quizá tenía mi edad o era un año menor, y era rubia, pero de un rubio casi blanco; delgada y muy posiblemente de apenas un metro cincuenta y tantos.

Usaba el mismo uniforme que yo: el pantalón formal color gris y una camiseta blanca de cuello negro. Aunque le quedaba grande.

Si ya era diminuta, esa talla de ropa la hacía ver aún mas pequeña. Y más si considerábamos que las prendas le colgaban por lo mojadas que ya estaban. El agua le goteaba por el rostro, remarcando su palidez.

Tenía el cabello empapado y algunos mechones se le pegaban al cuello y al mentón, dándole un aire frágil.

Tenía la nariz roja y me supuse que sus mejillas iban en camino a acabar de la misma forma a causa del frío y la humedad.

Más allá el cielo volvió a relampaguear.

Apenas unos segundos después caí en cuenta de que era la chica que un profesor había atrapado fumando en un descanso detrás de las aulas en construcción.

Frunció el ceño y me pareció verla tratar de forzar la vista para verme.

A lo mejor tenía algún problema de visión.

Pero sus ojos.

En serio. Sus ojos.

Eran... ¿cómo decirlo? ¿Curiosos? ¿Raros? ¿Exóticos? No podía detallarlos del todo bien porque había una distancia considerable entre ambos, pero uno era azul. Tan claro que bien podría haber sido gris. Y el otro era una mezcla entre el verde y el café, pero tirando más a éste último.

- ¿Estás bien? - volví a preguntar. ¿Y si se había dado algún golpe peligroso en la cabeza?

Ella ignoró mi comentario y señaló un punto en el suelo a mi espalda.

- Parece que el que no está bien es tu móvil.

Miré por encima de mi hombro y sentí que el alma se me escapaba del cuerpo.

Suspiré.

Mi madre me iba a matar.

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.....

- 🌧

Me gusta pensar que Ainara es sinónimo de tormenta... y que él fue el primero en notar eso.

Cuando el mundo caigaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora